(escribe Sergio Pérez) Con la resonancia de las historias de nuestro interior profundo y olvidado, nos propusimos ir en la búsqueda de Guzmán Garrido Rosa, un joven que ha dedicado su energía y conocimiento a un proyecto único y fascinante. Con tan solo veinte años, Guzmán ha emprendido la misión de rescatar del olvido lugares históricos, explorando con un detector de metales y una pasión poco común la rica tradición patrimonial de nuestra tierra. Su reciente obra, La Tapera de Oribe: Hallazgos históricos, es una muestra de esta dedicación, y su entusiasmo es palpable desde el momento en que comenzamos a hablar.
Guzmán, originario de Canelones, nos cuenta que su interés por las historias de la campaña y la tradición surgió en su adolescencia, inspirado en los relatos de su abuelo sobre las revoluciones y líderes del pasado, figuras como Aparicio Saravia. Sin embargo, lo que inició como una actividad recreativa —explorar el campo, pescar y acampar— pronto se transformó en una investigación histórica profunda. “El interés vino cuando empecé a encontrar ruinas y objetos antiguos”, explica Guzmán, quien comenzó a entender que esas piezas eran parte de un legado cultural más amplio.
La decisión de transformar esos hallazgos en una obra tangible y accesible no fue sencilla. Al no contar con el respaldo de una editorial, Guzmán trabajó arduamente para producir los primeros ejemplares de su libro. “Fue una producción totalmente casera, y conseguir la primera edición fue difícil, pero la respuesta del público fue asombrosa”, señala. Este esfuerzo independiente demuestra una determinación que se refleja en cada página de su obra, la cual no solo documenta un sitio en particular sino que también preserva la memoria de un Uruguay rural y tradicional.
El proceso de exploración en la Tapera de Oribe comenzó con hallazgos sorprendentes: espuelas, estribos, candados antiguos, monedas de principios del siglo XIX y, sobre todo, armas y botones con el escudo nacional. Estos objetos, que han permanecido en silencio durante décadas, guardan historias de un tiempo en que Uruguay era un territorio en construcción, donde cada centímetro de tierra contenía fragmentos de un pasado heroico y a veces trágico. “Cada pieza cuenta algo. Yo me sentía en la obligación de no quedarme con ellas, sino de documentarlas y darlas a conocer”, cuenta con sinceridad.
Uno de los mayores desafíos en su trabajo ha sido el acceso a los terrenos privados donde se encuentran estos lugares históricos. Sin embargo, la publicación de su libro ha facilitado su misión, ya que le permite mostrar su trabajo a los propietarios y explicar el propósito cultural de su investigación. Esta seriedad ha sido clave para que Guzmán pudiera rescatar del olvido historias que, de otra forma, se habrían perdido en el tiempo.
La repercusión de La Tapera de Oribe ha sido notable, especialmente en medios regionales y nacionales. “El apoyo que recibí me sorprendió. No esperaba que, siendo tan joven, la gente valorara tanto el trabajo que hice”, comenta Guzmán. Este respaldo le ha permitido realizar varias ediciones del libro, cada una más completa y enriquecida que la anterior, gracias a las piezas adicionales encontradas en el lugar.
Con cada nuevo hallazgo en la Tapera de Oribe, Guzmán fue descubriendo indicios que lo llevaban más allá de una simple colección de objetos. La evidencia de balas de plomo, armas fragmentadas y monedas del siglo XIX comenzó a dibujar el contorno de un lugar que probablemente estuvo vinculado a conflictos y episodios significativos de la historia nacional. Estos descubrimientos motivaron a Guzmán a investigar en archivos y documentos, complementando sus hallazgos materiales con una base documental que diera contexto histórico a cada pieza. “Empecé a comprender que este sitio no solo era un vestigio físico, sino un capítulo que conectaba con la historia más amplia de Uruguay”, explica.
Al preguntar sobre el significado de estos objetos, Guzmán comenta con entusiasmo: “Cada hallazgo es como una palabra en un idioma antiguo que estoy aprendiendo a leer. Un estribo no es solo un objeto, es un testigo del paso de hombres y mujeres en tiempos difíciles; una moneda de 1800 representa el esfuerzo y la vida cotidiana de una época que dejó marcas profundas en el suelo de nuestra tierra”. La conexión emocional que Guzmán tiene con su trabajo es evidente, y su dedicación por preservar estos testimonios históricos demuestra su compromiso con el patrimonio cultural del país.
El proyecto no ha estado exento de desafíos. Además de los costos económicos, Guzmán ha tenido que enfrentar la dificultad de obtener permisos para ingresar a propiedades privadas, ya que muchos de estos sitios históricos se encuentran en terrenos particulares. No obstante, su enfoque serio y profesional le ha abierto puertas. “Cuando les muestro el libro, los propietarios entienden que mi intención es registrar y rescatar, no simplemente ‘jugar’ a buscar tesoros. Eso ha sido clave para obtener su confianza y apoyo”, señala.
Uno de los aspectos más interesantes del trabajo de Guzmán es la metodología que ha desarrollado para registrar cada hallazgo. Al recuperar un objeto, lo documenta meticulosamente con fotografías, descripciones y coordenadas del lugar exacto donde fue encontrado. Esta labor de archivista, que podría parecer una simple formalidad, es en realidad la base sobre la cual Guzmán reconstruye las historias que estos objetos esconden. Gracias a este rigor documental, el libro no solo es un catálogo de piezas encontradas, sino una narrativa cohesiva que permite al lector entender la importancia y contexto de cada elemento.
Guzmán explica que este método surgió de una necesidad ética. “Muchos coleccionistas guardan los objetos sin ningún tipo de registro. Para mí, eso es un desperdicio cultural. Cada pieza es parte de un rompecabezas mayor, y solo al unirlas con el lugar y el contexto histórico se puede contar la historia completa. Mi objetivo no es quedarme con los objetos, sino que estos sirvan para contar la historia de nuestro país”.
La seriedad con la que Guzmán ha abordado esta tarea ha llamado la atención de medios nacionales y regionales, y le ha permitido llevar sus presentaciones a localidades del interior, como Cerro Chato, Treinta y Tres, y Paso de los Toros. En cada uno de estos eventos, Guzmán no solo presenta el libro, sino que también lleva algunos de los objetos encontrados, para que el público pueda ver y comprender de primera mano la relevancia de cada pieza. “La gente queda asombrada al ver los hallazgos. Creo que eso es parte de lo que hace este trabajo tan especial, porque no es solo una historia escrita, sino algo tangible, algo que puedes tocar y conectar con el pasado”, reflexiona.
Uno de los momentos más significativos en la trayectoria de Guzmán fue su encuentro con Valentín Trujillo, director de la Biblioteca Nacional de Uruguay. Gracias al nexo establecido entre ambos, Guzmán pudo presentar su trabajo a una de las figuras más influyentes en el ámbito cultural del país. “Fue una reunión muy gratificante. La Biblioteca Nacional ha sido fundamental en mi investigación, y Trujillo mostró un interés genuino en el proyecto. Me dio acceso a materiales y diarios históricos que no había podido consultar antes, lo cual ha sido invaluable para profundizar en la historia de la Tapera de Oribe”.
Trujillo también ofreció apoyo para llevar el proyecto a otras localidades, promoviendo el libro y los objetos en lugares del interior que podrían tener un vínculo emocional con estas historias. Esta colaboración ha sido un impulso fundamental para Guzmán, quien reconoce que, sin la ayuda de personas como Trujillo y los medios que han dado espacio a su trabajo, sería difícil lograr la difusión necesaria para un libro sin editorial. “El apoyo de los medios y de figuras como Trujillo ha sido crucial. Es gracias a ellos que el libro ha llegado tan lejos”.
En cada presentación, Guzmán percibe el interés y la emoción de las personas que descubren estas historias olvidadas. En sus palabras: “No esperaba que el libro tuviera tanta repercusión. Me sorprende cómo la gente se interesa en algo que parecía tan escondido y distante. He recibido mensajes de todo el país, de personas que quieren que lleve el libro y los hallazgos a sus localidades. Eso es lo que más me motiva: ver que este trabajo, que comenzó casi como un hobby, está realmente conectando con la gente y generando un interés genuino por nuestra historia”.
La historia de la Tapera de Oribe es un reflejo del Uruguay rural, de un tiempo en el que la campaña era testigo de revoluciones, vida cotidiana y esfuerzo. Guzmán menciona que, aunque existen numerosos lugares similares, decidió enfocarse en este sitio específico por la cantidad y relevancia de los objetos encontrados. “Cada hallazgo me daba una nueva pista. Sabía que tenía que documentarlo, que no podía dejar que este lugar se perdiera en el olvido sin contar su historia”, explica.
El libro ha pasado por varias ediciones, cada una ampliada y enriquecida con nuevos hallazgos y detalles históricos. La última edición, que cuenta con más de 265 páginas, es el resultado de años de investigación, visitas a archivos, entrevistas con descendientes de las personas que vivieron en el lugar, y una ardua labor de restauración y conservación de los objetos encontrados. Guzmán se muestra satisfecho con esta versión final, aunque admite que en el mundo de la investigación histórica, un proyecto nunca está realmente “terminado”.
“Como dice Schubert Flores, los libros nunca son una edición definitiva. Siempre aparecen nuevos datos, nuevas piezas que enriquecen la historia. Creo que eso es parte de la magia de este trabajo. Nunca se sabe realmente todo, y siempre hay algo más que descubrir”, comenta Guzmán, con una mezcla de humildad y orgullo por el trabajo realizado hasta ahora.
La difusión de La Tapera de Oribe ha sido una tarea constante para Guzmán, quien utiliza sus redes sociales y contactos personales para llegar a nuevos lectores. Al no contar con una editorial, él mismo se encarga de coordinar los envíos de los libros a diferentes localidades. “Cada vez que alguien me escribe para pedir un ejemplar, siento que el esfuerzo vale la pena. Sé que este es un trabajo de mucha paciencia, pero también sé que cada lector está ayudando a mantener viva esta historia”, reflexiona.
Para quienes estén interesados en adquirir el libro o en organizar una presentación, Guzmán invita a contactarlo a través de sus redes sociales o a su número de WhatsApp 092 912 800. Su entusiasmo es evidente, y la posibilidad de llevar su trabajo a otras regiones del país es una meta que desea alcanzar. “Este es un trabajo para todos, para cada uruguayo que quiera conocer su historia. Me encantaría llevar el libro a cada rincón del país”.
Durante su participación en una columna de la radio Abrazo País, Guzmán ha compartido fragmentos de sus investigaciones, lo que le ha permitido llegar a una audiencia más amplia y fortalecer su rol como divulgador cultural. “A través de estos espacios, puedo hablar directamente con la gente, responder preguntas, y eso me da una enorme satisfacción. Es muy distinto a escribir el libro, es una experiencia viva que me permite ver el interés y el entusiasmo de las personas por estos temas”, comenta.
Al finalizar la entrevista, le preguntamos a Guzmán sobre sus planes futuros. ¿Qué sigue después de La Tapera de Oribe? Sin dudarlo, me cuenta que tiene varias investigaciones en mente y que su pasión por descubrir y preservar sitios históricos solo ha aumentado. “Creo que hay muchísimos lugares en Uruguay que merecen ser rescatados del olvido. Si este libro ayuda a que la gente valore estos sitios y se interese en conservarlos, entonces sentiré que el esfuerzo realmente valió la pena”, concluye.
La historia de Guzmán Garrido Rosa y su libro La Tapera de Oribe son un recordatorio de que, incluso en las ruinas olvidadas y los objetos sepultados por el tiempo, existen relatos que esperan ser contados. Este joven investigador no solo ha rescatado la historia de un lugar, sino que ha revitalizado el interés por nuestro patrimonio cultural, inspirando a otros a preservar y valorar el legado de quienes vivieron antes. Guzmán, con su pasión y esfuerzo, nos invita a reflexionar sobre nuestra identidad y a recordar que el pasado, cuando se mantiene vivo, es también una guía para el futuro.