
(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Los uruguayos, como los chilenos, bolivianos y argentinos conocemos el sentido del “cuento del tío”, ese acto cruel de aprovecharse de la víctima a la que se le ofrece “lo mejor para su vida” con el único propósito de obtener lo que se desea. En la vida cotidiana es una estafa penada por la ley, pero en política es una estrategia comunicacional con grandes dotes del estafador para contar historias de Caperucita Roja, pero “creíbles”. Es un engaño espurio a las víctimas, futuros votantes, que creen cándidamente en este político indecente y mal intencionado.
En Chile, un símbolo del contador de cuentos del tío es Jeannette Jara, la candidata del Partido Comunista que ganó holgadamente las primarias del oficialismo, contando una historia que ahora, a tres meses y dos semanas de las elecciones presidenciales, aparece con otro cuento. Como decía Tomasi di Lampedusa en su clásico El gatopardo, “todo cambia para que nada cambie”. Durante la campaña de las primarias, era comunista, creía en la eliminación de las clases sociales, en una economía basada en el consumo interno y proponía un salario mínimo de 750.000 pesos.
Un mes después, este cuento ya no corre. Es decir, engañó a sus votantes que la escogieron para ser la candidata del oficialismo, porque creyeron en sus propuestas comunistas. Propuestas que hoy no tienen ningún valor, puesto que todas esas promesas se esfumaron en la trama de un nuevo cuento del tío. Jeannette Jara ya “no es comunista”; es “socialdemócrata”, la coalición de centroizquierda que integran numerosos partidos políticos que componen el llamado Socialismo Democrático, incluyendo ahora a la Democracia Cristiana (DC) que se vendió por unos cupos parlamentarios.
Se observa, sin necesidad de ser un gran observador, con que tranquilidad y sin pudores de ningún tipo, Jara “reniega” de su condición de comunista, partido en el que milita desde los 14 años, para atraer los votos que se encuentran en las antípodas de su ideología, como los de la DC, del Partido Radical, del Partido Liberal, del Partido Por la Democracia y del Partido Socialista, el único, en rigor, más cercano al PC en términos ideológicos. Para alegrar a todos ellos, Jeannette Jara se dice ahora “socialdemócrata”.
Sin embargo, hace apenas cinco años, en los negros días del estallido delincuencial que quemó el país y lo saqueó, ella era una de las que quería refundar Chile, acabar con sus instituciones democráticas. Pero, además, ya no cree en la eliminación de las clases sociales, una de las oraciones más recurrentes de la ideología comunista y, para que este nuevo cuento del tío de Jeannette Jara alcance su orgasmo comunicacional estilo El gatopardo, dijo que ya no cree en la dictadura del proletariado, base de la doctrina marxista-leninista, fundamento filosófico del PC. Como el título de esta columna, “cualquier cuento del tío vale para llegar al poder”.
Desistió, también, del salario mínimo prometido (750.000 pesos), que ella llamó “vital”, emulando al presidente Salvador Allende. Uno de los economistas de su equipo, el socialista Luis Eduardo Escobar, cuya iluminadora entrevista al diario La Tercera de ayer domingo, deja bien como la mona a la candidata presidencial, declarando estas y otras valiosas informaciones sobre su plan económico, por ejemplo (declaraciones, me imagino sin proponérselo), que entregan un perfil elocuente de quién es, realmente, Jeannette Jara y su portentosa capacidad para contar cuentos del tío.
Este columnista ha acompañado a la candidata Jara ayer y hoy en sus presentaciones y declaraciones a los diversos medios, así como las declaraciones de sus asesores, lo que me permite decirlo sin empachos, de manera clara y directa, que Jeannette Jara es una experta en el timo, el engaño y en la construcción de cuentos del tío, grandilocuentes, insólitos y surrealistas, con tal de convencer a sus víctimas votantes de que con ella todo será diferente porque ella ha cambiado.
Maquiavelo y su Príncipe y di Lampedusa y su Gatopardo deben estar bailando felices en sus tumbas al ver cómo, tan lejos de ellos, una comunista ha seguido al pie de la letra sus enseñanzas: “La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente” y “Todo cambia para que nada cambie”.