26 de July del 2024 a las 12:50 -
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Miguel Arcángel Lorido Millán
por Miguel Millán

Tenía 92 años al fallecer hace algunas horas. Lo despedimos junto a la familia en el cementerio de Mercedes. De su generación médica ya no queda nadie, llegaron algunos que fueron sus compañeros menores y todavía lo recuerdan. 
Muchas personas, como yo y mis hermanas, recordándolo como nuestro pediatra. También fue el pediatra de mis hijos y de tantos hijos de mi generación.
Era el primo hermano de mi padre, Chaná del Hum Millán. Tenían en común el mismo origen y una amistad muy sólida. Uno y otro me fueron contando los siguientes retazos.
Les gustaba cantar, desde siempre. Para educar sus voces decidieron ingresar a un coro que había en la iglesia católica “El Sagrado Corazón” en el barrio de la entonces plaza Flores (hoy Lavalleja). Pero, se presentó un inconveniente, mi padre no era bautizado y era una condición excluyente. Cuando decidieron bautizarlo, ya tenía catorce años, no le aceptaron que lo hiciera con su nombre, era un nombre indígena que le había elegido el abuelo Miguel. Así que lo terminaron bautizando con el nombre de Miguel Arcángel. 
Diez años después nací yo y me bautizaron con ese mismo nombre con el que cargo hasta hoy.
Como tantas historias de nuestra América colonizada por el imperio europeo y la iglesia católica. Les decimos que si para afuera y por dentro tratamos de seguir nuestro camino. 
Mi padre siempre fue el Chaná, el Negro, Chaná del Hum cuando se ponían solemne. Y el doctor siempre fue Miguelito.
Resulta que la madre de Miguelito había sido comunista. Era la portera del local del Partido acá en Mercedes, cuando estaba en Rodó y Oribe, décadas del cuarenta y cincuenta. Allí se hacían unas milongas de rompe y raja. Mi padre y su primo Miguelito, conseguían entrar gracias a la tía Secundina a pesar de que eran menores de edad. 
Allí aprendieron a bailar el tango. Lo bailaban muy bien, además de cantarlo.
Cuando volví del exilio en 1985 fui a vivir a una casa en Blanes Viale y 18 de Julio. Había un fondo de tierra, cortando el pasto encontré muchos fierros, herraduras y otros. 
Un día que el doctor Miguelito fue de visita me contó que él conocía esa casa. Allí había vivido un herrero comunista. Lo sabía porque en su adolescencia había repartido el periódico “Justicia” (el órgano oficial del Partido Comunista anterior al Popular) y ese era uno de los lugares adonde lo traía.
¿Qué más quieren que les cuente del doctor Miguelito para que digan “¡BINGO!”?
Nada que los servicios espidiemológicos no sepan, en su casa de Ledesma (hoy justamente rebautizada Ansina) y Artigas se realizaban cumpleaños y reuniones familiares muy bien atendidas por los anfitriones, Judith Rovira y Miguelito, donde se guitarreaba y cantaba el tango. Así fue siempre, en especial durante los doce años de dictadura. Uno de los habitúes a esas tenidas era el camarada Sánchez, el ingeniero, el representante del Partido Comunista en el secretariado del Frente Amplio encabezado por el doctor Juan José Crottogini.
Hay más. Hace unos años cayó en mis manos, la pelota busca al jugador, un libro de investigación histórica, escrito como ensayo muy ameno, lo recomiendo especialmente para quienes se interesan por estos temas. 
Es la historia sobre Miguel Arcángel Rosigna, el anarquista más famoso del Río de La Plata en la década de 1930. Él fue el genio detrás de la fuga de los anarquistas de la cárcel de Punta Carretas realizando un túnel desde la carbonería “El buen trato”. También fue el primer detenido desaparecido por razones políticas de Estados en 1935.
¡Ahí descubrí el origen familiar del nombre compuesto! El padre de Miguelito, como mi abuelo paterno, eran anarquistas con simpatías con los comunistas. ¡Vade retro Satanás!
Como me dijo una prima ayer en el velorio: el Arcángel se lo puso la abuela Secundina.
 

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