(escribe Sergio Pérez) El 18 de octubre, las cuerdas de la guitarra resuenan más fuerte que nunca al celebrarse el Día Mundial de la Guitarra en 730 ciudades de 112 países. Esta conmemoración, establecida en 2021 por el guitarrista, compositor y profesor griego Yorgos Foudoulis, bajo el respaldo de la UNESCO y numerosos organismos internacionales, no solo resalta la relevancia de este instrumento, sino también la universalidad de la música como lenguaje transversal.
En este contexto, la obra "Canción para Mi Guitarra" de Osiris Rodríguez Castillos, emblemática figura de la música oriental, poeta, guitarrista, compositor y luthier, resuena con una relevancia particular. Osiris, con su pluma y su guitarra, teje un diálogo entre la tradición y la expresión personal, un diálogo que se despliega en los versos de esta poesía.
La composición de esta poesía se estructura en dos partes, cada una explorando diferentes dimensiones de la relación entre el poeta y su guitarra. La primera parte narra el encuentro físico con el instrumento en un ambiente natural y ancestral, mientras que la segunda parte transcurre en un plano más abstracto y espiritual, explorando el universo sonoro y cultural que la guitarra desencadena.
Simbolismo: La guitarra emerge como un símbolo de historia, naturaleza y cultura. Elementos naturales y ancestrales se entrelazan con la narrativa, enriqueciendo la simbología de la obra.
Imágenes Sensoriales: Osiris evoca una rica imaginería sensorial a través de sus descripciones detalladas, permitiendo al lector visualizar y sentir la experiencia narrada.
Tono y Ritmo: Un tono melancólico y reflexivo se despliega a lo largo del poema, acompañado de un ritmo que fluye con la musicalidad inherente al tema central de la obra.
Metáforas y Comparaciones: El uso de metáforas y comparaciones enriquece la narrativa, permitiendo una exploración profunda de la interacción entre el ser humano, la música y la naturaleza.
Contexto Cultural: La obra se adentra en temas de identidad cultural y conexión ancestral, resaltando la riqueza histórica encapsulada en la guitarra.
“Canción para Mi Guitarra” no solo es un homenaje al instrumento que acompaña al poeta, sino también una exploración poética de la herencia cultural y la expresión musical. En el Día Mundial de la Guitarra, esta poesía resalta como un eco que resuena en la intersección entre la música y la palabra, invitando a cada lector a explorar las cuerdas de su propia historia y expresión.
La celebración del Día Mundial de la Guitarra nos invita a reflexionar sobre la importancia de la música y la literatura como vehículos de expresión y conexión cultural. Y, a través de las cuerdas de la guitarra y la pluma de poetas como Osiris Rodríguez Castillos, somos capaces de explorar la profundidad de nuestra herencia cultural y la universalidad de la experiencia humana.
CANCIÓN PARA MI GUITARRA
Osiris Rodríguez Castillos
Canción para mi guitarra,
No es una canción para el atormentado madero que me acompaña,
Es para la secreta guitarra que origina mi canto.
Esa que, como el cardo, abre una flor azul,
Y deja que el viento se la lleve en semillas.
La hallé de niño en el monte,
Y ahorcada por las enviras;
Pozo de tiempo, su boca conservaba todavía
Plumas que fueron de un nido de alguna cabeza indígena,
O de las alas de un canto que amaneció en agonía.
Fue casi a boca de noche,
Y en una senda perdida
Donde hasta la luz se agacha para cruzar fugitiva,
Y un largo frío delgado de yarará se desliza.
Estaba triste y comprendo la tristeza que sentía,
Mi raza siempre la tuvo sobre el pecho estremecida.
La untó con barro de estrellas, la vistió de lunas finas,
Le dio púrpuras heroicas y con seda en las clavijas,
Le imaginaba cabellos para brindarle caricias.
Y yo la encontré en el monte,
Y ahorcada por las enviras;
Y era túmulo de historia, color de tierra erigida,
Huérfana de serenatas, olvidada en las espinas,
Tapera donde la lluvia dobló campanas dormidas,
Me corrió un frío de pena por la sangre más antigua.
Con varios filos de lunas le fui cortando las fibras
Que apretaban entre sombras su largo cuello de niña,
Y le hallé un clavel del aire florecido en las clavijas.
Me la traje sol afuera,
Y en un trazo de cuchilla
Donde crecen las auroras de mi pago, donde inicia
Su portada el arco iris cuando escampan las lloviznas,
Le escuché medroso el pecho, la abrigué con mis caricias,
Y el buen sol de aquel ocaso con su roja frase tibia
La bañaba en el concepto luminoso de la vida.
II
En la rueca de la luna hilé seis angustias mías;
Con ellas hice una escala luminosa de agua limpia
Para entrar a mi guitarra como una gruta perdida,
Y allí estaba el olvidado cielo de la gauchería;
Telaraña con rocío de estrellas adormecidas,
Cerca de Dios en la noche donde la copla suspira;
Pago azul recuperado para el tropel de la cifra;
Para que el alma de España le cante a la raza india
Por las rejas de la lluvia con pena de vidalita;
Para que el gaucho no muera; para que nadie me diga
Que ha muerto hace mucho tiempo crucificado en la risa,
Con un alambre de púas como corona de espinas.