(escribe Por Sergio Pérez) En el marco de la decimosexta edición del Encuentro internacional de músicos Movimiento Cultural Jazz a la Calle en Mercedes, se despliegan no solo melodías sino también historias y saberes. Entre el bullicio artístico y los talleres que enriquecen el evento, aprovechamos a entrevistar a Camilo Abrines. En la jornada del miércoles, luego de su clínica impartida en la sala de la Casa de la Cultura “Martino Rodas” de la ciudad de Mercedes junto a un alumno suyo Gabriel Pérez, conversamos no sólo de instrumentos, sino también de pasiones por la música y recuerdos.
Camilo Abrines, con su voz calma y sabiduría evidente, describió su taller como un intento de sembrar "semillitas" sobre el respeto y cuidado de los instrumentos musicales.
Pero, ¿quién es Camilo Abrines?
Nacido en Montevideo en 1975, Camilo ha sido un buscador incansable del sonido perfecto desde su infancia. "Siempre me llamó la atención el sonido, sobre todo los sonidos lindos," confiesa. Su viaje en la música comenzó con la guitarra clásica, bajo la tutela de Lola Gonella de Ayestarán, cariñosamente conocida como “Titita”. "Ella me hizo enamorarme de las guitarras clásicas," recuerda con un brillo en los ojos. Esta pasión temprana fue alimentada por una guitarra Juan Orozco de 1968, un regalo de su abuela que marcó el comienzo de su fascinación por la luthería.
El inicio de Camilo en la luthería fue marcado por una necesidad personal cuando era apenas un niño. Su guitarra, un regalo amado, empezó a presentar problemas. "Se me empezó a vencer, me empezaron a quedar las cuerdas altas, me empezó a doler los dedos," relata con un tono nostálgico. La solución lo llevó, junto a su abuela, al taller de un luthier recién retornado de España. Esa visita al barrio Palermo, un lugar repleto de instrumentos y aromas a madera, fue un punto de inflexión en su vida. A pesar de una restauración que dejó mucho que desear, esa experiencia despertó en él un deseo profundo de adentrarse en el mundo de la luthería.
Este deseo se intensificó durante su adolescencia. En una época donde los instrumentos eran escasos y costosos, los jóvenes músicos tenían que conformarse con guitarras (eléctricas) de décadas pasadas, a menudo en mal estado. "O teníamos la posibilidad, si tenías plata, comprarte una Fender, pero eran miles de dólares, no eran a nuestro alcance…”. Ante esta realidad, comenzó a experimentar por su cuenta. "De manera autodidacta empecé a soldar micrófonos, a rebobinar, a calibrar," dice, recordando sus primeros pasos en la reparación y modificación de instrumentos.
Desde su infancia, enfrentando las limitaciones de su guitarra, hasta su juventud, donde la escasez de instrumentos accesibles lo empujó hacia el aprendizaje autodidacta, su vida ha estado ligada a la música y a la creación de sonidos. Su historia es un recordatorio de que a veces, los más grandes talentos surgen no solo de la pasión, sino también de la necesidad y la curiosidad.
El inicio de un recorrido desde Uruguay, por México con destino a Italia
La trayectoria de Camilo no fue lineal; estuvo marcada por cambios y descubrimientos constantes. A los 19 años, su camino lo llevó a la UTU Pedro Figari, bajo la tutela del maestro Rodolfo Rodríguez Seijas, discípulo de Juan Carlos Santurión, creador del curso de violería de ese instituto. "Ahí me enteré de la historia, mínimamente, de la lutería en Uruguay…de la violería, como se decía,". En esa época, la luthería en Uruguay atravesaba un momento difícil, con una infraestructura limitada y escasas herramientas. Sin embargo, el maestro Rodríguez Seijas, un hombre dedicado y apasionado, dejó una impresión duradera en Camilo y sus compañeros.
Su curiosidad y amor por la luthería lo llevaron más allá de las fronteras de Uruguay. Tras completar una carrera en diseño gráfico, Camilo emigró a México, donde encontró un nuevo mundo en la construcción de instrumentos. En la ciudad de Xalapa, se unió al taller de laudería de la Universidad Veracruzana, fundado por los maestros Octavio Aranda y Antonio Amezcua. "En 1998 me aceptaron en el taller," recuerda. Este período fue crucial para su desarrollo, sumergiéndose en la construcción de guitarras e instrumentos folclóricos mexicanos.
La búsqueda del conocimiento lo llevó aún más lejos: Cremona, Italia, donde trabajó con el maestro Giovanni Lucchi. "Me perfeccioné en la parte de violines," dice Camilo. Su experiencia en Cremona amplió su habilidad y comprensión de la luthería, permitiéndole explorar nuevos horizontes en la construcción de instrumentos.
Finalmente, su viaje lo llevó de vuelta a México y luego a Uruguay en 2007. "Abrimos un taller con ex compañeros... y después ya abrí mi taller personal," cuenta. La vuelta a su tierra natal marcó el comienzo de un nuevo capítulo en su vida, uno donde su pasión y habilidad se consolidaron en su propio espacio de creación.
La llegada de Camilo Abrines a Uruguay no marcó el comienzo de su carrera como constructor de guitarras, sino la continuación de un camino ya bien trazado desde su tiempo en México. Desde 1998, había comenzado a forjar su habilidad en la creación de instrumentos. Sin embargo, su establecimiento en Uruguay, específicamente en el Barrio Sur, fue un paso crucial en su trayectoria. "Me instalé en Barrio Sur, digamos. 2008, 2009," relata Camilo. Su talento y dedicación pronto fueron reconocidos, llevándolo a ganar un concurso para la formación de luthiers en la Escuela de Música de Maldonado en 2012. Desde entonces, compagina su labor como docente con el manejo de su taller particular en su casa.
Pero, ¿qué lo trajo de vuelta a Uruguay?
La respuesta yace en un proyecto ambicioso y en su relación con Jorge Risi, presidente del Sodre en ese momento. Camilo recuerda una conversación clave con el violinista en México, donde se le presentó la oportunidad de contribuir a un proyecto nacional de gran envergadura. "Recién él había asumido la dirección del Sodre. Y bueno, me contó que tenía muchas ganas y había una coyuntura favorable para empezar a hacer grupos sinfónicos, cameratas, semillas de orquestas sinfónicas por todo el país," dice Camilo.
Su decisión de regresar a Uruguay fue impulsada por la visión de Risi y la oportunidad de aplicar su experiencia en un proyecto que promovía la formación musical a lo largo del país. "Y bueno, la verdad que tomamos un café y tres meses después estaba acá, con lo puesto, liquidé todo en México y me vine con mi familia," comparte. Este regreso no solo significó un cambio geográfico, sino también un compromiso con el desarrollo cultural y musical de su país natal.
Tras la conclusión de su participación en el proyecto Sodre, siguió vinculado al ámbito musical y educativo a través del Grupo Sonantes, una iniciativa asumida por la Universidad de la República. Esta nueva etapa le permitió recorrer Uruguay, descubriendo aspectos del país que, como montevideano, no había experimentado. "Me di cuenta lo poco que conocía realmente el país," admite. Su labor lo llevó a estar presente en los departamentos de Colonia, Río Negro, Artigas, Durazno, Cerro Largo, entre otros, donde no sólo dio mantenimiento a los instrumentos, sino que también capacitó a interesados en la luthería.
Este proyecto no sólo implicó el mantenimiento de instrumentos, sino también la formación de personas en el arte de la luthería, un aspecto que Camilo considera vital. "Mi función específica en ese proyecto fue dar mantenimiento a toda esa cantidad de instrumentos y también capacitar a referentes," explica. Su enfoque estaba en proporcionar habilidades básicas para el cuidado y reparación de instrumentos, evitando los costos prohibitivos de enviarlos a Montevideo para su restauración.
Sin embargo, con el tiempo, Camilo decidió enfocarse en lo que más le apasiona: formar luthiers. "Cuando gané el concurso en la Escuela de Música, no pude sostener los dos proyectos. Y me aboqué más a lo mío, que es a formar luthiers propiamente," señala. Desde 2012, lleva adelante un proyecto sistemático para formar luthiers en la construcción de instrumentos de cuerda frotada y pulsada. En su enseñanza, combina el método cremonés para los instrumentos de cuarteto y la escuela de Antonio de Torres para las guitarras clásicas.
El relato de Camilo Abrines se entreteje con la evolución de la luthería en Uruguay. Mientras imparte conocimientos sobre construcción y restauración de instrumentos, subraya el creciente interés en este arte. "Hoy por hoy, con el tema de las redes y todo ese tipo de cosas, los que nos estén escuchando en la entrevista o leyendo este artículo," dice Camilo, destacando cómo la tecnología ha ampliado el alcance de su labor.
La realidad de la luthería en Uruguay, según Camilo, ha cambiado drásticamente. "Cuando me fui a vivir a Maldonado en el 2012, te puedo decir que contaba los luthieres con los dedos de una mano," recuerda. Esta escasez contrasta con el presente, donde un número creciente de jóvenes se siente atraído por este oficio. Su reflexión sobre la accesibilidad y el valor de los instrumentos artesanales es un punto crucial, argumentando que, si las personas pueden invertir en tecnología de alta gama o en viajes, también pueden considerar adquirir instrumentos de calidad.
La transformación en el mundo de la luthería uruguaya que Camilo Abrines ha impulsado es palpable. Sus esfuerzos y dedicación no solo han enriquecido el oficio, sino que también han inspirado a una nueva generación de luthiers. "Hoy día en Maldonado, Gabriel, que es uno de mis exalumnos - ya tiene su taller," comparte con un tono de satisfacción. (Gabriel Pérez es un joven luthier que acompañó a Camilo Abrines en su clínica sobre luthería, y con quien también hablamos y compartiremos un artículo al respecto más adelante). Este cambio refleja un creciente reconocimiento y valoración del oficio en la región.
Camilo subraya la importancia de la difusión y la educación en la transformación cultural en torno a la luthería. Admite ser uno de los primeros luthiers en Uruguay en utilizar las redes sociales para promocionar su trabajo, una estrategia nacida de la necesidad de hacerse un nombre en un campo no familiar para muchos. "Un poco por una necesidad personal, porque yo ya volví grande al Uruguay. Volví con más de 30 años. Entonces me tuve que hacer el nombre, más nuevo, ¿viste?" explica.
Lo que más sorprende a Camilo es el cambio en el perfil de sus clientes. La mayoría de los instrumentos que ha vendido han sido a personas menores de 40 años, un indicio del cambio en la percepción y valoración de los instrumentos artesanales entre los jóvenes. "Casi todos los instrumentos que yo he vendido son a gente, de 40 para abajo. Es bien interesante," reflexiona.
Respeto por la autenticidad del oficio
En una parte de nuestra conversación, Camilo Abrines se adentra en los detalles de su labor diaria, destacando la dualidad entre construcción y restauración de instrumentos. "En mi caso, yo alterno construcción con restauración," comenta. Resalta la importancia de que los músicos trabajen en sus instrumentos nuevos para desarrollarlos, una práctica especialmente valorada por la población más joven.
Un punto interesante que menciona es su enfoque en el mercado uruguayo. Aunque reconoce la posibilidad de expandir su negocio al extranjero, su decisión consciente ha sido mantener sus instrumentos en Uruguay para fomentar un movimiento local. "Yo me enfoqué mucho en Uruguay y en hacer accesibles mis instrumentos que quedasen en nuestro país". Sin embargo, admite que, post-pandemia, las circunstancias han cambiado y está considerando diversificar su mercado.
Curiosamente, también señala una falta de interés en la luthería por parte de algunos músicos, particularmente guitarristas. "Hay muchos como que no se interesan directamente," dice, sugiriendo que esta desvinculación podría limitar su comprensión y apreciación del instrumento. Esta observación pone de manifiesto una desconexión entre los músicos y el proceso de creación de sus instrumentos, un aspecto que Camilo parece querer abordar y transformar. "El músico no está acostumbrado a trabajar con un luthier, quizás por una cuestión económica o cultural," señala, destacando cómo esta desconexión ha afectado la percepción y el uso de instrumentos artesanales.
Cree firmemente en la construcción de una confianza mutua entre músico y luthier. "La confianza no es así sola," afirma, explicando que la falta de una cultura arraigada de luthería en Uruguay y en América Latina ha contribuido a esta situación. Según él, esta brecha no es solo una cuestión de dinero, sino también un compromiso más profundo con el arte del instrumento. También subraya la importancia de la educación y la pedagogía en su oficio. Explica que ser luthier no se limita a dar mantenimiento a los instrumentos; va mucho más allá. "Un luthier, en mi punto de vista, tiene que ser constructor y restaurador," argumenta. Destaca que, en otras partes del mundo, la restauración es una especialidad acreditada, con programas y currículas específicas, algo que aún falta en Uruguay.
Abrines aborda la realidad de la luthería en Uruguay con una mirada crítica y reflexiva. "Casi todos pasaron por la construcción," dice, refiriéndose a la formación integral de los luthiers en otros países. Lamenta la falta de una cultura organizada y un gremio sólido que marque pautas en Uruguay, lo que lleva a una práctica del oficio a menudo improvisada y desordenada. También se refiere a la situación durante la pandemia, un periodo que, según él, no benefició al oficio. “Durante la pandemia se llenaron de cursillos, de gente que daba clases virtualmente, luthería…pero no, no funciona así…”, expresando su preocupación sobre la calidad y la eficacia de la enseñanza de luthería a distancia.
La percepción de competencia entre luthiers es otro tema que aborda. Relata cómo algunos colegas ven a los luthiers consagrados como una barrera para los más nuevos en el campo. Sin embargo, Camilo no comparte esta visión. "Yo soy un tipo que ha abierto la cancha, por eso formo gente," afirma. Este enfoque generoso se basa en una filosofía de enseñanza y aprendizaje continuo, donde cada generación de luthiers se apoya en la sabiduría y experiencia de la anterior.
Respecto a la relación entre maestros y alumnos en el mundo de la luthería, sostiene que "es una cuestión de respetarnos los roles que tenemos," enfatizando la importancia de este vínculo. Su relación con su propio maestro en México es un ejemplo de ello; sus encuentros no solo giran en torno a la luthería, sino también a la vida y al aprendizaje continuo.
También aborda la importancia de la especialización y la acreditación en la luthería. Critica la tendencia en Uruguay a adoptar el título de luthier sin una formación y especialización adecuadas. "Si vos solo te dedicas a calibrar guitarras eléctricas y guitarras criollas, todo bien, pero es una partecita minúscula de todo lo que implica un instrumento," dice. Según él, un verdadero luthier no solo construye y restaura, sino que también posee un conocimiento profundo y especializado del oficio. Y señala una carencia en Uruguay en cuanto a la tasación de instrumentos, un área que requiere formación y acreditación específicas. “En mi opinión: en Uruguay no existimos. Ninguno de nosotros estamos capacitados," afirma. Esta falta de especialización y estructura también afecta la fijación de precios en el mercado, un área en la que se considera bien informado pero que sigue siendo un desafío para muchos en el campo.
Profundizando sobre este tema, hace hincapié en uno de los aspectos más críticos de la luthería en Uruguay: la falta de un sistema estructurado para la acreditación y la valoración del oficio. "No te acreditan, eso es algo serio," subraya, reflejando su preocupación por la ausencia de un marco formal para la evaluación y el reconocimiento de los luthiers. Esta situación se extiende también a la fijación de precios por los servicios prestados, un terreno aún inestable en Uruguay.
Con un tono firme y experimentado, aconseja a los aspirantes a luthiers a buscar formación adecuada, incluso si eso implica emigrar a países con una tradición más establecida en luthería. "Si en Uruguay no les viene bien o queda chica la cuestión, que emigren," sugiere. Su propia experiencia de aprendizaje en el extranjero es un testimonio de la importancia de buscar conocimiento y habilidades más allá de las fronteras nacionales.
La historia de Camilo Abrines, un luthier dedicado y visionario, es un reflejo de la riqueza y profundidad de la cultura musical uruguaya. A través de su viaje desde las aulas de aprendizaje en Uruguay y México hasta los talleres de Italia, y su regreso para formar a la próxima generación de luthiers, Camilo ha demostrado que la pasión, el conocimiento y el compromiso pueden transformar no solo una vida, sino también una industria y una cultura. En las manos de artesanos como él, la tradición de la luthería no solo sobrevive, sino que prospera y evoluciona, enriqueciendo el panorama musical de Uruguay y más allá.
La entrevista con Camilo Abrines no solamente reveló aspectos de su trayectoria y conocimiento como luthier, sino también su visión crítica y constructiva sobre el estado actual y el futuro de la luthería en Uruguay. Queda claro que su visión sobre la luthería no solo resalta su habilidad técnica, sino también su comprensión del aspecto humano y cultural de su profesión. Su enfoque en la construcción de una relación de confianza entre el luthier y el músico, así como su énfasis en la educación y la comprensión del oficio, ilustran una profunda pasión por su arte. A través de su trabajo y enseñanza, no solo moldea madera en instrumentos, sino también forma una nueva comprensión y apreciación del oficio en Uruguay.
Su labor va más allá de los instrumentos que crea, influenciando la cultura musical y artesanal del país, abriendo camino para futuras generaciones de luthiers y músicos más informados y conectados con su arte.