(Escribe prof. Alejandro Carreño T.) No es posible referirse a una prensa libre sin traer a colación el ensayo de George Orwell Libertad de prensa. "Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír", dice Orwell en uno de los pasajes de su famoso texto que sería el prólogo de su novela La granja de los animales. La novela, como se sabe, demoró años en ser publicada porque los editores temían la reacción de los soviéticos debido al contenido de algunos pasajes: "Y otra cosa: sería menos ofensiva si la casta dominante que aparece en la fábula no fuera la de los cerdos. Creo que la elección de estos animales puede ser ofensiva y de modo especial para quienes sean un poco susceptibles, como es el caso de los rusos".
Son las palabras finales de un editor que se negó a publicar la clásica novela (sobre el pensamiento de Orwell y la libertad de expresión, sugiero la lectura de mi ensayo "El pensamiento orwelliano en la vida y en la literatura", publicado en CONTRATAPA el 1 de junio de 2022: https://www.contratapa.uy/Archivo/El-pensamiento-orwelliano-en-la-vida-y-la-literatura-de-America-Latina-uc285). Los rusos eran el centro de admiración no solo de la política inglesa, sino también de la intelectualidad. Muchas veces la "admiración" del poder esconde el "temor" y coarta la libertad de expresión o la reduce a su mínima expresión.
Tampoco es necesario que el poder sea absoluto, como el que ejercía el soviet soviético, o el que ejercen las dictaduras que subyugan la democracia y su símbolo por antonomasia: la libertad de prensa. Basta muchas veces con que sea simplemente el poder. En América Latina hemos tenido y tenemos de todo. Desde Fidel Castro que adormecía a los cubanos con sus kilométricos y tendenciosos discursos, que encontraron eco en el programa radial "Aló, Presidente", de Hugo Chávez, que tenía horario de inicio, pero no de término y en el que hablaba de lo que se le viniera a la cabeza, hasta que se le entumecía la lengua. Los medios no al servicio de la prensa libre, sino al servicio del dictador de turno.
En Nicaragua el matrimonio Ortega-Murillo es dueño del país, lo que incluye, naturalmente, los medios de prensa. En Venezuela, Maduro se ha encargado de acallar las voces disidentes y, al estilo de su mentor, con quien solía comunicarse a través de un "pajarico", ha entrenado varios programas en los que "conversa" con la gente y expone sus ideas bolivarianas: "La hora de la Salsa", "En contacto con Maduro". Y, por supuesto, su payasada denominada el "Súper Bigote", programa televisivo en el que adoctrina a los niños y combate al imperialismo americano. Pero en otros casos la relación poder-prensa libre se disfraza con las banderas de la democracia, que suele salir bastante aporreada de esta relación.
Al presidente chileno Gabriel Boric solo le falta tener un programa radial o inventarse de "Súper Barbudo" o "Súper Lentes Oscuros" (agarró la misma onda de Pinochet, de pasearse con unos lentes que se le asemejan bastante a los del dictador). ¿No será que le agradan los zumos dictatoriales? ¡Quién sabe! Se puso bueno para hablar, se repite el plato y discursea dos veces el mismo día, como lo hizo el día del plebiscito, da puntos de prensa sin derecho a preguntas (los periodistas están de palitroques), para que después repitan como loros lo que él dijo. O sea, ya aprendió, en este sentido, algunas mañas totalitarias. De hecho, no le gusta que le pregunten mucho, porque le incomoda.
Lo curioso es que en algunas ocasiones ha manifestado exactamente lo contrario, como en junio de 2021, cuando era diputado: "Viva la libertad de expresión que incomoda al poder". Y ese mismo año: "Yo lo he señalado antes, y lo vuelvo a señalar acá, el rol de la prensa es incomodar al poder, y a veces quienes estamos en estas situaciones nos incomodamos". Pero lo cierto es que ha maltratado a la prensa en varias oportunidades, llamándole la atención, no respondiendo sus preguntas o burlándose de ella.
Al Presidente Gabriel Boric le agrada que la prensa incomode al poder, siempre y cuando no sea su poder.
Sí, bienvenida libertad de prensa.
Pero no mucha.