Este sábado, en la penúltima noche del 16° Encuentro Internacional de Músicos Jazz a la Calle, como en las anteriores noches en el barrio del puerto mercedario, su majestad la música impuso su imperio de cultura y arte. Y cuando en el ocaso el astro sol se ocultaba en la curva del rio, alegres jóvenes demostraban con sus instrumentos, sus capacidades y talentos en los toques callejeros. Un par de horas después, en una ciudadela llamada Manzana 20, dónde predomina el Jazz todas las noches, un conjunto brasileño de raro nombre, llamado "Samba da chinela voadora" introdujo el género musical más famoso de sus tierras.La noche se había puesto fresca y los habitantes de la manzana, sus abrigos.
Pero el ritmo mágicamente elevó la temperatura y la gente comenzó a entrar en calor como si hubiesen sido "afectadas" por un virus. Se veía en las pupilas iluminadas de sus miradas, en los labios inflamados de sonrisas, que el arte musical había atravesado sus almas. Los primeros contagiados, fueron los jóvenes, esos que están siempre junto al escenario. Pero enseguida, parejas, amigos y familiares que se encontraban cómodamente sentados en sus sillas playeras, comenzaron a intercambiar miradas y sonrisas.Personas mayores que también estaban sentadas, comenzaron a mover sin timidez sus hombros y cabezas al ritmo del samba. Y así, como si todo ya estuviera preestablecido, los habitantes de la Manzana 20, levantaban sus brazos al cielo y movían su cuerpo contagiados por el samba. Arriba del escenario, una mujer con una hermosa voz llamada Bárbara, también contagiada por el público bailaba al ritmo de las notas musicales de su orquesta y cantaba entusiasmada : "Dance, dance.." Fue la música que nos contagió a todos, pero fue esa mujer llamada Bárbara, la que anoche hizo bailar a un pueblo...
Artigas Osores.