
El Consejero electo por los docentes den el CODICEN, Julián Mazzoni expresó crítico la hoja de ruta a la Transformación Curricular Integral planteada por el organismo. Mazzoni opinó que "la fundamentación de la hoja de ruta limita la discusión de la Transformación Curricular Integral a cuestiones que no son de fondo. Si no se discute el fundamento último, que es la estructura curricular, la discusión va a quedar trunca."
En un documento que reproducimos a continuación Mazzoni pregunra "¿participación o persuación?". Explicando "El martes 20 de mayo el CODICEN de la ANEP aprobó por mayoría la llamada Hoja de Ruta, para abordar el trabajo de la Transformación Curricular Integral (TCI) Mayo – Setiembre de 2025. Los dos consejeros electos votamos en contra. Frente a diferentes consultas de compañeras y compañeros, paso a explicar los fundamentos de mi conducta.
El documento, en el numeral 1 del resuelve dice: “Tomar conocimiento y aprobar el documento Hoja de Ruta Transformación Curricular Integral (TCI) Mayo – Setiembre de 2025 para educación obligatoria, el cual se agrega y forma parte de la presente resolución”. El material tiene una introducción y un cronograma. Más allá de que dejamos constancia en el acta que compartimos el cronograma de consultas a las ATD y los sindicatos, no fue posible votar la resolución porque incluye una introducción elaborada por la Dirección Ejecutiva de Políticas Educativas (DEPE) que no compartimos.
Se considera en la citada introducción que diferentes actores educativos hemos caído en exageraciones. Por un lado, nosotros –los colectivos docentes y sus representantes —porque tendemos a “considerar que todo cambio pedagógico se origina en el cambio curricular”, lo que nos hace incurrir en una errónea valoración del impacto del Marco Curricular Nacional. Por otro lado, quienes impulsaron la llamada Transformación, porque impusieron “una visión única sobre la manera de trabajar en el aula”. Parecería que debemos agradecer la suerte de tener una Dirección Ejecutiva de Políticas Educativas que nos hará ver las cosas con mayor mesura.
Agrega la introducción que esa “focalización en un aspecto particular de la política curricular” que es “el trabajo por competencias” contribuyó a hacer invisible “la tensión entre la perspectiva sistémica en clave ANEP y las autonomías de los subsistemas” Según el documento, esa falta de articulación pretendió resolverse mediante la estructura curricular. O al menos “ese fue el cometido del Marco Curricular de Referencia Nacional (MCRN) 2017 y su nueva versión, el Marco Curricular Nacional (MCN) 2022”. No sé qué opinarán las autoridades de la educación del período 2015-2019, pero aquí se hace la afirmación de que lo que dio inicio de la TCI es de 2017. No estuve dispuesto a avalar esa aseveración.
El citado documento critica a la TCI porque “no cambió (o apenas lo hizo) la estructura básica del sistema educativo”. Agrega que “tiene de integración solamente el esfuerzo de pensarse como ciclo, pero sigue dependiendo de las tres Direcciones Generales con sus culturas organizativas distintas”. Se puede pensar que el documento está proponiendo un único ámbito organizativo para la EBI, con lo que no estoy de acuerdo.
Eso seguiría concentrando la toma de decisiones en el ámbito del CODICEN, en detrimento de la necesaria especificidad y la autonomía técnica de los subsistemas, en contradicción con la historia de la educación pública en nuestro país.
Más adelante se reconoce que la forma y los tiempos de implantación de la TCI impidieron que fuera incorporada “por los docentes y ser parte de un acuerdo intersubjetivo”, para proponer “avanzar en una reapropiación”, que “no excluye la posibilidad de diseñar nuevas propuestas curriculares, aunque la tónica dominante del período debería ser potenciar las ofertas tendiendo a flexibilizar los procesos de navegabilidad y centralidad del educando”. Es decir, buscar que la “intersubjetividad” repita el planteo de la TCI.
Todo el análisis de la introducción concurre a fundamentar “la redefinición de los planes y programas existentes” y el Reglamento de Evaluación del Estudiante (REDE) y el Reglamento de Evaluación del Estudiante de la Educación Media Superior (REEMS), así como reducir la “estructura de diversificación de las vías de egreso de la EMS”, que ya está bastante disminuida con la TCI.
El documento parece quedarse en esos aspectos, sin considerar los fundamentados cuestionamientos de fondo que tanto las ATD como los sindicatos han planteado desde 2022. Se dice que el objetivo es dar “un mensaje y señales claras e inmediatas que marquen una posición: ni el afán de refundación, ni la idea de que no se va a tocar nada de la TCI”, llamando a la etapa “revisión participativa”.
Analizando los planteos del documento se puede concluir que se está pensando más en continuidades que rupturas con respecto a la TCI. Eliminar las aristas más molestas para los docentes y convencerlos para que accedan a revisar, pero no desmontar, los cambios –esos sí refundacionales—introducidos en el quinquenio anterior. Es cierto que es imprescindible eliminar la pesada carga administrativa que abruma a los trabajadores de la educación y eso será muy bienvenido. También que hay que recuperar la libertad de cátedra, atacada por quienes impulsaron medidas verticales e inconsultas para modificar el trabajo en el aula.
Pero esas medidas, que deben instrumentarse a la brevedad, son insuficientes y se quedan más en lo cosmético. Cualquiera que vea las cosas con objetividad sabe que los planteos que realizaron insistentemente los organismos representativos de los docentes durante los últimos tres años van mucho más a fondo. Difícilmente, quien intenta representar de la mejor manera posible a los docentes en el CODICEN pueda votar un documento de esa naturaleza.
Más allá de esas consideraciones, la convocatoria a las ATD y los sindicatos por parte de los subsistemas abre una puerta que no podrá cerrarse. Y no creo que dichos organismos limiten sus planteos a los propuestos en la “Hoja de Ruta”. Los próximos meses lo dirán.