Un hijo del Litoral
(Por Enrique Lécaille). A Bibiano Zapirain se le considera como el mejor puntero izquierdo de toda la historia del glorioso fútbol uruguayo. Era fuerte, muy veloz y aunque jugaba por la izquierda, era diestro, con lo cual desconcertaba a sus adversarios. Sobresalía también por rematar al arco con una enorme precisión, a la carrera. Cuando otro ex futbolista, Juan Carlos Toja, nos presentó durante una fiesta patria en la Embajada uruguaya en Bogotá, al enterarse Zapirain que habíamos llegado desde Mercedes, de inmediato exclamó: “Mercedes, la ciudad que tiene una cancha allá abajo”. Se refería, claro está, a la cancha del Club Bristol, escenario alguna vez del Campeonato del Litoral, el torneo más añejo del país a nivel de selecciones departamentales. El recuerdo no dejó de sorprenderme, teniendo en cuenta su origen artíguense y que habían transcurrido algunas décadas de su paso por la Capital de Soriano. Desde entonces, el trato cordial que mantuvimos me permitió conocer de su propia voz algunas anécdotas jamás publicadas por los diarios y revistas que siguieron de cerca su exitosa carrera.
Internacional, antes de jugar en Montevideo
Zapirain había nacido el 2 de diciembre de 1919 en Tomás Gomensoro, localidad del departamento de Artigas, tierra donde también vinieron al mundo jugadores como Matías González (campeón en Maracaná), Néstor “Tito” Goncálvez, Julio César "Pibe" Jiménez, Venancio Ramos y Ruben Paz. Brilló en Nacional de Montevideo, pero antes de ser profesional en Uruguay, ya había jugado en el exterior, en el Club Gremio de Bagé, en el sur de Brasil. De Tomás Gomensoro fue contratado por un equipo de Rivera. Estando en esa ciudad, fueron a buscarlo para actuar en Bagé. Luego vendría su paso histórico por Nacional. Jugó además en el poderoso Internazionale de Italia, y en clubes de Colombia y Venezuela. Durante su estadía en Milán, conoció al extraordinario ciclista mercedario Leonel Rocca, que por entonces había ido a correr al famoso velódromo de Vigorelli.
Descalzo, hacia la fama
El legendario futbolista comenzó jugando en el club Colón de Tomás Gomensoro prácticamente cuando era un niño, descalzo y con los pantalones cortos con los que lo vestía su madre. Por entonces miraba las fotografías de la sección deportiva del diario El País de Montevideo y soñaba con jugar un día en el Estadio Centenario, vistiendo la camiseta de Nacional. Más tarde, con 18 años, defendió a la selección de Artigas, en el prestigioso Torneo del Litoral, teniendo entre sus rivales a Soriano.
En 1940 llegó a Nacional, aunque Peñarol también se había interesado en sus servicios.
Con Nacional logró el llamado Quinquenio de Oro, integrando la famosa delantera que también componían Luis Ernesto Castro, Aníbal Ciocca, Atilio García, y Roberto Porta.
Como defensor de la selección uruguaya, se destacó su presencia en el Campeonato Sudamericano de Selecciones de 1942, cumplido en Montevideo (la actual Copa América). En una de sus tardes más gloriosas, el 7 de febrero Uruguay conquistó el título de campeón venciendo en la final a Argentina, en el Estadio Centenario, uno a cero, con anotación de Bibiano Zapirain, ante 70.000 espectadores.
Entre sus compañeros estaban nada menos que Obdulio Varela, Schubert Gambeta, Aníbal Paz, Aníbal Ciocca y Severino Varela.
De 1946 a 1949 el afamado puntero estuvo en Italia. Con el Inter participó de 58 partidos, marcando en total 18 goles, a pesar de que una lesión mermó su rendimiento.
Al regresar a Uruguay, en 1950 logró un nuevo campeonato uruguayo defendiendo a Nacional. Al año siguiente tiene un breve pasaje por el club Cúcuta Deportivo de Colombia. En 1952 disputó su última temporada con Nacional, conquistando una vez más el campeonato uruguayo, totalizando seis títulos con la casaca tricolor.
En 1953 Zapirain dejó definitivamente Uruguay para defender al Loyola SC de Venezuela y luego regresó a Colombia para culminar su carrera y formar su familia. Allí en Colombia fue entrenador en un colegio y se dedicó a la agricultura, manejando un tractor en un campo que era propiedad de su suegro. Siguió por entonces su amistad con otros uruguayos que, como él, fueron a jugar fútbol a Colombia y se quedaron afincados en ese país, como los Hermanos Miloc o Juan Carlos Toja. Pero hubo un período muy doloroso en su vida, cuando los médicos le descubrieron un tumor cancerígeno. Zapirain, que logró superar la enfermedad, atribuía su milagrosa curación a San Cono, el santo que se venera en Florida.
El Mundial que pudo ser
Cuando cierta vez le preguntamos sobre su ausencia en la selección uruguaya que ganó el Mundial de 1950, Zapirain no evitó respondernos, pero se notaba que aquello había sido un trago amargo en su larga y exitosa carrera deportiva. “Yo integraba la selección previo al Mundial. En una práctica, viendo que el técnico no me incluía en el equipo titular, le hice un reclamo al entrenador, pero éste me respondió que tenía que probar a todos, así que decidí renunciar”, nos contó, admitiendo que su carácter impulsivo le impidió ser uno de los campeones del Mundo en Maracaná.
El gesto de Ruben Romeo Corbo
El grado de admiración que despertaba Zapirain en Uruguay, incluso cuando ya había dejado el fútbol y seguía radicado en el exterior, se daba sin reparar en la fuerte rivalidad existente entre los dos clubes “grandes” del fútbol uruguayo. Así quedó reflejado durante un entrenamiento que la selección uruguaya hizo en el estadio Nemesio Camacho (“El Campín”), en 1973, previo a un partido contra Colombia, por las eliminatorias del Mundial de Alemania 74. El recordado puntero fue al estadio bogotano, a verse con sus compatriotas y a dar una mano, si era necesario, como lo hacía cada vez que iba una delegación deportiva de Uruguay. En determinado momento, se le acercó Ruben Romeo Corbo, una de las figuras del plantel celeste, por entonces puntero izquierdo de Peñarol, hermano de Walter, golero que también estuvo en la selección. Ruben Corbo le hizo un pedido muy especial: “Póngase mis botines, por favor, Don Bibiano”. Zapirain lo miró extrañado y le preguntó el motivo del pedido, a lo que Corbo le respondió: “es que quisiera un día poder contarles a mis nietos que yo tuve el honor de jugar con los zapatos de Zapirain”.
Bibiano Zapirain falleció en Bogotá en el año 2000, el día que cumplía 81 años, lejos de su natal Gomensoro, al que viajaba con su memoria, para recordar a su madre y sus primeras corridas en los potreros, cuando soñaba con ser jugador profesional.
A lo largo de su carrera había anotado 117 goles.
NOTA: En la foto de @gesor, Zapirain, tijeras en mano, comparte una broma simulando ser barbero, durante la concentración de la selección uruguaya que conquistó la Copa América de 1942.