29 de May del 2020 a las 21:57 -
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Patologías del siglo XXI vs. Sistemas de salud
Hoy tenemos adolescentes que escuchan voces; y una cifra considerable de intentos e ideas de suicidio. Dicha idea ya se ha instalado como elemento que forma parte de cualquier grado de depresión...y seguimos contando

(Escribe Lic. Silvia Otero) Durante la historia ha quedado demostrado que las afecciones mentales dependen del marco cultural y social en el que nos encontramos. La psicología, como toda ciencia, avanza frente al problema y hoy estamos en un mundo donde los malestares y patologías parecen estar a la orden del día.
Dichas patologías están visualizadas y tratadas según el contexto que las determinan. Podemos pensar que son producciones culturales, sociales y económicas, en tanto sus elementos nos condicionan en conjunción con nuestra fortaleza mental para habilitar o no al surgimiento de las mismas; hoy nos enfrentamos a sujetos que sufren en silencio hasta que juntan valor o su inminente dolor los lleva a pedir ayuda. Desde la transformación social y cultural también es modificado el criterio de sano y enfermo. Lo que antes era considerada una enfermedad hoy ya no lo es. Se socializa, se establecen leyes para integrar, incluir y luchar por el respecto de la dignidad humana, pero surgen nuevas patologías a las que tenemos que enfrentarnos y .responder a dicha demanda como dignamente debe ser respondida, tratando por lo menos de aliviar en algo esa sensación de fragmentación que, en medio del dolor, angustia o crisis vive la persona, preservando su integridad.
Hoy tenemos adolescentes que escuchan voces; y una cifra considerable de intentos e ideas de suicidio. Dicha idea ya se ha instalado como elemento que forma parte de cualquier grado de depresión...y seguimos contando. Ataques de pánico sin distinción de edad, donde la persona siente que se muere. Frente a estas situaciones, el individuo lucha con su aparato psíquico y se defiende como puede, iniciando un camino que comenzó a partir de una sola palabra: estrés
Esto se transforma en un síntoma, un emergente, expresión de padecimiento de dolor, que provoca posicionarnos frente a un otro que se vuelve vulnerable. Ese síntoma se instala nombrando algo: es ataque de pánico, dolor en el pecho, angustia .Nombra un sujeto que no puede tomar contacto con él mismo, porque acercarse a su Yo, poder mirarse, implicará reconocerse como enfermo y, entonces, lo inevitable, un camino que transcurrirá largo y lento hasta poder recibir la respuesta que necesita.
Atención y ayuda, pero atención que demora, sistema de salud privados que brindan la atención necesaria pero no en su totalidad, terapias limitadas y aun con necesidad de derivaciones para acceder al psicólogo. .
Cualquier usuario debería acceder libremente a su espacio de Salud Mental, como la ley así lo indica. En tanto, tenemos los sistemas públicos que dicen que no se admiten más pacientes: "señor, si no se lo puede pagar, arréglese como pueda ".
Lo único cierto que hay un aumento de estas nuevas patologías del Siglo XXI, pantallas que sobreestimulan lo que sea, en una realidad que no puede ser negada, mientras vemos fallas en su abordaje.
Este aumento inevitable de las nuevas patologías del siglo XXI, sujetos inhibidos que en sus soledades angustiosas no pueden conectarse con sus aspectos sanos, porque hoy cualquier cosa puede convertirse en un elemento desestabilizante y desencadenar lo temido.
Nuestro presente indica que nuestra salud mental está constantemente vulnerada y todos pasamos a ser sujetos vulnerables. Cada uno lucha con sus angustias y preocupaciones como puede. Por eso no se puede disminuir jamás la realidad del dolor sentido. El aparato psíquico pone en marcha todos sus sistemas de alerta para que esa persona intente sostenerse mientras se oculta detrás de una sonrisa apenas dibujada, esperando ese espacio de tiempo en el que pueda ser auténtico y ser él. Pero dicha autenticidad implicará poder conectarse con ese dolor y para ese momento es necesario la respuesta rápida y continentadora.
Preguntémonos que hay detrás de quien padece. Hay miedo de no ser aceptado, temor a no reconocerse, a no reconocer que por una vez es necesario mirar a ese Yo, lastimado, sufriente.
Esperará ese dolor en aumento inminente para poder buscar ayuda, una ayuda que por momentos puede no llegar, ya que nuestro sistema sanitario en materia de atención en Salud Mental tiene fallas. El sistema colapsa.
Reconocerse como herido no es síntoma de debilidad; al contrario, ya que sólo alguien fuerte puede hacerse cargo de aquello que lo aqueja y que sólo él puede cargar, entonces somatiza apareciendo lo visible.
Las patologías siguen en aumento, nuevas características se presentan y la Salud Mental gana terreno. Intentamos encajar en esta realidad que cambia vertiginosamente, encajar con quienes nos rodean. El estrés que años atrás era simplemente cansancio ahora puede detectarse con una licencia médica que dirá “urgente por Salud Mental”. La necesidad de enfrentarse al abordaje es cada vez mayor. Dichas patologías parecen ser moneda corriente. ¿Quién no tiene un conocido, un amigo o un familiar que ha padecido ataque de pánico? No son producciones inventadas para llamar la atención de manera soslayada, es el pedido de auxilio de esa mente que ya no puede más.
Mientras hay opiniones que encuentran razones no tan importantes para estos padecimientos, redoblo la apuesta por una mejor atención y mayor respeto por la Salud Mental, así como por un mayor reconocimiento de que las patologías aumentan.
Una realidad cada vez más compleja y con demandas más difíciles de responder. Mientras un sistema privado de salud brinda todo lo que puede, seguiremos tal vez enfrentándonos a ese irónico cartel al que se enfrenta ese humilde usuario que dice en salud pública NO HAY VACANTES.

 

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