Gerardo Caetano es historiador, doncente  y politólogo. Su visita a la ciudad de  Mercedes  para brindar una charla fue la oportunidad para  dialogar con @gesor sobre la actual campaña política  desde el análisis de los discursos que se están  sucediendo.

Si bien  “el Uruguay tiene un antídoto que mantiene para evitar este tipo de nueva política, que son los partidos”, actualmente  “tenemos instrumentos que nos permiten llevar aquello de Goebbels, de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Podemos repetir hoy una mentira N millones de veces, a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Que son un maravilloso instrumento, pero que pueden ser un arma de destrucción masiva, pueden ser las dos cosas, depende de cómo las usemos”.

Estamos en medio de una campaña electoral con nuevos actores políticos, con el mismo panorama en cuanto a partidos, pero con nuevos actores. ¿Cómo ha cambiado en su visión la forma de hacer política y la forma de transmitir política en esta campaña con respecto a las anteriores?
-“ Bueno, al Uruguay llega, tarde pero llega, una nueva manera de hacer política que ya estábamos viendo en el mundo y en la región y que se estaba atisbando en el país, pero que hoy ha llegado de manera muy fuerte. ¿Cuáles son los rasgos de esa nueva política? La relevancia del relato, la relevancia de las redes sociales, la relevancia del formato comunicacional, la idea de que la política tiene más que ver con emociones y con percepciones que con ideas. La idea de que para capturar al voto es mejor utilizar Instagram para dar imágenes que reflexionar juntos y conversar sobre un asunto relevante”.

Hay menos contenido.
-“Hay mucho menos contenido y hay mucho más performance. Esto, que forma parte de una manera de encarar el mundo de las redes, es lo que muchos llaman la autoverdad. Siempre se habla de la postverdad, que es el discurso de la mentira, y hoy tenemos instrumentos que nos permiten llevar aquello de Goebbels, de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, la podemos repetir hoy una mentira N millones de veces, a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Que son un maravilloso instrumento, pero que pueden ser un arma de destrucción masiva, pueden ser las dos cosas, depende de cómo las usemos.

Como decía aquella broma, la culpa no la tiene el microscopio. Bueno, en ese sentido, este mundo de la fugacidad genera el mundo en donde el like, la performance, importa más que la conversación. No importa tanto persuadir al otro.  No me importa si lo que me dijo el otro era verdad, no me importa cuán fundamentado estaba.  No me importa nada, me importa cómo lo dijo”.

¿Corremos el riesgo de que pase algo similar a lo que sucedió en Brasil con Bolsonaro y con las falsas verdades?
 -“Ni que hablar. Estaba pensando en eso. En Brasil se hizo un estudio muy sofisticado sobre la autoverdad. La autoverdad en los votantes de Bolsonaro, y entonces se les preguntaba a los que habían votado a Bolsonaro si ellos estaban de acuerdo con un candidato que había dicho que había que matar a los gays, que había que matar a los comunistas, toda esa sarta de locuras.

Ellos decían que no, que no estaban de acuerdo, pero Bolsonaro tampoco. Y sobreinterpretaban a Bolsonaro. Él no piensa eso, lo hace porque le gusta romper contra lo establecido, contra lo políticamente correcto.

Entonces era impresionante ver cómo se sobreinterpretaba a Bolsonaro, y no se le daba crédito al contenido. Se le daba crédito a la performance, y por alguna razón, por supuesto estudiada, la performance generaba acercamiento. Eso es un gran peligro, porque la gente ya no vota por contenidos, sino que vota por performance, vota por percepciones, vota por emociones. Y eso en un país que necesita tantos contenidos puede llegar a ser muy peligroso. Puede entronizar, bueno, a líderes autoritarios con ideas absolutamente arcaicas, como fue el caso de Jair Bolsonaro en Brasil”. 

¿Hay personajes de ese tipo en la política uruguaya?  ¿Manini ha sido de esos,  por ejemplo?

–“Manini dijo en su momento, tanto en 2018 como en 2022, cuando ocurrían las elecciones nacionales en Brasil, que él sin duda alguna en Brasil hubiera votado a Bolsonaro, en las dos oportunidades. Bien, esa es toda una definición.  Sin embargo tiene que ver con otro tipo de acercamiento. Eran militares, se conocían, habían redes militares que estuvieron atrás del fenómeno Bolsonaro, que estaban, y están, tal vez en menor medida, atrás del fenómeno Cabildo Abierto. Ahora, curiosamente, frente al fenómeno Milei, que uno podría decir, bueno, es como la contracara del bolsonarismo en la Argentina, Manini no habló, y más bien sintió distancia.

Bueno, eso está expresando que aquello que lo podía acercar a Bolsonaro, y que es peligroso, no lo acercaba a Millei, porque se trataba de otro tipo de figura. El Uruguay tiene un antídoto que mantiene para evitar este tipo de nueva política, que son los partidos. El Uruguay es la última democracia de partidos que sobrevive en América Latina.

Lo que ocurre es que si los partidos son ganados por líderes que lo apuestan todo a la política comunicacional, y que justamente utilizan esta nueva política para afirmar su poder, bueno, los partidos pueden terminar entronizando a este tipo de figuras, que luego son figuras autoritarias, retrógradas, profundamente reaccionarias, y que no dan la respuesta que este mundo, en cambio vertiginoso, necesita”.