
(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) Se han enriquecido en ellos y empobrecido a sus pueblos. Los chilenos sabemos de esas cosas. “incapacidad moral permanente” fue el argumento con que el Congreso destituyó a Dina Boluarte, que estuvo durante todo su periodo presidencial, danzando en la cuerda floja.
Cuando amanecía el viernes, el fino hilo que la sostenía se cortó. La expresidenta Boluarte había asumido la presidencia en diciembre de 2022, luego de que el Congreso destituyera a Pedro Castillo, hoy en la cárcel. La gota que rebalsó el vaso del Legislativo peruano, fue la balacera durante la presentación de la banda Agua Marina la noche del miércoles pasado. La balacera dejó cuatro músicos y un vendedor ambulante heridos. Fue la inseguridad que vive el país la que finalmente acabó con el gobierno de Dina Boluarte.
Por lo menos la “incapacidad moral permanente” se refiere, precisamente, a la incapacidad de su gobierno para enfrentar la delincuencia que se ha apoderado del Perú. Cómo nos agradaría a los latinoamericanos que esta razón tan ilustrativa de nuestra realidad, no se aplicara en otros países. Con certeza, varios de estos mandatarios estarían fueran de palacio hace mucho tiempo, comenzando por el Presidente Gabriel Boric que hizo de Chile el paraíso del narco, del terrorismo y del delincuente común.
Pero, no. El Congreso chileno no tiene ni las agallas ni los pantalones para adoptar una medida ejemplar. En Perú las cosas funcionan diferente. El presidente no es ninguna vaca sagrada y, como lo he comentado en otras columnas en este mismo medio, los peruanos han sido, en este sentido, un ejemplo para América Latina, pues prácticamente, desde Alberto Fujimori al presente, todos sus presidentes han conocido la cárcel. Es probable que la expresidenta Boluarte siga el camino de sus predecesores.
El nuevo mandatario, José Jerí, actual presidente del Congreso, será el encargado de preparar al país para las próximas elecciones de abril de 2026. Se puso la banda presidencial y dijo: “Debemos declararle la guerra al crimen. Los enemigos son bandas criminales en las calles”. Como dicen las viejitas del campo aquí en Chile, “Dios lo oiga y el diablo se haga el sordo”, porque cuando existe la voluntad política para combatir el crimen, y el sustento jurídico se encuentra democráticamente respaldado, no hay criminal que se resista.
Pero se requiere, además de la voluntad política, ser moralmente competente. Y serlo permanentemente. Lo que significa desprenderse de ideologías permisivas amparadas en ambiguas diatribas sociales y políticas que terminan protegiendo al criminal. Los chilenos sabemos muy bien de estas cosas también.
¿Podrá Jerí domar este potro chúcaro que siempre ha sido el Perú político? Tendrá hasta el 28 de julio próximo para amansarlo, cuando deba entregar la banda presidencial al presidente electo. Por eso, además de su declarada “guerra contra el crimen”, prometió un “gobierno de reconciliación”. Lindas y protocolares palabras para bajar las tensiones y calmar al respetable.
Pero, dentro de unas semanas, el nuevo presidente comenzará a soñar con el cartelito ejemplar: “incapacidad moralmente permanente”, que a tantos predicadores de la buena nueva, ha sacado de Palacio Pizarro.