(escribe Sergio Pérez) El pasado 31 de mayo, la senda del canto y la guitarra me llevó a la heroica Paysandú, una ciudad que me trajo recuerdos agridulces. La última vez que estuve con el protagonista de esta entrevista, estábamos en una rueda de amigos, donde dos de nuestros compañeros ya no están entre nosotros. En contraste con el clima invernal de hoy, mi memoria viajó hasta un mediodía de diciembre del año 2009, cuando compartíamos una mesa en la rambla costanera de Paysandú frente al Río Uruguay con “Quico” Diez, “Lelo” Fagúndez y Miguel Ángel Palomeque.
"¿Querés conocerlo a Palomeque?" – me preguntó Quico, con una alegría evidente en su rostro, acompañado de su característica barba teñida por el ríonovo. "Por supuesto" – respondí, anticipando un encuentro con una figura casi mítica. Yo simplemente conocía el nombre de Miguel Ángel Palomeque a través de Alfredo Zitarrosa, en canciones como “Vaya con la diferencia” o “Una falta livianita” interpretada por Larbanois & Carrero.
En 2009, Palomeque trabajaba por ese entonces en el Museo de la Tradición. Se nos unió con su andar tranquilo y un cigarro en los labios. Saludó, se sentó y comenzó la tertulia. No podía creer que estaba rodeado de aquellos que escribieron las letras con las que crecí y que fueron de las primeras que aprendí a tocar en la guitarra.
A pesar de los años, me prometí a mí mismo que volvería a Paysandú con el propósito de encontrarme con la figura de este gran baluarte de nuestra música oriental. Y así fue. De manera que, gracias a los amigos del Grupo Cultural Aníbal Sampayo, tendieron los puentes para que el encuentro se concretara.
Hoy, retirado de esas actividades, Palomeque me recibe con la misma sencillez de entonces. Su figura, esculpida por vivencias propias, sigue siendo la musa de sus reconocidas composiciones.
Don Miguel, ¿podría contarnos cuándo y dónde nació?"
-“Yo nací en Pueblo Beisso, un pueblito de 700 personas. Nací el 18 de octubre de 1949, lo que quiere decir que tengo 74 años. Ahí crecí y realicé la primaria. Éramos ocho hermanos y en aquel tiempo, mi padre priorizaba la educación de las hijas mujeres, enviándolas al pensionado de Guichón. Nosotros, los varones, tuvimos que salir a trabajar con él en el boliche de campaña y en la comparsa de alambradores”.
¿Y cuál fue su primer acercamiento a la música?
-“Mi primer acercamiento fue en el boliche de campaña, donde mi padre siempre tenía una guitarra y un acordeón para entretener a la gente. Me gustaba la música y me acercaba a escuchar, aunque mi padre me corría. Pero yo me quedaba escuchando desde afuera. Mi conservatorio musical fue ese boliche de campaña y la radio rural, donde escuchaba a Peregrino Torres y otros músicos”.
¿Y qué músicos recuerda de esos aprendizajes en los boliches de campaña? ¿Qué músicos le quedaron grabados en la memoria?
-“Había un tal Barreto que tocaba la guitarra, pero no me acuerdo del nombre, solo el apellido. Y el que tocaba el acordeón era un alemán llamado Federico Enche. Tenía un acordeón verde, lo recuerdo bien. Esos eran los músicos que iban. A veces, cuando aparecían troperos porque se embarcaba mucho ganado en Piñera, venían de un pueblo llamado La Cuchilla y otros lugares. Aparecía algún negro viejo con dedos callosos que tocaba polcas increíbles, todos autodidactas también. Esa fue la música que conocí”.
¿A qué instrumentos se volcó más?
-“Siempre me gustó la guitarra, que considero uno de los instrumentos más complicados. Compongo con la guitarra, aunque tengo dos o tres temas con acordeón. Empecé con una armónica, que suena igual que el acordeón de dos hileras, y luego agarré el acordeón que tenía mi padre. ¡Aprendí a tocar el Pericón Nacional y las maestras estaban chochas conmigo! A tal punto, que cuando había ensayo me chantajeaban con no dar recreo a mis compañeros si no llevaba el acordeón (risas). Luego, comencé con la guitarra, gracias a un muchacho que me dibujó las cuerdas y los diapasones en un cuaderno. Empecé con el acorde Mi, sacando una milonga. Nos divertíamos esperando el tren nocturno y tocando canciones jocosas y graciosas. Alguien me sugirió escribir algo más serio, y así empecé a basarme en vivencias propias. Mis canciones son vivencias musicalizadas. Dormí en galpones, carpas, pasé frío. Vivir la situación le da más fuerza a la canción”.
Además de la música, ¿qué otras actividades realizó durante su vida?”
-“Bueno, como te decía, trabajé en alambrados, en “tractoreadas”, y esquilé durante dos años. Justamente ayer me mandaron una foto de cuando estaba esquilando una oveja en lo Juan Villalba (Estancia La Negrita, de Adelberto Vigo). Mis trabajos siempre fueron rurales. Después, estuve en la policía; siempre digo que fui el más avivado de mis hermanos porque nunca me dejé explotar por nadie. Entré a la policía, aunque no era mi vocación. Estuve diez años allí; incluso me ascendieron, pero no quise seguir porque no era lo mío.
Una vez cerré la comisaría y me fui, liquidé y clausuré todo, y esto fue en plena dictadura. Me costó dos meses de privación de libertad y no me pasaron a la justicia militar de casualidad. Zafé porque zafé nomás. (Inspiración de “Una falta livianita”). Es una buena anécdota de esos tiempos. Luego, trabajé treinta y pico de años en la Intendencia. Entre la Policía y la Intendencia, sumé más de cuarenta años de trabajo.
En el ámbito de la música, también tengo muchos vínculos con el otro lado del río. Mi reconocimiento no es solo nacional, sino también internacional. Empecé a vincularme con músicos y festivales cuando me mudé a Guichón, donde viví por unos veinte años. Guichón es la segunda capital de Paysandú. Cuando venían cantores a Young, los llevaban a actuar a Guichón. Ahí conocí a Larbanois & Carrero; recuerdo un almuerzo en el Club Nacional cuando ellos grabaron 'Una falta livianita'. También conocí a Pablito Estramin, Gabino Sosa, los Cantaclaro y Yamandú Palacios.
En Paysandú conocí a Numa, quien, junto con Jorge Pasculli, consiguió el dinero del FONAM para grabar mi primer disco. Luego trabajé con los muchachos de Tantomán. Cuando la gente se entera de que uno garabatea algo con fundamento, lo buscan. Me siento contento porque siempre hay interés en mi material.
Ya que mencioné 'Una falta livianita', una letra muy conocida que popularizó Larbanois & Carrero. Otra de mis letras icónicas es 'Vaya con la diferencia'. Estaba hablando con un sobrino en Argentina sobre cómo surgió esa canción. Estaba aburrido en Pueblo Beisso, entreteniendo a mis sobrinos con la guitarra, pero sin letra. Después, apareció el duende de la creación y salió 'Vaya con la diferencia'. Empecé a ensayarla con un amigo muy cercano.
Cuando Zitarrosa estuvo en Guichón, un doctor paraguayo llamado Atilio Esquivel Gahona, ya fallecido pero siempre en mi recuerdo, hizo que Zitarrosa escuchara 'Vaya con la diferencia' y 'Charaboneando' en esos viejos grabadores de cinta. A Zitarrosa le gustaron y decidió cantarlas. Lamentablemente, nunca llegué a conocerlo en persona, pero mantengo una carta donde me sugería algunos cambios en la letra”.
Me dijo que no tuvo el gusto de conocer a Zitarrosa, pero me contaba que tiene un testimonio de él sobre las grabaciones que hizo de sus composiciones…
-“Sí, así es. Porque Zitarrosa tuvo la amabilidad, cuando el doctor le entregó ese cassette, que era, como yo decía, el de los más baratos. Y a los seis días me mandó ese cassette ensayado con los cuatro guitarristas”.
¿Se acuerda quienes eran los guitarristas en ese tiempo?
-“Yo creo que uno era Silvio Ortega el “Molécula”, Pérez…Méndez…aunque no recuerdo con exactitud. De los otros no me acuerdo. Y bueno, él me lo mandó de vuelta y después me mandó una carta, que ya le he sacado varias fotocopias, donde me sugería cambiar algunas palabras a los textos y yo le dije que sí. Digo, ¿cómo me voy a negar? Soy muy democrático en la música. Incluso algunos otros cantores a veces me han pedido cambiar algunas palabras. Digo, “sí, sí, no hay problema”. Es decir, yo más bien lo empecé a hacer como un hobby. No pensaba que las canciones iban a tomar vuelo. Después fueron levantando vuelo y bueno, son cosas que se dan, ¿no?”.
Y de esa carta, de esos testimonios, ¿se acuerda de lo que le decía Zitarrosa sobre sus temas, sobre sus composiciones?
-“Zitarrosa me saludaba y me decía que él me trataba de amigo sin conocerme. Y que si yo le autorizaba, él iba a cambiar esas palabras. Pero no fue muy extensa la carta. Más bien me mandó los textos y me señalaba dónde quería cambiar. Que dicho sea de paso, yo la seguí haciendo a mi manera nomás, porque él quería poner en una parte 'puro boniato y fideo'. Y eran los menos que daban en las estancias. En las estancias, el boniato y la papa no había. A veces era solamente tumbas resecas nomás y un poco de fideo, como dice el tema de Serafín J. García. A veces en algunas estancias que tenían patrones un poco mejores, se les ponía algún boniato, alguna papa. Pero si no, no había. Eran tiempos muy diferentes a los de ahora. Porque ahora el peón de campo vive de otra manera”.
¿Cómo lo conoció a don Adelberto Vigo?
-“A don Vigo lo conocí en Montevideo, cuando Héctor Numa Moraes, y el señor Jorge Pasculli, el esposo de la señora Vera Sienra - gran cantante - tuvieron la idea de ayudarme a grabar un disco por medio del FONAM. Y entonces ahí me conocí con la hija de don Vigo, en una comida que hicieron, y con unos hermanos Villalba, que uno es el esposo de Gladys, con Adolfo Villalba y Cecilia, me acuerdo que era la señora de Adolfo Villalba. Y ahí fue que se creó el vínculo con don Adelberto Vigo. Gran paisano, gran persona, muy querible. Y enseguida hubo una química muy especial con él”.
Ahí, usted ilustró el entorno con las palmeras, la estancia “La Negrita” y todo lo que menciona la canción.
-“Así es. Cuando conversábamos con él ahí abajo de las palmeras o cuando salíamos para el campo a recorrer y a traer alguna oveja para carnear, o algún cordero. Todo eso relacionado al campo”.
¿Qué recuerdos tiene de don Vigo?
-“Los mejores. Era un hombre que daba gusto escucharlo, porque trabajó siempre de capataz en las estancias. Era un hombre muy trabajador, muy responsable. Me contaba que en una estancia donde era capataz tenía el portón siempre abierto, como está en “La Negrita”. Un día el patrón le preguntó: 'Don Vigo, ¿por qué usted tiene el portón abierto ese siempre?' Y él respondió: 'Para que entre el aire, patrón'. Y bueno, y en su casa también, en la estancita de él, “la Negrita”, siempre estaba con la puerta abierta, como esperando visita. Porque siempre le gustaba tener la puerta abierta para esperar a la gente. Un paisano de esos de ley, como se dice”.
Usted menciona que sus composiciones son vivencias suyas que ha tenido y demás, ¿cómo ve hoy la música actual, sobre todo la música folclórica, la música nuestra? Se escuchan las cosas nuevas que van surgiendo ¿Hay un recambio, una renovación? Usted que está tan siempre aferrado a ese estilo de las cosas nuestras.
-“Yo te digo que las cosas van a ir evolucionando. El folklore ahora se ejecuta mucho con acordeón y guitarra. La polca se está fusionando mucho, incluso con algunas cumbias entreveradas. Yo tengo un tema, ·El Retozón”, que es un “vanerao” y me lo han hecho hasta en cumbia. Está todo bien. Pero es relativo todo.
Antes, hace años atrás, se veía como que la cultura musical de - por ejemplo - Osiris Rodríguez Castillos, que para mí es un olvidado por la juventud. No sé si alguno sabrá la gran pluma que fue y gran guitarrista que fue Osiris Rodríguez Castillos. La música viene con una savia nueva que hace ese tipo de música efervescente, para los festivales. A veces un guitarrista como usted, capaz que en un festival de esos no puede actuar. Tiene que hacerlo en un teatro, como acá en Paysandú, en el Florencio Sánchez, donde la gente está toda para adelante mirando. Porque en estos festivales grandes como la Patria Gaucha, el Festival del Mate, etc., un guitarrista, un cantante solista suele ser difícil. Porque la paisanada está efervescente y sale un acordeón sonando aunque esté medio desinflado y una guitarra media destemplada. Me parece que va por ahí, con el respeto a todos, porque todos hacemos lo que podemos y lo que nos gusta hacer. Incluso yo lo he practicado también porque tuve un conjunto que tocábamos con acordeones”.
Me hablaba un par de veces del tema de ese disco que grabó con el apoyo del FONAM. ¿Cuántos discos más ha grabado o ha participado también en algunos otros discos?”
-“Después del que mencioné, Oscar Ramírez consiguió también por medio del FONAM y grabamos un disco ahí, 'Levantando Polvareda'. Participé con los muchachos de Tantomán en 'Los Cantores de Paysandú', en la segunda edición. Y no mucho más. Soy medio casero, no soy muy de andar por ahí. Yo aporto más o menos las vivencias que me ha tocado y por ahí pasa la cosa. No hay mucho misterio en lo mío. Es totalmente sencillo y es así como le conté.
El haberme reencontrado con Miguel Ángel Palomeque no solo me permitió tener una de las instancias más enriquecedoras durante mi última visita a Paysandú. Es la auténticidad de la vida de un hombre profundamente arraigado en la tradición y la cultura del campo uruguayo, que también subraya su influencia perdurable en la música y la cultura nacional, convirtiéndose es un testimonio viviente de la rica herencia musical de nuestro país, un creador cuyas composiciones, nacidas de vivencias auténticas, resuenan con una verdad y una fuerza que trascienden generaciones. Su humildad, sabiduría y amor por la música lo convierten en una figura imprescindible para cualquier músico, emergente o consagrado. Conversar con él y nutrirse de su experiencia es un privilegio que nos invita a mantener en alto el reconocimiento y la valorización de nuestros mayores exponentes. Honrar a figuras como Miguel Ángel Palomeque es esencial para preservar y fortalecer el legado cultural que define nuestra identidad”.