
Falleció Ariel Galain, el profesor de dibujo, el artista plástico, el individuo comprometido con la cultura, el hacedor de cosas; pero fundamentalmente -y nada menos- el hombre que abrió el patio de su casa para que entraran todos aquellos con inquietudes a la pintura, a la escultura, a las artes escénicas, a la literatura, a la música: en definitva a la vida.
Quienes lo conocimos supimos de sus cualidades , de su palabra firme, por momentos áspera pero nunca hiriente. Supimos de su generosidad, de esa que va más allá de lo material, que es la de compartir conocimientos sin pedir nada a cambio. Su casa era una fiesta cuando se llenaba de escolares o adolescentes, que periódicamente concurrían llevados por sus docentes, y él les despertaba las preguntas en torno a los por qué de las formas y los colores.
Quienes lo vimos en acción, trepado a una escalera o colgando cuadros para una exposición, podemos dar fe de esa generosidad en hacer lucir la obra del otro más que la propia, en aconsejar más con el ejemplo que intentando dar cátedra. Le gustaba enseñar, y tenía con qué, pero desde el llano, colocándose en el mismo plano que su auditorio porque no creía en las verdades absolutas.
A su extensa carrera como docente en Enseñanza Secundaria, le siguió su trabajo como uno de los iniciadores del Encuentro internacional de Escultores, que se realiza anualmente en Palmar. También creando su Taller al Sur por donde pasaron un número importante de artistas de diferentes disciplinas y con quienes anualmente, en cada verano llenaban el patio de su casa de pinturas, esculturas, cerámicas, fotografías, dibujos, grabados, música, danza. Una galería a cielo abierto que se llenaba de público, y que sin pedir nada a cambio, sin vender ni comercializar nada, ofrecía para que la ciudad entrara a su casa.
Se fue Ariel. El amigo, el profesor, el pintor, el escultor, el charlatán. El que quizá mejor imitaba, cuando se lo proponía, al hablar y en los gestos, a su viejo profesor, el recordado Fernando Cabezudo. Se fue Ariel, con sus lápices de colores, sus acuarelas pintando los paisajes del río Negro, o su querido barrio Cerro y sus personajes. Se fue Ariel; nos queda su legado.