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11 de June del 2023 a las 10:06 -
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Lula y el fracaso de su “retiro de presidentes”
Al margen de los dimes y diretes entre Lula, Lacalle, Boric y Maduro, la idea de resucitar Unasur y de crear una moneda única regional, al estilo europeo, parece bastante ajeno a los intereses de los pueblos latinoamericanos, cuyas urgencias cotidianas distan mucho de la creación o resucitación de organismos burocráticos sin ninguna utilidad práctica para resolver absolutamente nada, tanto a nivel de los conflictos internaciones como internos de cada país. 

(escribe  prof. Alejandro Carreño T.) Es el momento de centrarse en los que fue la Cumbre a la que Luis Inácio Lula da Silva citó a los presidentes latinoamericanos el martes 30 de mayo pasado. El Presidente Lula habló de un “retiro de presidentes” más que de cumbre. Curioso porque “retiro” no tiene nada que ver con lo ocurrido en Brasilia. De hecho, ni en portugués ni en español significa cualquier cosa relacionada con una reunión política. Asistieron todos los presidentes, menos Dina Boluarte que envió un representante. Para ella, el horno no estaba para bollos y, con certeza, no sería bienvenida por sus pares izquierdistas que ya la habían basureado desde la Cumbre de Buenos Aires.
En realidad, y por más que se quiera “dorar la píldora”, Lula buscaba reposicionarse como líder latinoamericano, luego de sus inconvenientes intervenciones internacionales respecto de los conflictos China/Estados Unidos y Rusia/Ucrania: “Es necesario que Estados Unidos pare de incentivar la guerra en Ucrania y comience a hablar de paz”, declaró Lula en su reciente paso por Beijing. Pero, sobre todo, por sus conflictos internos con un Congreso que le es minoría y le ha puesto trabas a su política vinculada a la Amazonia y el medio ambiente, y una sociedad literalmente dividida en dos sectores ideológicos fuertemente polarizados.
La difunta Unasur, a la que a nadie conmovió su muerte, Fernández (el hijo, no la mamá) y Lula, en la Cumbre de Buenos Aires, hablaron de resucitarla como a una Lázaro cualquiera. Pero la presencia de Venezuela le complicó las cosas a Lula: Chile y Uruguay, esto es, Boric y Lacalle le ahumaron la fiesta a su par brasileño, pues ambos se refirieron “a la narrativa de Lula” respecto de Venezuela. “No es una construcción narrativa”, dijo el Presidente chileno, en cuanto el uruguayo se mostró “sorprendido cuando se habló de que lo que sucede en Venezuela es una narrativa”.
 Lo cierto es que Venezuela vive una dictadura y “lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo”, remató Lacalle. Ahora, al margen de los dimes y diretes entre Lula, Lacalle, Boric y Maduro, la idea de resucitar Unasur y de crear una moneda única regional, al estilo europeo, parece bastante ajeno a los intereses de los pueblos latinoamericanos, cuyas urgencias cotidianas distan mucho de la creación o resucitación de organismos burocráticos sin ninguna utilidad práctica para resolver absolutamente nada, tanto a nivel de los conflictos internaciones como internos de cada país. Pero generosamente pagados con el dinero de todos nosotros.
Algunos analistas hablan, a pesar de los tropiezos, del éxito de este “retiro de presidentes” y del triunfo de Maduro, el dictador que, sea como sea, “fue acogido”. Para mí, la presencia de Maduro en una reunión que se jacta de hablar de derechos humanos y cierra los ojos “como si nada ocurriera en Venezuela” ilustra, precisamente, el fracaso del encuentro no solo en términos de unidad y propuestas que nada tienen que ver con la realidad de los pueblos latinoamericanos, sino también en términos de moral política cuando se protege a un dictador cuyo régimen tiene a siete millones de sus ciudadanos viviendo fuera de su patria.
La izquierda latinoamericana está en crisis. Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, México, por citar solo algunos, viven agobiados por problemas económicos, políticos sociales y de corrupción generalizada. Pero no son estas cumbres, “retiros presidenciales” o como se les quiera llamar, lo que solucionará el problema de la gente. Cada país tiene sus propias urgencias, sus propias necesidades y ninguno vive en el paraíso como para pensar en los otros. Una declaración dura, pero real. Cuando mejoremos nuestros índices de salud, de alfabetización, de seguridad social, y disminuyamos la corrupción política, podremos recién comenzar a pensar en acuerdos mayores.
Mientras tanto, no sigamos gastando nuestros escasos recursos en estos encuentros burocráticos que no sirven para nada, a no ser para que algunos sientan que sí están en el paraíso.
 

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