27 de December del 2025 a las 13:23 -
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Honduras: un ganador ensombrecido
Terminó el espectáculo circense de las elecciones presidenciales de Honduras. Finalmente, el Consejo Nacional Electoral (CNE) entregó su veredicto después de más de tres semanas de los comicios realizados el 30 de noviembre pasado.

(escribe  prof. Alejandro Carreño T. ) Para algunos, fue un lindo regalo de Navidad; para otros, un fraude comandado desde los Estados Unidos, puesto que el nuevo presidente fue abiertamente apoyado por Donald Trump, que amenazó con quitar toda ayuda a la pobre nación centroamericana si su candidato no era el vencedor. Y lo fue.

Pero, ¿legítimamente lo fue? ¿O se trató de una parodia de las elecciones venezolanas en las que Nicolás Maduro usurpó el poder? Es la duda más que razonable instalada no solo en la población hondureña, sino también en el exterior. Y las razones van más allá de meras hipótesis o teorías conspirativas contra el vencedor, Nasry Asfura, presidente del Partido Nacional y protegido de Trump. La intromisión descarada del presidente estadounidense fue, sin duda, una de las razones.

La suspensión del conteo de votos en varios momentos, sumada a la excesiva demora en la entrega de los resultados es, a mi modo de ver, la razón principal de la duda sobre la transparencia de esta contienda presidencial. Más de tres semanas para algo más de tres millones de electores que llegaron hasta las urnas, no parece, en realidad, nada razonable en tiempos tecnológicos. De hecho, los tres candidatos con alguna posibilidad de triunfo se manifestaron a lo largo de todo el extenso proceso: el presidente electo, su rival más cercano, Salvador Nasralla, del partido Liberal y Rixi Moncada de Libertad y Refundación, conocido también como Libre.

Los tres, en algún momento, dudaron de la transparencia del proceso electoral y hubo polémicas declaraciones, sobre todo de Asfura y Nasralla, que se disputaron voto a voto la presidencia, de acuerdo con el CNE. La candidata de Libre no solo dudó, sino que exigió nuevas elecciones, a pesar de la distancia que la separaba de los dos candidatos de oposición al gobierno de la presidenta Xiomara Castro Sarmiento. Al final, el presidente electo obtuvo 40,27 % (1.479.748 votos); Nasralla, 39,53 % y Moncada, 19,19 %.

En definitiva, unas presidenciales con un ganador cuya legitimidad es validada por el CNE, organismo fuertemente cuestionado a lo largo del proceso, pero que representa la institucionalidad y, como tal, debe aceptarse aun con todos sus bemoles. Algunas naciones reconocieron de inmediato el triunfo de Nasralla, entre ellas, Estados Unidos y China, cuyo ministro de Relaciones Exteriores, Lin Jian, dijo que su país “respeta la decisión del pueblo hondureño” y está dispuesto “a colaborar con Honduras para impulsar el desarrollo continuo de las relaciones bilaterales”.

También países latinoamericanos, en un comunicado conjunto de Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana, reconocieron el triunfo del presidente electo. Nasry Asfura asumirá oficialmente la presidencia el 27 de enero próximo y gobernará hasta el 27 de enero de 2030, si nada anormal ocurre, considerando las tensiones que dejó el proceso electoral, las reiteradas denuncias de fraude electoral, las amenazas contra consejeras del CNE y las propias divisiones internas dentro del organismo.

Asimismo, no debe ignorarse la vocación golpista de Honduras: cuatro desde 1963 (1972, 1978 y 2009). La permanencia del presidente Asfura en el Palacio José Cecilio del Valle (Casa Presidencial de Honduras), dependerá, sin duda, y dadas estas circunstancias de situación límite en que se convirtió la disputa presidencial, de la vocación democrática de las Fuerzas Armadas y de las relaciones que el empresario-presidente tenga con ellas.

De lo que sí este columnista no tiene dudas, es de la urgente necesidad de las autoridades hondureñas de mejorar el proceso electoral, para evitar que las sospechas razonables caigan sobre el vencedor del color político que sea, lo contaminen, y sombras sobre su legítimo triunfo, contaminen su mandato.

Democracias enfermas son presa fácil de oportunistas, payasos y dictadores.

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