(escribe Sergio Pérez) Hoy, en una fecha tan significativa donde se conmemoran 102 años del nacimiento de Alberto Ulián (30 de enero de 1922 - 8 de Agosto de 1993) nos hemos propuesto recordar y reflexionar sobre la influencia y el legado de un gran maestro de la guitarra, cuya obra y enseñanza han marcado profundamente la vida de tantos guitarristas orientales. Alberto Ulián, ha sido una figura sumamente destacada en el mundo de la música, aunque no siempre recibió el reconocimiento que merecía. Como guitarrista formado en la escuela llamada entonces “Leoncio Marichal” bajo la dirección de Ulián, siento la responsabilidad de compartir la magnitud de su influencia y la resonancia de su arte en nuestra cultura.
Alberto Ulián no sóo fue un guitarrista sobresaliente, sino también un educador cuyo legado trasciende generaciones donde cientos de guitarristas egresaron de su escuela. Leoncio Marichal, otro guitarrista cuyo origen podría ser seguramente argentino, fue el mentor de Ulián, influenciando significativamente su estilo y técnica. Decimos “podría” porque si bien, en el libro “Origen e historia de la Guitarra en Uruguay”, el maestro Cédar Viglietti, cita a Marichal como nacido en Canelones, otras fuentes de investigación nos indican que habría nacido en Argentina, y que luego habría llegado a nuestro país afincándose hasta su fallecimiento.
Un extracto del libro anteriormente citado, ofrece una perspectiva íntima y conmovedora sobre la vida y obra de Leoncio Marichal, un pilar fundamental en la historia de la guitarra en Uruguay. Nacido en Canelones en 1879, Marichal se destacó desde joven como un guitarrista talentoso y apasionado, colaborando con artistas de la talla de Agustín Barrios y enseñando según los métodos de su maestro Manjón. Su vida, marcada por el éxito y la adversidad, se entrelaza con la de sus destacados alumnos, entre ellos Martínez Oyanguren y, de manera más significativa para nuestra narrativa, Alberto Ulián.
Marichal, cuya vida reflejó tanto la gloria como la desventura, fue el mentor que descubrió y pulió las habilidades del joven Ulián, un guitarrista intuitivo y talentoso que más tarde sería reconocido por su sensibilidad en la creación de estilos, vidalitas y milongas. Ulián, quien también enseñó en San José y sus alrededores, representa una de las figuras más luminosas en la tradición de la guitarra uruguaya, heredando no solo las habilidades técnicas de Marichal, sino también su pasión y compromiso con la música.
Dice Viglietti: “También desde entonces nos llegaba a menudo el nombre de Leoncio Marichal, nacido en Canelones, en 1879. Joven aún, veinteañero, comienza a actuar en público; en el sexteto citado figura su nombre antes del de los Otermin y Piola, lo cual podría ser significativo. Más adelante llega a dar conciertos en dúo con el paraguayo Agustín Barrios, otro con pequeños conjuntos o ya solo, en La Lira, en el Verdi, en el Colegio de las Hermanas Teresa, en algunas ciudades cercanas, Santa Lucía, Florida.
Después enseña según los métodos de su maestro Manjón en esas mismas instituciones. Finalmente lo hace en San José, donde trascurre el resto de su vida. En realidad, fue el primer maestro de Martínez Oyanguren, pues Hargain, el organista de Durazno, no tenía mayores nociones de guitarra. Marichal, pues, entusiamado con las condiciones que halló en su joven alumno, se aplicó con ahínco, con el feliz resultado conocido.
Por 1940 y tantos, mientras Martínez Oyanguren triunfa en Estados Unidos, el viejo maestro se halla ante otro mozo veinteañero que toca la guitarra con gusto y condiciones, pero de oído. Entonces Marichal vuelve a comenzar con el mismo fervor, con renovadas esperanzas, a pulir las aristas del maragato Alberto Ulián, ahora aplaudido en clubes del interior y de la provincia de Buenos Aires, un sensitivo autor de temas nuestros, Estilos, Vidalitas, Milongas, actualmente enseñando en San José y ciudades cercanas.
En tanto que un alumno se consagra en el exterior, y da el otro sus primeros pasos en procura del éxito, comienza para el anciano guitarrista penosos, largos, interminables inviernos en aquellos maragatos pagos, que dan en ignorar –lo de siempre– al viejo y meritorio músico, en cuyas manos, otrora tan capaces en las cuerdas de una guitarra... ¿pero es que tuvo alguna vez una guitarra? ¿Es que esas gentes que hoy ponen monedas en su sombrero pudieron haberlo aplaudido alguna vez?
Final para letra de tango, cursi y ramplón, pero que de verdadero muestra que los tangos pueden no ser siempre ramplones y cursis, sino que lo es la vida, amarga, despiadada con ciertos hombres como Leoncio Marichal, maestro de maestros, que termina su vida –como él la terminó– vendiendo estampas de santos en las puertas de la iglesia de San José...”
Este relato de Viglietti no solo destaca la maestría musical de Marichal y Ulián, sino que también nos sumerge en la realidad agridulce de la vida de un músico; una vida de contrastes donde el reconocimiento y el olvido coexisten. La influencia de Marichal en Ulián va más allá de la enseñanza técnica; es un legado de resiliencia y amor por la música que Ulián llevó consigo en su propia carrera. Recordar a Marichal es comprender mejor a Ulián, un maestro de la guitarra que, a su vez, se convirtió en un símbolo de la identidad cultural y musical de Uruguay.
El vínculo de Ulián con figuras como Agustín Barrios y Osiris Rodríguez Castillos evidencia su posición en un linaje de grandes músicos. Como Atahualpa Yupanqui dijo en una ocasión, Ulián era un "gran guitarrista" pero injustamente no tan reconocido como merecía. Su música, captura la esencia de nuestra tierra y cultura.
Una anécdota particularmente evocadora es la de sus viajes en tren de San José a Cardona, durando aproximadamente dos horas. Durante estos trayectos, Ulián se inspiró para componer obras como "Sierras de Mahoma", un sobre zapateado que refleja su profunda conexión con la región. Su influencia se extendió más allá de las fronteras de Uruguay, con interpretaciones de sus obras en Europa y Japón. Conmemorar un año más de su nacimiento es una oportunidad crucial para rescatar y revalorizar su música, incluyendo piezas inéditas.
La influencia de Ulián se perpetuó a través de sus alumnos y colegas en las ciudades de San José, Trinidad, Cardona, Santa Lucía y Libertad, entre otras. La transmisión de su legado continuó incluso tras su fallecimiento en el año 1993, cuando uno de sus discípulos, Francisco Pastorino, llegó a ser director del conservatorio rebautizado en honor al maestro, pasándose a llamar “Escuela de la guitarra Alberto Ulián”.
Quienes hemos interpretado o escuchado las obras de Ulián, sentimos ese sonido oriental, esa identidad nacional que resuena en sus composiciones. La obra de Ulián, sigue siendo tremendamente relevante y posee un valor inestimable para ser redescubierto e interpretado.
En la contemplación de su vida y su obra, nos encontramos ante la oportunidad no solo de honrar su memoria, sino también de redescubrir la riqueza y profundidad de sus composiciones. Ulián, más que un virtuoso de las cuerdas, fue un artífice de nuestra identidad cultural, cuyas melodías y enseñanzas siguen vibrando en el corazón de quienes abrazamos con pasión el insondable mundo de la guitarra.
En este día, al conmemorar un año más de su nacimiento, nos convocamos a nosotros mismos, custodios de su herencia artística, a mantener viva su obra, tan única y resonante. Que sea ésta, una excusa para el redescubrimiento, un camino para reencontrarnos con las raíces de nuestra música y, a través de ellas, con nosotros mismos. Que cada nota ulianística que resuene sea una invitación a explorar su universo sonoro, a dejarnos inspirar y, sobre todo, a no dejar que el eco de su arte se desvanezca en el olvido.