(escribe, Lic. Silvia Otero) Vivimos corriendo, casi atormentados porque el consumismo nos lleva a cumplir con pactos económicos por una mejor calidad de vida. Y hoy no vamos a criticar eso, porque calidad de vida no puede separarse de las necesidades que hoy ya son básicas, para estudiar o trabajar; internet por ejemplo.
No vamos a entrar en opiniones sobre qué es calidad de vida y para quiénes. Todos tenemos derecho a correr tras nuestros sueños con el fin de que dejen de ser una utopía.
Pero ¿qué sucede cuando el precio a pagar toca con nuestra salud mental?
Cuando lo que deja son secuelas, y a la vez de forma invisible poco a poco pierde solidez. Mucha veces cuando nos percatamos ya es demasiado tarde, nos encontramos entonces ante la secuela de lo que va quedando de nosotros mismos. Un rastro de lo que fuimos y de lo que imperiosamente debemos y queremos volver a ser, por nosotros y nuestras familias.
TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADO, ese rótulo que comúnmente reconocemos y conocemos como ansiedad que se ha tornado nuestra inseparable compañía.
¿Cómo combatirla? ¿Cómo hacerle frente? ¿Cómo curarla mientras poco a poco nos carcome despertándonos el miedo a no ser de pronto ya nosotros mismos?
Interrogantes, unas tras otras pasan por nuestra mente, pero sólo en aquellos momentos de tranquilidad y lucidez que son los mínimos, sólo en esos momentos tal vez hasta nos animemos.... a pedir ayuda.
Enfermedad silenciosa que nos hace sentir culpables, porque no podemos decirlo, aun hay estigma y frenos al pedirla, aumentado esto con la escasa atención que el estado brinda a los usuarios en materia de SALUD MENTAL.
En este tema parece que el mundo que nos rodea, no nos entiende, y allá vamos, cargando nuestra pesadísima mochila de padecer un trastorno que sólo lo entiende el que lleva puesto esos zapatos. Cargando con el miedo, y porque no también la culpa, porque si lo padecemos es porque nuestro cuerpo está gritando que algo no anda bien y la relación con ese algo, lo determina.
Hubo alguna experiencia traumática de la que generalmente con una pequeña ayuda de nuestro inconsciente nos hace sentir culpable por lo que sea que pasò.
Ansiedad, palabra maldita que nos coloca en un lugar de angustia desenfrenada, las ideas se tornan tan mal organizadas que nos llevan imperiosamente a convertirnos en nuestro propio ministro de salud. Porque de alguna forma hay que salir… mientras se pueda.
¿Por qué?, porque no queremos consumir fármacos, poco a poco y concientizando, la sociedad va comprendiendo que si bien a veces son necesarios, la ansiedad también puede controlarse. Pero claramente es muy fácil decirlo, sentir como la denominada visión de túnel nos limita cada vez más y todo se vuelve un círculo vicioso, no es tarea fácil de enfrentar, pero se puede.
Entonces planteemos como romperlo para poder corrernos de ese lugar, identificar los elementos que nos despiertan la ansiedad es lo más complejo porque precisamente estos no son reales.
Hay una gran diferencia entre angustia y ansiedad, la primera se despierta frente a una situación o episodio real, y la segunda, la ansiedad surge ante la posibilidad de que ese determinado episodio suceda, aunque de pronto tal vez nunca vaya a suceder.
Es por eso que se le denomina por el manual de psiquiatría DSM IV Trastorno de Ansiedad Generalizado, ante cualquier posible situación de inseguridad ella se disparara sin pedir permiso, invadirá nuestra mente y las ideas perderán lógica.
Pues en ese otro punto es que debemos centrarnos, y preguntarnos ¿es lógico mi temor? Dicho de forma coloquial, o es sólo que puede llegar a pasar y con eso ya es suficiente para que mi brote y episodio se haya disparado.
Pues así de fácil, ya que el desencadenante puede ser cualquiera, aquel que surge en una psiquis traumatizada.
¿Causas? Varias. Justificaciones desde el inconsciente. Incontables, trauma por duelos, pérdidas laborales, heridas de autoestima, desbordamientos, pérdidas, separaciones y la gran compañera que puede estar en algunos casos, que lo ocasiona todo y no perdona la CULPA.
Entonces en marcha: primer paso es identificar lo que creemos que nos la despierta,
Segundo paso y con mucho cuidado, lo que denomino lógica correctiva analitica, es decir ¿es lógico que pueda pasar lo que temo que pase?
Utilizar un pensamiento absolutamente analítico acerca de la situación que nos lleva a perder nuestro control, porque ella es una pérdida de nuestro equilibrio entonces con pequeños ejemplos podremos recuperar poco a poco nuestra homeostasis.
Cabe aclarar que quienes estén en tratamiento con psiquiatra no deben dejar la medicación indicada y deben continuar tratamiento con las indicaciones del profesional actuante.
Cuando mi lógica analítica discrimina qué es real de lo que no es, entonces mi cerebro recibirá ideas que ya no serán deprimentes ni oscuras.
Pero bien, esto se lo dejamos al campo de la neurología, con la lógica lo que lograremos racionalizar, comprender y es ahí cuando surge positivamente la brecha.
Observo lo que me la despierta pero racionalizo en ese proceso comprensivo de que eso NO ES REAL, MI TEMOR ES INFUNDADO.
Y me dedico a entrenar mi mente para que visualice otros posibles desenlaces de lo que injustamente estoy temiendo.
Un paso a la vez.
En una próxima entrega explicaré más pasos a seguir para ir combatiendo este mal que nos anula la inmensa posibilidad de ser felices, porque de nuestra salud mental y como van las cosas creo firmemente que debemos ocuparnos nosotros mismos.
Sea usted mismo su propio ministro de salud, y aboquemos por menos medicalizaciones.
Comencemos entonces paulatinamente con estos pequeños pasos, entrando nosotros mismos en nuestra propia mente.
PORQUE LA ANSIEDAD PUEDE Y DEBE CONTROLARSE. HASTA QUE ESTA DESAPAREZCA Y RETOMEMOS LAS RIENDAS DE NUESTRAS VIDAS EN FORMA SALUDABLE.