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13 de May del 2020 a las 08:25 -
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Pandemia y posmodernidad
¿Que pasará entonces con este individualismo cuando todo esto pase y solo sea una historia macabra vivida a nivel universal?

(Escribe Lic. Silvia Otero) ¿Qué pasará después de este impasse? ¿En algún momento paramos a pensar cómo vivimos, cómo somos, en qué nos estamos convirtiendo o qué estamos dejando de lado, pero sin nuestra culpa? Porque este nuevo mundo lo está imponiendo así; todo corre y no hay tiempo para mirar. Mirar al costado a la vida. Somos hijos del consumismo, del capitalismo, de la hegemónica globalización en donde el objeto y el deseo por poseerlo prima por sobre el sujeto mismo. Y eso es lo que produce esa falsa sensación de felicidad, la que sentimos, la que creemos dar desde nuestro mejor lugar, pero que va de la mano de la compra, del consumo, porque parece estar determinado así.
¿Qué pasa con los sujetos de hoy? Nos anulamos en nuestra capacidad de ver más allá; porque debe haber otra manera. Pero no podemos parar para mirar a nuestro costado. ¡Cómo hacerlo si de ese" correr" depende nuestra vida! Una vida que solo encuentra semejanza y traducción en dinero y capacidad de compra. Porque así lo damos, así lo vivimos y así se construyen las nuevas identidades del siglo XXI.
El tiempo vale, el tiempo cuesta, pero, ¿cuánto? ¿En qué parámetros nos posicionamos para medirlo? Hay necesidades que cubrir y ese tiempo que es valioso, que no debería medirse en dinero, otra vez aparece deformado por la imposición de una economía que lo domina, que ejerce poder y lo ennegrece todo. Fobias, ataques de pánico, stress, acv, patologías producto de esta actualidad que nos deshace, que nos desborda, y es en esas situaciones límites cuando podemos ver que la posmodernidad cobra su precio.
Una vez más esto se resume en correr por sobrevivir. Y nos enredamos en un espiral que nos "consume", dejándonos sin esa tan necesaria esencia que nos hace ser. Pero no la vemos porque no reflexionamos, porque no hay tiempo para ver hacia adentro y cultivar emociones. Para mirar y mirarse el interior, para poder compartir desde ese lugar el alma, aquello que parece que también quedó de lado. Aquella esencia está muy lejos de ser la que hace tanto tiempo y sin tanto consumismo pareció brillar. Aquello parece estar tan lejos y lo único que podemos hacer hoy es añorar. Este consumismo que nos lleva, nos enferma. Y parece que no dejamos de necesitarlo y que no habría forma de escapar.
Solo nos queda buscar ese tiempo para recomponer restos de nuestra esencia, aquella que la posmodernidad desintegró. Valores que se pierden o que se cambian por otros, porque así nos construimos; así nos construye la realidad social que es inherente a lo económico y ella dictamina. Dictamina estilos, formas de vivir, formas de querer.
¿Dónde quedan las preguntas que deberíamos hacernos? Somos los pobres hombres que esta posmodernidad determinó y que la gran maquina sigue dominando a su antojo, con esta vorágine que nos absorbe. Debemos encontrar "el cómo", la calidad de tiempo, el momento para no correr. Esta posmodernidad hace que nuestra esencia pierda sus aspectos inmateriales; los valores, los deseos, los afectos, simplemente se diluyen. No los buscamos, los evitamos en ese "no tengo tiempo", en el temor por no lograr el Imperativo del siglo XXI: ser por lo que se obtiene.
Felicidad comprada sin tiempo para ser feliz. Una felicidad a cambio de monedas que se diluyen, al fin de cuentas, tanto como nosotros. El ser para el otro ya no es el teñido de inmaterialidad; de espiritualidad; ese yo es solo un sujeto desesperado por lo único que permite que el mundo siga y no pare: la apariencia, lo material. Olvidamos y le pasamos por encima a valores y a aspectos espirituales que al fin de cuentas son los que nos construyen y determinan. Valores en crisis, individuos que solo sabemos correr detrás de lo que se nos muestra como necesario.
La jerarquía social, ser y existir, está determinada por lo que tengo y eso me posiciona, más que para mí, para la mirada del otro. Ese otro que me evalúa pero no valora. Malvada posmodernidad que plantea al objeto como determinante del sujeto y no a la inversa. Solo por la obtención de lo material aparecen medidos los logros personales. Y cada vez nos perdemos más.
Aquella esencia, aquel conjunto de valores, el momento para el otro, no contaba, no estaba presente. Pero el mundo paró. No había pandemia. ¿Que pasará entonces con este individualismo cuando todo esto pase y solo sea una historia macabra vivida a nivel universal? ¿Qué pasará con este individualismo que nos atraviesa y que para muchas generaciones fue el único condicionante del vivir?
Cuando volvamos a mirarnos a los ojos y podamos abrazarnos, ojalá hayamos entendido el mensaje: que mal o bien tuvimos que parar. Pudimos estar cuidando otros valores, aquellos que la humanidad estaba dejando de lado. Porque eso hicimos, porque el mundo simplemente paró.

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