(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Como era de suponer, considerando las diferentes corrientes ideológicas que permean la política internacional, los comentarios tuvieron sabores variados, desde lo políticamente correcto a aquellos que sintieron la derrota de Massa como la muerte de la abuelita regalona. Y no solamente eso, sino que además culparon del deceso al “fascista” de Milei y su vocación ultraderechista. Y no dejan de tener razón, pues siempre en una elección democrática hay alguien que gana y alguien que pierde.
Ahora, culpar al que ganó porque no perdió, resulta ridículo y poco democrático, sobre todo de políticos que viven hablando del pueblo y su potestad para elegir a sus gobernantes. Pareciera ser que esto es válido siempre y cuando el pueblo elija a su candidato. Gustavo Petro, por ejemplo, el presidente colombiano culpó a la extrema derecha argentina, enfatizando que es “la decisión de su sociedad”. Se olvidó de la palabra “pueblo”, con el que vive en la boca desde que se levanta hasta que se acuesta. Pero no es solo él que se olvida a menudo del “pueblo”. Muchos otros lo hacen también a menudo.
Sin embargo, no es este “olvido” lo más lamentable, sino su frase “Ha ganado la extrema derecha en Argentina”. Un demócrata auténtico, y Petro no lo es, hubiera dicho: “Ha ganado la democracia”, porque la democracia es válida no solo cuando gana la izquierda o la extrema izquierda. Habría que recordárselo al exguerrillero, aunque serviría de bien poco. En la misma onda de Petro, apareció un personaje de otro mundo, una española, Yolanda Díaz, Vicepresidenta Segunda del Gobierno de España y Ministra de Trabajo y Economía Social: “Es un día triste para el bloque democrático en todo el mundo. Mucho ánimo al pueblo argentino que hoy siente incertidumbre y miedo”.
Primero, decirle a la señora Díaz que el día triste debe estar para ella y los suyos que no saben perder, porque desconocen el real sentido de la palabra democracia. Segundo, que los argentinos dieron una lección de elección democrática y, tercero, que el pueblo argentino está muy animado, sin miedo ni incertidumbre, puesto que la diferencia fue de casi 12 puntos entre el Presidente electo y Sergio Massa. Para ser una política y Vicepresidenta, aunque sea Segunda, por esas cosas raras que tiene la Constitución española, que deja abierta la posibilidad de que pueda o no existir el cargo, la señora Díaz es bastante desubicada en sus planteamientos.
Otros comentarios fueron los políticamente correctos en términos diplomáticos, como el de Lula, que felicitó a Milei “por su triunfo en las elecciones de la hermana República de Argentina donde sus ciudadanos vivieron una jornada democrática y transparente en la cual se expresó su voluntad. O el de Volodimir Zelesnky, el presidente ucraniano: “Felicidades a Javier Milei por su convincente victoria en las elecciones presidenciales de Argentina”. El presidente uruguayo, por su parte, Luis Lacalle Pou, le envió también su mensajito bien protocolar y le pasó su avisito: “Saludo al presidente electo Javier Milei. Tenemos mucho para trabajar en conjunto y para mejorar nuestras relaciones bilaterales”.
Ahora, el saludo de Vladimir Putin llamó la atención por lo afectuoso y educado del texto: “Acepte mis felicitaciones por su elección en el puesto de presidente. Las relaciones ruso-argentinas se basan en las tradiciones de amistad y respeto mutuo. Le deseo éxito en un cargo de tanta responsabilidad como jefe del Estado y también salud y bienestar”. El último mensaje que rescatamos en esta columna del día después, es el de Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, por su reconocimiento al valor democrático de la elección. “El pueblo argentino ha votado democráticamente. Felicito a Javier Milei por su elección como nuevo presidente.
Quiero cerrar la columna con las palabras de Nayib Bukele dirigidas a Petro: “Ahora dilo sin llorar”, respondiendo sarcásticamente a las declaraciones del presidente colombiano sobre el triunfo de Mile. El sarcasmo, que no es otra cosa que la ironía exacerbada, le hace muy bien a la política, sobre todo en estas ocasiones cuando los líderes olvidan su rol de tal, y se pierden en sus ideologías sin comprender que con ello caen en odiosidades que están lejos del ser democrático que es, justamente, lo que debiera valorarse en toda elección limpia y transparente como fue la de Argentina.