El trastorno disociativo de la identidad, conocido como trastorno de personalidad múltiple, consiste en "cambiar" a otras identidades. Es una patología de la psiquis que hace que los pensamientos, acciones y comportamientos en un ser humano pueden ser variables y completamente diferentes según distintas ocasiones. Pero apreciamos que también determinados colectivos, en forma consciente o inconsciente, pueden adoptar esa conducta.
En efecto, quizá el amable lector conozca o haya conocido a alguien con esa patología, que hace que dos o más personas cohabiten en el comportamiento del afectado, y que se manifiestan de forma distinta según las circunstancias, pues el mismo "cambia" a otras personalidades. Obviamente este proceder provoca incertidumbre, desconfianza y hasta temor en quienes de una forma u otra se vinculan con esa situación.
Muchas veces va asociado a un manejo intencional de las masas incautas, y la historia del cercano siglo XX nos muestra ejemplos que preferimos no recordar.
Vayamos al punto y hablemos claro: nadie en este país puede desconocer que la actitud del Frenteampliopitcnt en los múltiples aspectos que hacen a la vida política, y particularmente a los hechos vinculados con los derechos de las personas y su actuación en el ámbito público, transita por esa patología, lo que quizá sea tema de especialistas - no lo somos - pero es un hecho constatado a diario, denunciado, documentado, y hasta obvio en lo referente a sus respuestas.
Concretamente, nunca sabemos con cuál de los FA nos vamos a encontrar ante un hecho cualquiera, porque en situaciones parecidas que no involucran a esa "fuerza política" la misma se ha ufanado a través de todas sus estructuras, de ser clara, de querer la verdad, y son muchos los huesos a los cuales han insistido en llegar. Pero a veces no. No hay tal hueso.
Entretanto cierran filas en defensa de sus miembros - o hasta los sacrifican - cuando algo puede terminar en una verdad que no les guste, o no les convenga. Investigaciones en el freezer, discursos contradictorios ante situaciones similares, acusaciones "al voleo" o lo que es peor, inducir a quien escucha a adoptar conclusiones falsas, o al menos indemostrables, integran el diagnóstico del enfermo, que a través de sus múltiples personalidades asegura que tiene la fórmula para encausar al país por una senda distinta a la actual, para bien de la sociedad toda, no incluyendo en su discurso su estrepitoso fracaso anterior. Es, al menos, patológico.
Disponen de tribunales de ética propios, no se suman a las condenas de crímenes de la humanidad, apoyan dictaduras, y dictaminan sin esperar a la justicia (sic) con relación a sus propios entuertos. Obviamente para alguien que se interese en los resultados - no nosotros - la "verdad" obtenida por ellos es una verdad contaminada, de la cual nadie puede estar satisfecho. Y este tópico, el lector observador seguramente lo presencie casi a diario, si está en contacto con los diversos medios y plataformas. Y seguramente pase, como nosotros, por momentos de intensa repulsión cuando se cobijan la xenofobia, la supuesta corrupción interna y el totalitarismo de las dictaduras.
Si bien eso los identifica a ellos, no podemos dejar pasar que desde ese conglomerado se diga que "Está en juego la Democracia" ante abominables situaciones - por su contenido subliminal - en las que atribuyen intencionalidades - sin demostrarlo obviamente - a una entelequia, obviamente mayor que la que ellos mismos integran.
Cuando la democracia estuvo en juego, y hasta cayó, fue por motivos y acciones propiciadas por totalitarios. Y preferimos ni hablar de ello.
Para resumir, recordaremos una frase de Jules Renard (1864 - 1910). Escritor y dramaturgo francés.
"Di de vez en cuando la verdad, para que te crean cuando mientes".