La historiadora Magdalena Broquetas estuvo hace unos días en Mercedes para presentar su libro “Ganar la Guerra. Cultura, sociedad y política en el Uruguay autoritario 1967-1973”. Evento del que oportunamente informáramos.
La oportunidad fue propicia para dialogar con ella sobre esa investigación en concreto y los elementos que aún persisten de ese período histórico.
Previo al golpe de Estado de 1973 se tiene la visión idílica del Uruguay próspero, tolerante y hasta progresista. “Ahora, que éramos la Suiza de América” relativizó Magdalena Broquetas al dialogar con @gesor, “había una serie de cuestiones no resueltas a nivel de acceso a la salud, a nivel de vida en general, y siempre hubo un recelo hacia los avances sindicales y hacia los avances de las izquierdas”. Agregando “entonces que en los 60 Uruguay no era la Suiza de América, seguro. Antes, bueno, tenía algunas cosas interesantes en comparación, pero también tenía muchos problemas”. Temas del pasado que se repiten en la actualidad, ya que “en estos últimos años hemos vuelto a ver discursos, ideas, asociaciones, que si uno se tapa los ojos y dice, pero de vuelta, diciendo que los docentes están adoctrinando, o de vuelta diciendo que los docentes se están infiltrando, o hablando de los paros, no para denunciar una situación que puede ser legítima, sino como una forma de horadar algo que en teoría está bien”. Acotando “es muy fuerte ese sentido común que se generó en los 60, y en el que la dictadura insistió mucho, como rápidamente aflora de nuevo cuando hay, como estamos transitando ahora, problemas, por ejemplo, con la reforma educativa, o problemas a nivel de la situación salarial de los docentes. Creo que algo parecido ocurre con los sindicatos, es rápida la asociación del estigma”.
Ganar la guerra. Los militares en el río La Plata instalaron ese discurso de que hubo una guerra, y que por eso se cometieron los excesos que se cometieron. Pero la izquierda también fomentó ese discurso. Porque se dirigieron como mártires cuando a veces no lo fueron.
-“Se escucha mucho esto de la guerra. De que hubo una guerra. Y se escucha de los dos lados. Como bien decís, la derecha, los militares dicen había una guerra. Y una parte de la izquierda dice haber estado en guerra. Este libro discute esa idea. Y propone una noción de guerra en otro sentido. Hay mucho temor, no sólo en el gobierno y no sólo en los partidos, sino también en sectores civiles, en cámaras empresariales, en sectores más conservadores de las iglesias. Mucho temor ante los avances de las izquierdas.
Pero no solo de las izquierdas guerrilleras, que a veces son las que hablan un poco de, bueno, combatimos, fuimos combatientes. Sino los avances de las izquierdas que estaban ocurriendo en Uruguay, en el Cono Sur, como nunca antes. Proyectos políticos, proyectos sociales. Cambios en el movimiento estudiantil. Enorme vigorización del movimiento sindical. Cambios en el universo cristiano.
Todo el progresismo en la Iglesia. Los grandes cambios. La idea de que los cristianos tenían que comprometerse con las luchas políticas.
Incluso cambios en el terreno cultural. Entonces este libro toma esa idea tan extendida de una guerra y habla de lo que a mi juicio es una guerra más real. Que eran muchos planos y que si bien no era una batalla con armas, bueno, se la libró desde muchos frentes y con una virulencia impresionante”.
¿Esa batalla tenía que ver con el conservadurismo que siempre tuvo Uruguay y que no quería perder eso?
-“El conservadurismo lo tuvo siempre Uruguay. Siempre hay expresiones conservadoras. Pero yo creo que en estos largos 60, y en particular en el periodo 68, 73, la reacción del conservadurismo es más fuerte que nunca. Porque el avance de las izquierdas se percibía como más fuerte que nunca. Entonces, sí, no es un libro que descuide la dimensión institucional del autoritarismo. Es un libro en el que se puede ver el recorrido, las medidas prontas de seguridad, las militarizaciones, el avance del poder militar. Atraviesa el 72, el golpe en etapas del golpe de febrero, la llegada a junio. Eso está en el libro. Y está, y está con documentación novedosa. Y arranca en el 67, en ese año, esos 10 meses de Gestido
(Oscar, presidente del Uruguay del 1 de marzo al 6 de diciembre de 1967) que quisieron ser algo y terminaron siendo otra cosa.
Porque hay una derecha autoritaria que gana la pulseada. Pero es también, a mí me gusta decir que es un libro que mira el autoritarismo desde los márgenes y desde abajo. Porque si hay algo que había sedimentado bien en la sociedad uruguaya en el momento del golpe y el inicio de la dictadura, es que había un enemigo interno. Y para que distintos sectores sociales, los menos politizados, los que tenían menos participación en partidos, en sindicatos, realmente creyeran que había un peligro y que había un enemigo, bueno, eso requirió de esfuerzos múltiples, sostenidos, no solo desde arriba, sino desde varios planos. Entonces, en el libro se ven organizaciones civiles, organizaciones de anticomunismo civil, de padres y vecinos, por ejemplo. Se ve mucho el terror que despertó todo el campo de la educación. Con un Consejo de Secundaria que tenía co-gobierno, en el que participaban los docentes en el co-gobierno de la educación. Bueno, con todo lo que era la politización de los estudiantes, estudiantes cada vez más jóvenes, algunos incluso de Ciclo Básico, que no sólo se integraban a los gremios liceales, que tenían vínculos con las izquierdas partidarias, sino que hacían asambleas en horario de clase, pintaban las aulas. Enorme temor con los profesores. El libro mapea muchas organizaciones que pedían la destitución de profesores, la expurgación del cuerpo docente, la expurgación de contenidos, de programas, de textos. Todo el tema sindical. El libro mira, lo que conocemos de las militarizaciones, de todo lo que fue la contención de la protesta sindical, pero también mira cómo se proponen otros sindicatos. Sindicatos, lo que les llamaban el sindicalismo libre, el sindicalismo anticomunista. Que lo tenemos menos estudiado para el caso uruguayo, pero que tuvo sus esfuerzos. Y así en otros planos. Te decía lo de las iglesias. Bueno, mayoritariamente la Iglesia Católica, con Parteli (Carlos 1910-1999, Obispo de Tacuarembó y Arzobispo de Montevideo) a la cabeza y con varios obispos, es una iglesia mayoritariamente progresista.
Sin embargo, había bastiones conservadores, pienso en Corso (Antonio, 1916-1985, Obispo auxiliar de Montevideo. Fue el primer Obispo de Maldonado), Balaguer (Miguel) en Tacuarembó. Y la prensa, sobre todo La Mañana. En el 67 es el momento en que se forma el núcleo uruguayo de TFP, de Tradición, Familia y Propiedad, que van a dar batalla, que van a decir: ¿Cómo tan laxo? ¿Cómo idealizar la figura de Camilo Torres? No, recuperar una autoridad y un conservadurismo a ese nivel.
Podría seguir con otros planos. Aparece la dimensión cultural, todo lo que generó el canto de protesta, el nuevo Cine. Aparece una reacción contra eso, y aparece también la violencia terrorista de la derecha. Entonces, es todo un recorrido que demuestra, me parece que como no habían mostrado otros libros, que si el 67 es bien importante para las izquierdas latinoamericanas, pensemos en la OLAS, la Organización Latinoamericana de Solidaridad con Cuba, donde se encuentran izquierdas de todas partes del mundo y dicen, bueno, si hay que generar estados socialistas, pensemos en el crecimiento enorme del Partido Comunista en Uruguay, pensemos en el crecimiento de las izquierdas sindicales, como decía. Bueno, el 67 y el camino que se recorrió hasta el 73 también fue muy importante para el conservadurismo y para las derechas.
Y si bien algunos lo sabemos, otros lo vivieron, bueno, me parece que la particularidad de este libro es que con mucha documentación lo va mostrando y va abriendo puertas a otras dimensiones del acontecer que me parece que van a ayudar a entender esto que conversábamos al principio, que en el momento del golpe no es un callejón sin salida, una convergencia en algo inevitable, sino que es también un momento que varios actores políticos y sociales vivieron como una oportunidad para implementar reformas y cambios profundos y duraderos vinculados en parte a lo político partidario, se quiere eliminar a la izquierda marxista sobre todo, pero sobre todo a nivel económico, a nivel del cambio del modelo económico, a nivel social, cambios en la educación, cambios en el funcionamiento sindical. Y bueno, en ese sentido propone una clave de lectura novedosa”.
Y esa reacción de la derecha hacia la izquierda entre el 68 y el 80 que duró la dictadura, ¿qué es la diferencia de otras dictaduras que tuvimos en Uruguay? ¿Es que la izquierda tenía más apoyo, más respaldo? Estoy pensando que, por ejemplo, a principios del siglo existían los anarquistas expropiadores que no captaban tanta atención en la sociedad y que la derecha no reaccionó de la manera que reaccionó en el 60 y en el 70.
-“Esa es una clave correcta de lectura. Hay tres golpes, o hay distintos momentos de anticomunismo, o hay distintas reacciones de las derechas. Acá mencionás esa reacción que se produce a principios del siglo XX que está muy vinculada con el batllismo, con todo lo que fueron los avances del reformismo batllista, las nacionalizaciones; incluso la reforma moral, la laicización. Y que sin duda se entronca con los primeros brotes antisindicales que están muy vinculados con el anarcosindicalismo y con las izquierdas, que las que son más fuertes son las anarquistas, que en el Río de la Plata, como bien decís, en primeras décadas son bien fuertes.
Después está el golpe de Terra (Gabriel). Podríamos decir, bueno, qué pasa en esa dictadura. Pero, en efecto, me parece que la potencia, la fortaleza que habían adquirido las izquierdas políticas y sindicales en el correr de los 60 y antes del golpe de Estado, bueno, no tiene punto de comparación con lo que era en ese inicio del siglo XX o en el momento de la dictadura de Terra, que en realidad lo que va a ocurrir es que la represión generalizada es contra líderes políticos. En el 33, un autogolpe, como en el 73, y ¿qué pasa? Se producen destierro, exilio, prisión de los líderes batllistas o opositores a Terra, pero que son de la clase dirigente. No hay un pronunciamiento fuerte de los sindicatos, no hay tampoco una represión hacia los sindicatos.
En el 73 ese enemigo de la izquierda tiene otra entidad.
Podemos ver el siglo XX uruguayo como en dos mitades. En esta segunda mitad del siglo XX, el sindicalismo, sobre todo el sindicalismo clasista, crece, y además empieza a estar concertado. Fijémonos que a fines de los 50, Uruguay empieza a vivir esta crisis económica tan fuerte, ya con un sindicalismo cuantitativamente importante y cualitativamente importante, capaz de generar acciones de paralización y de concertar, de tener acciones de solidaridad, acciones en términos de clase. 1964-66, consolidación de la CNT. 1965-66, y este periodo que trabaja libro a finales de los 60, la crisis económica se profundizó mucho y la capacidad de los sindicatos de parar el país, de paralizar el país, era muy efectiva. Y además son sindicatos muy politizados, que tienen vínculo con las distintas ramas de las izquierdas. Y son sindicatos que además participan en la negociación salarial. Pensemos que existía la Ley de Consejo de Salario, del 43, entonces las negociaciones eran tripartitas.
Y acá, en el libro, eso se trabaja muy en detalle, los intentos son muy evidentes. Bueno, despolitizar y sacar a los representantes de los trabajadores de la negociación del salario, que es por donde se va a cortar el hilo. Pensemos en la congelación salarial de Pacheco en el 68, y ahí una pérdida de salario real que nunca más se recuperó, hasta después de la dictadura”.
Entonces eso quiere decir que los uruguayos de aquella época, o capaz que hasta ahora, no éramos tan democráticos como nos decíamos. Que en el discurso sí, pero después eran las acciones, no.
-“¿En qué época?”.
En el 60 y en el 70. Por todo aquel cuento de la Suiza América, de que el hijo del pobre podía llegar a ser presidente...
-Bueno, como todo imaginario nacional, tiene mucho de mirada autocomplaciente, algo de verdad, y mucho que se podría cuestionar.
Uruguay, en el contexto latinoamericano, tenía, se destacaba, precisamente por su matriz histórica, inicios del siglo XX. Hubo batllismo. Hubo reformismo. Extensión de la educación, educación gratuita, extensión de la alfabetización, expansión de las clases medias, esto no ocurre en toda América Latina.
Ahora, que éramos la Suiza de América, había una serie de cuestiones no resueltas a nivel de acceso a la salud, a nivel de vida en general, y siempre hubo un recelo hacia los avances sindicales y hacia los avances de las izquierdas. Cuando la cosa se empieza a poner más complicada, y además esa prosperidad frágil que había logrado Uruguay en el contexto de las guerras, de la Segunda Guerra, la Guerra de Corea, entre grosso modo 40, 51, 52, 53, cuando eso se termina, y el modelo intervencionista, el modelo de industrialización por sustitución de importaciones empieza a ser agua y la crisis económica es evidente, y el batllismo además se va del poder. Pensemos que gana el herrero- ruralismo a partir del 58, asumen el 59, las dos primeras respuestas son liberalización económica y reforma cambiaria. Y muy poco dialoguismo con los sindicatos obreros. Muy poco dialoguismo.
Se empieza a ver muy temprano. Estamos hablando 59, 60, 61, ya no 68, se empieza a ver una tendencia hacia la criminalización de la protesta social y se empieza a ver una propensión cada vez más evidente del uso de la fuerza represiva. Entonces que en los 60 Uruguay no era la Suiza de América, seguro. Antes, bueno, tenía algunas cosas interesantes en comparación, pero también tenía muchos problemas”.
¿Qué claves de aquella guerra quedan hoy en día? ¿Qué características quedan para decir esto puede ser comparable con aquello?
-“Son contextos muy diferentes. Estamos hablando de más de 50 años, pero pensemos en el campo de la educación. Finalmente se interviene, secundaria, y UTU, en 1970, tres años antes del golpe. Se logra sacar a los docentes del gobierno de la educación. Luego una ley, la ley del 73, la ley de educación general, que forma el CONAE, en dictadura sigue el CONAE, y en democracia no recuperamos del todo la autonomía de la enseñanza secundaria en relación al poder político.
Y ahora en estos últimos años hemos vuelto a ver discursos, ideas, asociaciones, que si uno se tapa los ojos y dice, pero de vuelta, diciendo que los docentes están adoctrinando, o de vuelta diciendo que los docentes se están infiltrando, o hablando de los paros, no para denunciar una situación que puede ser legítima, sino como una forma de horadar algo que en teoría está bien. Bueno, es muy fuerte ese sentido común que se generó en los 60, y en el que la dictadura insistió mucho, como rápidamente aflora de nuevo cuando hay, como estamos transitando ahora, problemas, por ejemplo, con la reforma educativa, o problemas a nivel de la situación salarial de los docentes. Creo que algo parecido ocurre con los sindicatos, es rápida la asociación del estigma.
Y creo que, yendo a lo primero que comentabas cuando empezamos la charla, que es increíble que a 50 años del golpe de Estado sigamos escuchando por parte de los militares, por parte de la derecha política, y también por parte de un sector de la izquierda, esta idea de que hubo una guerra, y de que se combatió. Me parece que es algo que persiste, y que justamente la historia, los libros de historia, los hechos, y los hechos probados, el relato con sostén fáctico, nos tiene que ayudar a entender de qué estamos hablando. Cuánto hay de discursivo, y cuánto hay de, sí, una guerra que fue simbólica. Una guerra que fue una batalla para ganar la calle, para ganar los centros de estudio, para ganar las aulas, para ganar las iglesias, y para ganar el arte popular”.