(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Es joven Claudia Sheinbaum Pardo, la presidenta de México. Tiene 62 años. Asumió el pasado lunes primero de octubre y la esperan seis años nada tranquilos en el Palacio Nacional, Ubicado al oriente de la Plaza de la Constitución en el Centro Histórico de la Ciudad de México, un bellísimo lugar. Es una mujer de larga trayectoria académica, con un currículo envidiable que pocos mandatarios latinoamericanos pueden presentar. Más aún, hay algunos que no tienen nada que presentar, ni siquiera un título de fin de carrera. Y otros que jamás pisaron una sala de clase universitaria.
Pero la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene para dar y regalar, desde una licenciatura en Física en la UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, donde realizó todos sus estudios, hasta un doctorado en Ingeniería en Energía en la Facultad de Ingeniería, siendo la primera mujer en ingresar a ella en 1995. Entre ambos grados académicos se encuentra su Magíster en Ingeniería Energética. Y una serie de otros estudios y publicaciones que reflejan su vocación académica. Un lujo para los mexicanos. Esperemos que lo sea también como Jefa de la nación.
Por experiencia política no se queda. Como estudiante de la UNAM formó parte del CEU, Consejo Estudiantil Universitario creado en 1986, que daría origen al Partido de la Revolución Democrática. Desde aquellos tiempos que hoy parecen tan lejanos, hay un largo recorrido por la política mayor hasta llegar a la Presidencia de la República. Pero podríamos, todavía, remontarnos más en el tiempo, casi como una anécdota, cuando a sus seis años de edad, recordando la masacre de Tlatelolco, en la histórica Plaza de las Tres Culturas en que el Ejército asesinó, según algunas fuentes modernas, entre 300 y 400 personas el 2 de octubre de 1968.
“Soy hija del 68” ha dicho. Recuerda que sus padres también participaron de ese movimiento estudiantil. Es judía de tomo y lomo. Su padre, el químico Carlos Sheinbaum Yoselevitz, formaba parte de la comunidad judía asquenazí originaria de Lituania, que llegó a México en la década de 1920. Y su madre, la bióloga Annie Pardo Cemo, es hija de judíos sefardíes que salieron de Bulgaria en la misma época. Sin duda, la Presidenta Sheinbaum rompe con la tradición presidencialista mexicana no solo por ser la primera mujer que ocupa el Palacio Nacional, sino también por su larga y exitosa carrera académica y sus orígenes familiares. Sus primeras palabras, aunque de rigor, gustaron.
“Les manifiesto: en nuestro gobierno garantizaremos todas las libertades, la de expresión, de prensa, de reunión, de movilización. La libertad es un principio democrático y nosotros somos demócratas, se respetarán los derechos humanos y nunca usaremos la fuerza del Estado para reprimir al pueblo”, aunque no es recomendable prometer lo que puede, en determinado momento, no cumplirse por la propia contingencia histórico-social. Porque no creo que ningún presidente aceptaría que su país fuese quemado y saqueado como lo fue recientemente Chile, por ejemplo, a manos de delincuentes de la llamada y vandálica Primera Línea y otros.
Pero, en fin. Son sus primeras palabras. Lo importante es saber cómo va a controlar el crimen organizado que ha hecho de México un lugar altamente peligroso, que ha corrompido las instituciones públicas y que asesina masivamente inocentes. Una realidad insoslayable que ya tiene a su haber muchísimos políticos de todas las corrientes ideológicas siete metros bajo tierra.
La espera, sin duda, una ardua labor. Pero México bien vale la pena el sacrificio que ella no va a eludir y la lucha que está dispuesta a dar.