(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Varias veces en mis columnas me he referido al elector argentino como esencialmente volátil. De hecho, las tres últimas elecciones, incluyendo la de ayer domingo que consagró a Javier Milei como el próximo presidente argentino, así lo demuestra. En las PASO, Milei arrasó, pero en la primera vuelta presidencial, lo hizo Massa. Y ahora, nuevamente Milei y por paliza descomunal, inesperada para moros y cristianos, no por el triunfo, puesto que las encuestas, si se puede creer en ellas, daban la victoria a uno y otro, sino por la abultada diferencia. Escrutado el 99% de los votos, Milei obtuvo 56% contra 44% de Massa. Y esta volatilidad en solo tres meses.
Fue tan aplastante la victoria de Milei que ganó en 21 de las 24 provincias y, en algunas como Córdoba, replicó la paliza a nivel nacional: 74,23%, contra 25,76%. Algo semejante a lo ocurrido en Mendoza: 71,41% contra 28,58%. Pero la peor derrota de Massa ocurrió en Buenos Aires, a pesar de su triunfo, reducto kirchnerista. La victoria del derrotado ministro de Economía dependía en gran parte de que obtuviese aquí una diferencia de 14 puntos, pero su pírrico triunfo por apenas un punto: 50,83% contra 49,16%, ilustra el absoluto descontento del votante argentino ante la desastrosa realidad económica y de corrupción que vive el país.
Argentina se enfrenta a lo desconocido. Milei no tiene trayectoria política y, por lo mismo, no se le puede cuestionar ni para bien ni para mal, puesto que debutó recién en noviembre de 2021, cuando llega al Congreso. Lo que se pueda decir de él, en consecuencia, tiene que ver más con lo personal que con lo político. Más aún, tendrá la difícil misión de gobernar sin gobernadores aliados. Pero Argentina prefirió lo desconocido a seguir por una senda que, a todas luces, ha significado la degradación de su población, con sobre el 40% en la línea de la pobreza, una inflación de 142% y sumido en el más absoluto descontrol ético de su casta política.
¿Podrá Milei cumplir con sus promesas de campaña que se encuentran, por lo demás, en su programa? Veamos algunas, de acuerdo con la información de Clarín: 1. Reducción de ministerios. Solo ocho: (Economía, Justicia, Interior, Seguridad, Defensa, Relaciones Exteriores, Infraestructura y Capital Humano). 2. Terminar con privilegios como seguridad y choferes y con las jefaturas de gabinete, así como equipos de análisis de políticas públicas de todas las áreas. 3. Cerrar o privatizar las empresas del Estado. 4. Eliminar el Banco Central. 5. Detener la ocupación de tierras y asegurar el libre tránsito. 6. Reducir gastos por 15% del PBI. Parecen medidas razonables y comprensibles para la población que mayoritariamente lo respaldó en las urnas.
Sin duda que el triunfo de Milei representa un fracaso para la izquierda latinoamericana que, desde hace tiempo viene siendo golpeada no solo en las urnas, sino también por el descalabro que han significado sus gobiernos. Argentina es, después de Brasil, la segunda potencia del continente, y lo que suceda en ella repercute en la región. Pero es importante reconocer, además, que el mal superior de América Latina, es su arraigado ADN de corrupción que pudre toda su casta política sin excepción. En este sentido, como dije, nada se puede decir de Milei, simplemente porque no tiene pasado político que permita una evaluación objetiva de su escasa trayectoria.
Por otro lado, no puede ni debe desconocerse la políticamente correcta actitud democrática asumida por Sergio Massa y el Presidente Fernández. El primero reconoció de inmediato la victoria de Milei, en cuanto el Presidente no dudó en afirmar su disposición para preparar la transmisión del mando, como corresponde en un sistema democrático, donde se gane o se pierda, lo esencial es mantener el respeto, el reconocimiento y la institucionalidad. Por lo mismo, quienes aún golpean al Presidente electo con odiosidades de todo tipo, debieran aprender el sentido mínimo de la decencia política y del juego democrático. Debieran aprender que el fanatismo ideológico solo conduce a la destrucción de las instituciones y, por ende, de la propia democracia.
El 10 de diciembre Javier Milei comenzará su gobierno. Estará en la vitrina mundial de la que no podrá escapar. Entonces, sí se podrán emitir juicios sobre su comportamiento al frente de Argentina. Por en cuanto, lo que corresponde, en mi opinión, es desear por el bien del maltratado pueblo argentino, que su gobierno si signifique el comienzo de una nueva era para la paz social, el desarrollo económico, el fortalecimiento de la democracia y el progreso social. ¿Difícil? Muy difícil. Pero ese es el desafío de Milei y, para ello, debe comenzar por el exterminio de corrupción en las propias instituciones del Estado.
El elector argentino, lo sabe Milei, no perdona.