(escribe Sergio Pérez) Carlos Alberto Loray, nacido el 12 de diciembre de 1949 en Cañuelas, creció rodeado de tambos y tradiciones rurales que marcaron profundamente su vida. Desde joven, se involucró en múltiples oficios, incluyendo la herrería y la gestión cultural en la Municipalidad, donde eventualmente se jubiló. Su vínculo con el tradicionalismo comenzó en 1987, cuando decidió volcarse a la poesía criolla, un camino que lo llevó a destacarse en numerosos concursos literarios y a publicar varios libros de versos que reflejan la esencia del campo argentino.
La obra de Loray ha sido ampliamente reconocida no sólo en Argentina, sino también en Uruguay y Brasil, donde cantores populares han interpretado sus poemas. Su capacidad para capturar la vida rural y sus profundas raíces criollas le han ganado el título de "El Poeta de Buenos Aires". A lo largo de su carrera, ha recibido múltiples premios y reconocimientos, destacándose su reciente nombramiento como Prócer de la Cultura Federal en 2019.
En esta entrevista, Loray comparte sus experiencias, reflexiones sobre su trayectoria, y la importancia de mantener un contacto cercano y humano con su público.
Sergio Pérez (SP): En esta ocasión, queremos darnos un gusto personal con algo que teníamos programado hace algún tiempo: un diálogo con Carlos Loray. Agradecemos el contacto a nuestro compañero de tareas, Eduardo “Vasco” Etcheverne, quien también había estado conversando sobre esto y compartió algunas anécdotas que luego se transformaron en versos. Recordamos con cariño a Abel Ivroud, quien fue una persona muy querida en estas tierras uruguayas, cosechando amigos y haciendo visitas memorables a la ciudad de Cardona, la Revancha del Prado, la Sociedad Criolla La Lata Vieja, y muchos otros lugares. Hoy vamos a hablar de la historia de Carlos Loray, para conocerlo más profundamente.
Carlos Loray (CL): El gusto es mío, desde esta humilde ranchada de Cañuelas, en la República Argentina, recibir a un hermano, como nosotros decimos aquí, a los hermanos orientales, con ese afecto que sentimos realmente. Yo conocí Uruguay ya de grande y me agarré un cariño tan grande por su gente, a través del Vasco Etcheverne, donde estuve compartiendo su casa. Ahí conocí muchos amigos, mucha gente, y bueno, el cariño cosechado de los hermanos uruguayos.
SP: ¿Cuándo fue la primera vez que llegaste a estas tierras?
CL: No me acuerdo exactamente, pero debe haber sido hace como cinco o seis años, tal vez un poquito más. Fui con otro Vasco, el Vasco de Varadero, y con Abel Ivroud, que andaba con su guitarrista. Fuimos a casa del Vasco Echeverne y, bueno, estuvimos como una semana.
SP: Y en esa visita, ¿fue cuando surgió la letra del "Moro Charrúa", o fue en alguna posterior?
CL: No, no, fue esa vez. Estaba hablando con el Vasco, haciéndonos amigos. Siempre me gustaron mucho los caballos, y el Vasco tenía un moro hermoso. Me dijo: "¿Querés darle un galopito?" Y para mí fue un placer. Como si fuera poco, cerca del lugar tenía un campito y me dijo: "Ya que vas a salir, llévame esta potranca a un campito que estaba ahí, y déjala en ese potrero". Salí con el moro a la calle, con la yeguita de tiro. ¡Pucha, que me sentí orgulloso! De ahí, mientras cabalgaba, los pensamientos me iban acompañando. Recordé que el moro era uno de los pelos preferidos de Artigas, y también lo fue de Wenceslao Varela. Me sentí tan orgulloso que le prometí al Vasco escribirle un verso al moro. Lo fui escribiendo y se lo iba pasando a Abel, o al Vasco, por medio de esta tecnología que ahora nos permite mandar mensajes. Cuando lo completé, se lo mandé todo, y al poquito tiempo, Abel lo grabó. Lo usó como un verso de batalla para él. Realmente, estoy orgulloso y agradecido de ese momento, de haber podido andar a caballo en ese morito y escribir el verso.
SP: Carlos, vos naciste y vivís actualmente en Cañuelas.
CL: Sí, nací el 12 de diciembre de 1949, en el Hospital, a las 6:55 de la mañana, según mi mamá, que hace dos semanas que partió. Conozco mi pueblo desde entonces. Mi padre era tambero, y andábamos un poco de un pueblo a otro, como San Vicente, Las Heras, Marcos Paz, todos pueblos vecinos. También pasamos por González Catán, donde había tambos en ese entonces, y siempre estuvimos por acá. Desde el año 70 me afincé definitivamente en Cañuelas. Formé mi familia y, ya después, me mudé al centro, hace cuarenta y dos años que vivo en la calle San Lorenzo, en el primer barrio del barrio.
SP: ¿Cómo fue tu acercamiento a la poesía? ¿En qué momento sentiste esa necesidad de expresar tus pensamientos a través de la pluma?
CL: Siempre tuve inquietudes y escribía cosas desde mi escaso conocimiento de la parte tradicionalista. Yo nunca trabajé en una estancia ni recorrí un campo que no fuera un tambo, para buscar las vacas o la hacienda seca, atar el carro, o buscar alguna vaca parida en el fondo. Siempre tuve esa chispa interior de amar la tradición y escribir cosas que tienen que ver con los gauchos. Desde chico, me interesaba la historia, y cuando cumplí 10 años, mi abuela me regaló un almanaque con versos de Martín Fierro. A los 10 años, ya me sabía casi tres cuartas partes del libro de memoria. Cuando me vine a Cañuelas, ya casado y con una niña, me ligué al tradicionalismo a través de la comisión de bomberos voluntarios que organizaban una fiesta criolla para recaudar fondos. Fue en ese momento que empecé a conocer grandes cantores y poetas en la radio, y se encendió esa llama que tenía, que antes era solo una chispita.
SP: Me gustaría citar una frase de un prólogo que escribió alguien a quien conocimos el año pasado en La Peña de La Salamanca en La Plata: Carlos Raúl Risso, integrante de la asociación de escritores tradicionalistas. Él decía sobre vos: "Virtuoso del verso, con una gran facilidad para la rima y con una inspiración creadora que le permite pasearse con visos de realidad por las variadísimas cuestiones de la vida campera. Compone décimas de suma plasticidad, lo que las hace requeridas para sus repertorios por cantores y decidores". ¿Qué sentís cuando una figura como Carlos Raúl Risso escribe estas cosas sobre vos?
CL: Para mí, es un honor enorme, un halago que Carlos Raúl Risso tenga en cuenta mi trabajo. Admiro mucho esa prolijidad, algo que yo no tengo en estas cuestiones. La prolijidad que tiene para escribir, emplear el lenguaje gaucho, corregir y presentar sus libros de manera impecable, es admirable. Más allá de eso, su conocimiento sobre la historia del tradicionalismo es impresionante. He compartido con él cuando ha dado charlas, y es increíble cómo puede contar la historia de un soldado de un fortín en medio de la pampa, con todos sus detalles. Es un estudioso, un hombre aplicado, y para mí es un honor tenerlo como referente. He conversado mucho con él, mano a mano, y no me arrepiento de haber profundizado en el tradicionalismo con gente como él.
SP: ¿Tenés previsto hacer alguna nueva publicación, algún libro en el que estés trabajando?
CL: Ahora, tras la partida de mi mamá, que me tenía un poco absorbido, estoy pensando en hacer un compilado de todos los versos que he publicado en cuatro o cinco libros, algunos chiquitos, otros más grandes. Me gustaría hacer un libro grande que albergue todo mi escrito, y anexarle algunos cuentos, siempre de corte tradicionalista. Me encanta escribir sobre las campañas de los tambos, los amaneceres, las tardecitas del campo. Siempre digo que no hay privilegio más grande que ver el amanecer en el campo, oír el silencio cuando la noche se acerca a las casas. Ese privilegio lo llevo en mí para siempre.
SP: Ojalá nos podamos encontrar pronto en la vecina República Argentina. Será un placer tenerte nuevamente por aquí. ¿Tenés algo previsto?
CL: Sí, el Vasco me ha invitado toda la vida, pero la situación con mi mamá me tenía un poco atado. Ahora, lo único que me puede frenar sería la salud, pero ando bastante bien. Mi proyecto es ir a Montevideo cuando amague los primeros calores, o cuando se vayan estos grandes fríos. Ya lo tengo arreglado con el Vasco Echeverne. Iré hasta Montevideo, y luego veremos cómo seguimos. Pero sí, en noviembre, si Dios quiere, estaré allá compartiendo con ustedes.
Carlos Loray, una voz imprescindible del tradicionalismo, sigue enriqueciendo la cultura criolla con su poesía y su amor por las tradiciones. Su legado, arraigado en la historia rural argentina, continúa inspirando a nuevas generaciones, tanto en su tierra natal como más allá de las fronteras. La poesía de Loray, cargada de autenticidad y vivencias del campo, es un testimonio de la riqueza cultural que aún pervive en el corazón de la Argentina.