(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Está asustado el dictador. Los dictadores suelen estarlo. Tienen un poder que los esclaviza, los desprecia y que hace que sus vidas no valgan nada. El fin de sus vidas los acecha día y noche, cuando no la cárcel o el exilio. Por eso son fanfarrones. Amenazan al mundo utilizando a sus pueblos, los mismos pueblos a quienes tienen sometidos a la hambruna, al terror, a la muerte. Un día después de su espuria asunción de mando, una grotesca puesta en escena propia de un payaso, como también suelen ser los dictadores, Nicolás Maduro habla del derecho a la paz.
Lo curioso, sin embargo, es que habla del derecho a la paz del pueblo venezolano al que tiene amarrado de pies y manos, pero amenaza al mundo con las armas: “Venezuela se va preparando junto con Cuba, junto con Nicaragua, junto con nuestros hermanos mayores del mundo, para si algún día tenemos que tomar las armas para defender el derecho a la paz, el derecho a la soberanía y los derechos históricos de nuestra patria”. Francamente, no se entiende tanta fanfarronada, aunque se entiende que ser fanfarrón es propio de dictadores.
Y como los niños pequeños en sus peleas de niños pequeños, amenaza con sus hermanos mayores, como si Rusia o China estuviesen dispuestos a ensangrentar al mundo por él. Ni Corea del Norte con su fanfarrón mayor lo haría. Porque me imagino que estos son sus “hermanos mayores”, los que saldrían a defenderlo si alguien alterara el “derecho a la paz” del pueblo venezolano, cada vez más alejado de la paz que anhela desde hace décadas. Y continuó con sus peroratas bravuconas, propias de escolar de cuarto grado con los mocos colgando: “Que nadie se equivoque con Venezuela”.
Por supuesto que nadie se equivoca con Venezuela, ni menos nosotros los chilenos, que estamos plagados de venezolanos hasta por debajo de las piedras. De los buenos, que son muchos, pero también de los malos, que también son muchos, incluyendo al Tren de Aragua. Cómo equivocarnos, entonces, con Venezuela y sus siete millones de ciudadanos que viven fuera de su patria en busca de una vida mejor. No, Nicolás Maduro, el mundo no se equivoca con Venezuela y su pueblo, que sufre tu ambición y tus mentiras, bajo el yugo de tu dictadura disfrazada de democracia.
Porque eso eres tú, como lo dije en mi columna del viernes recién pasado en este mismo medio: un demócrata cínico. Pero eres también un matón de barrio. Un cachorrito de tus hermanos mayores y de otros también. Porque eres el fanfarrón de América: “Si es por las buenas, por las buenas avanzaremos. Y si es por las malas, por las malas también lo venceremos, para que respeten a nuestro pueblo”. El problema, Nicolás Maduro, es que tú no conoces “por las buenas”; solo sabes de “por las malas”.
Eres, por último, como a ti te gusta decir de los otros: un pobre Bobo, así, con mayúscula.