La reforma jubilatoria es un componente central del ajuste neoliberal contra nuestro pueblo, un engranaje fundamental del modelo de la desigualdad, de la redistribución regresiva del ingreso, de la concentración de la riqueza.
La reforma jubilatoria implica que la inmensa mayoría de las y los trabajadores van a tener que trabajar más años para cobrar jubilaciones y pensiones menores y una transferencia de miles de millones de dólares hacia el capital financiero, en su solo beneficio.
El plebiscito, si triunfa, significará la recuperación del derecho de jubilarnos a los 60 años, no la obligación, como se miente a sabiendas; que las jubilaciones y pensiones mínimas sean, al menos, equivalentes al Salario Mínimo Nacional y que se termine con las AFAP y la apropiación por parte del capital financiero de miles de millones de dólares de las y los trabajadores, de su ahorro jubilatorio, para ganar millonadas y luego otorgar jubilaciones raquíticas.
Nos dicen que muchos países elevaron la edad de jubilación, lo que no nos dicen es qué pasó con las y los trabajadores en esos países. ¿Qué pasó? Pasó que cientos de miles de trabajadores no pudieron jubilarse.
Tampoco nos dicen que el mecanismo de aumentar la edad, de 60 a 65 y a la vez aumentar los años que se toman para el cálculo jubilatorio, de 10 a 20, provocará que miles no puedan llegar a esa edad y que, si llegan, cobren menos.
Tampoco dicen que hoy la mayoría de las y los trabajadores se jubila a los 63 o 64 años. ¿Por qué? Porque el cálculo jubilatorio a los 60 arroja una jubilación muy baja, entonces trabajando tres años más se eleva el monto, por los beneficios de cada año adicional. Ahora, a esa jubilación muy baja, se accederá recién a los 65 años y será más baja que la que ahora corresponde a los 60, para mejorarla tendremos que trabajar hasta los 68 o hasta los 70 años. Esa es la verdad.
(*) Comunicado de Fuecys Soriano