Este año el mensaje se centra en destacar la necesidad de capacitar a las personas con asma para que sean capaces de controlar su enfermedad y reconocer cuándo buscar ayuda médica. Los profesionales de la salud también tienen la responsabilidad de fomentar una mayor conciencia sobre la morbilidad y mortalidad prevenibles asociadas con el asma, así como de difundir la evidencia más reciente sobre el manejo eficaz de esta enfermedad. Al hacerlo, proporcionan a sus pacientes información confiable y tratamientos óptimos.
El asma es la enfermedad crónica más común en la infancia. Se caracteriza por la inflamación de la vía aérea que se manifiesta con disnea, tos, dolor torácico y sibilancias. Los síntomas pueden desencadenarse por distintos factores, entre ellos, infecciones respiratorias virales, cambios en el clima, alérgenos, ácaros, ejercicio y la risa.
Las exacerbaciones de asma son más frecuentes cuando el asma no está controlada y pueden ser graves, por lo que es importante el reconocimiento precoz de síntomas para iniciar un tratamiento oportuno.
Este diagnóstico se confirma mediante estudios de función pulmonar. Todo paciente con sospecha de asma debe tener una espirometría con prueba broncodilatadora cuyo resultado normal no excluye el diagnóstico, por lo que conviene realizarlas de forma periódica.
La educación del niño con asma y de su familia reduce el riesgo de exacerbaciones y el coste sanitario, por lo que es uno de los pilares fundamentales del tratamiento para tener una vida normal para su edad.
Debemos enfatizar en cada caso el conocimiento de desencadenantes específicos y el reconocimiento de síntomas tempranos de una crisis, elaborar un plan de acción escrito, un protocolo de acción ante el inicio de una crisis asmática, verificar la técnica inhalatoria adecuada y su adherencia al tratamiento, clave para lograr un buen control del asma y disminuir la morbimortalidad.