(escribe Sergio Pérez) El Día Internacional del Folklore es una ocasión propicia para reflexionar sobre la esencia y la evolución del folklore en nuestra cultura. Esta reflexión se hace aún más profunda y rica cuando se aborda desde la perspectiva de grandes figuras como Osiris Rodriguez Castillos, quien en su recital “De Tiempo Adentro” grabado en el Teatro Anglo en diciembre de 1978, nos brindó una visión introspectiva y apasionada sobre el folclore, su sentido y su trascendencia.
El recital no es sólo un homenaje al folklore y a las raíces culturales, sino también un testimonio de la relación entre el artista y el legado ancestral, entre el creador contemporáneo y la historia que le precede. Como Osiris menciona, este recital trae consigo historias de tiempos pasados, de la independencia, del trabajo en las estancias, y también historias más personales de su niñez y juventud.
El título “De Tiempo Adentro” es un reflejo de la introspección que el artista realiza, una mirada hacia adentro, hacia el pasado, hacia las raíces y las tradiciones que han forjado su identidad y su obra. Es interesante notar cómo Osiris se relaciona con su amigo y abogado, el Dr. Danilo Gariazzo, quien fue el organizador de este recital y quien, de alguna manera, lo inspira a bautizarlo con dicho nombre.
La discusión con Lauro Ayestarán, reconocido musicólogo, acerca de lo que es el folklore, arroja luz sobre el dilema que enfrentan muchos artistas contemporáneos. ¿Es posible crear folklore nuevo? ¿O todo lo que se crea hoy, con las técnicas modernas, es simplemente una proyección del folklore? El análisis de Osiris es provocador: sugiere que su música, aunque elaborada con técnicas contemporáneas, podría llegar a ser folklore en el futuro, cuando se olvide su autoría y su música sea adoptada por el pueblo como una expresión genuina y anónima de su cultura.
Los versos que comparte, titulados “De tiempo adentro”, los cuales hablan sobre la trascendencia de una copla más allá de la vida del artista, son un reflejo profundo de este deseo. La copla que ruede cuando el artista ya no esté, que se convierta en una semilla que crezca y se propague, que se desligue de su creador y se convierta en un bien colectivo, es una aspiración que muchos artistas comparten.
Osiris Rodríguez Castillos, con su pasión, no sólo aportó al acervo cultural del folklore, sino que también encendió una chispa eterna en el alma colectiva. Sus letras, melodías y reflexiones, han trascendido el tiempo y se han convertido en luces guía que iluminan el camino de la identidad cultural, recordándonos que, aunque las melodías cambien, el espíritu y la esencia de lo que somos permanece inalterable. Es en este juego infinito de tradición y renovación donde la magia del folklore cobra vida, dando testimonio de la inmortalidad del arte y del espíritu humano.