
En el marco de los homenajes por el centenario del nacimiento de Osiris Rodríguez Castillos —escritor, músico, compositor e investigador de referencia en la cultura rioplatense—, la familia desea hacer algunas aclaraciones fundamentales sobre inexactitudes que, de forma reiterada, vienen empañando el recuerdo de su figura y el reconocimiento profundo de su obra.
La obra de Osiris Rodríguez Castillos trasciende etiquetas simplificadoras. Su trabajo como investigador, su alto nivel poético y musical, y su compromiso profundo con la historia y la cultura del Uruguay, lo sitúan en un lugar único dentro del campo de la proyección folclórica.
Sin embargo, en numerosas publicaciones recientes se insiste en incluirlo dentro del llamado "Canto Popular", corriente a la que Osiris nunca se adhirió, ni estética ni ideológicamente.
Esa clasificación errónea —y las comparaciones con artistas que no compartieron ni su nivel de formación ni su exigencia compositiva— contribuye a una lectura distorsionada de su legado.
Osiris escribió, compuso e interpretó con una exigencia artística e intelectual que ha sido reconocida por figuras como Jorge Luis Borges —quien comentó al conocer su obra "estas milongas son mejores que las mías"— o Atahualpa Yupanqui, quien lo incluyó —junto a Violeta Parra— como una de las tres únicas voces fundacionales de la canción telúrica del Cono Sur.
En los últimos años han circulado libros y artículos que se presentan como biográficos pero contienen graves inexactitudes. Se habla de un "ostracismo", de un supuesto deterioro mental, o de una vida final marcada por la pobreza extrema.
Estas afirmaciones no solo son falsas: son profundamente injustas y revelan una tendencia al dramatismo que traiciona la verdad.
Osiris vivió de forma austera por elección personal, como tantos hombres íntegros que no se adaptan a las lógicas mercantiles. Nunca estuvo solo ni desamparado, y su lucidez lo acompañó hasta sus últimos días. Sus hermanos, sobrinos, hijos y amigos cercanos jamás habrían permitido el abandono extremo que algunas de esas publicaciones sugieren.
Es aún más grave que tales afirmaciones se hayan hecho sin consultar con quienes realmente lo conocieron y lo amaron.
El problema no es solo de forma, sino de fondo.
Una biografía que contiene invenciones o tergiversaciones —y que no ha contado en ningún caso con el apoyo y la participación de la familia— no es una biografía: es una novela con pretensiones indebidas e interesadas.
Y cuando esa novela mancha la imagen de un hombre que entregó su vida al arte, al estudio y al compromiso con su pueblo, se cruza una línea ética que necesita ser señalada.
En este centenario, más que celebraciones formales, pedimos un acto simple y contundente: hablar con la verdad.
Es decir, desde la integridad, la ética, el compromiso con la verdad y el sentido profundo que siempre guiaron a Osiris Rodríguez Castillos.
Este artista único, brillante, irrepetible no necesita ninguna mitificación. Su obra, su coherencia y su dignidad humana inevitablemente harán el resto.
Firmado: La familia de Osiris Rodríguez Castillos