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09 de May del 2023 a las 16:32 -
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Paridad electoral, Nulos y Blancos
El triunfo del Partido Republicano, liderado por José Antonio Kast, fue de tal envergadura, que superó al Frente Amplio formado por el Partido Comunista, Socialista, Convergencia Social, Revolución Democrática, Comunes y varios otros partidos menores: 23 Consejeros (3.460.000 votos, 35,41%) contra 17 (2.790.000 votos, 28,79%).

(Escribe, prof Alejandro Carreño T.) El domingo fueron las elecciones de Consejeros del nuevo proceso constituyente de Chile. Un proceso espurio, cocinado entre cuatro paredes por la toda la casta política, menos el Partido de la Gente y el Partido Republicano, quienes eran a favor de un Plebiscito de Entrada que consultase a la ciudadanía si quería o no que se llevase a cabo este nuevo proceso constituyente, tal como se hizo en el proceso anterior y que concluyó con la derrota del Apruebo el 4 de septiembre pasado. El Acuerdo por Chile, como pomposamente se le llamó, firmado el 12 de diciembre pasado, definió el Consejo Constituyente conformado por 50 miembros, un Comité de 24 Expertos elegidos por partes iguales por la Cámara de Diputados y del Senado y la hoja de ruta de lo cocinado.

El triunfo del Partido Republicano, liderado por José Antonio Kast, fue de tal envergadura, que superó al Frente Amplio formado por el Partido Comunista, Socialista, Convergencia Social, Revolución Democrática, Comunes y varios otros partidos menores: 23 Consejeros (3.460.000 votos, 35,41%) contra 17 (2.790.000 votos, 28,79%). Una victoria incuestionable de la derecha llamada “más extrema” que, en honor a la verdad, no tiene nada de “extrema” como sí lo es el Partido Comunista y otras tiendas políticas del Frente Amplio, que apoyaron la destrucción del país a manos de vándalos y delincuentes del estallido delincuencial de octubre.

Pero hubo otros ganadores en estas elecciones: la paridad electoral, los votos nulos y los votos blancos, que merecen una reflexión por las consecuencias políticas, sociales y culturales que representan. La paridad electoral, nombre eufemístico para cubrir el robo a la democracia, responde a la Ley N° 21.216, publicada el 24 de marzo de 2020, que garantiza la paridad de género en las candidaturas y en la integración del Órgano Constituyente que se conforme para la creación de una Nueva Constitución Política de la República. La ley responde a la presión provocada por el estallido delincuencial de octubre de 2019 que “exigía mayor igualdad de género en el futuro político del país”. Exigencia respaldada por los movimientos feministas y el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.

En definitiva, la ley dictamina que, en este caso específico, debe haber 25 mujeres y 25 hombres. Y gracias a ella, seis mujeres perdedoras resultaron electas. Algunos casos son francamente escandalosos y para no aburrir al lector, citaré solo dos: en la Región de Atacama, la socialista Marcela Araya (9.584 votos) “venció” al también socialista Ricardo Núñez (14.967 votos). Si a usted le parece aberrante, más aberrante es este caso: en la Región de O’Higgins la candidata Ivonne Mangeisdorff, de Renovación Nacional (9.287 votos), “venció por paliza” a Juan Sutil, del mismo partido (75.727 votos). Es decir, sutilmente le robaron al pobre Juan Sutil. El candidato socialista fue muy sutil para reclamar: “Hay que estudiar otras disposiciones sin vulnerar el sentido de la norma, pero tampoco la voluntad ciudadana. Lo que hay que estudiar es un sistema más justo”.

El sistema es tan aberrante, por no llamarlo derechamente delictivo y antidemocrático, que vulnera el más común de los sentidos: el sentido común. Y la propia fe ciudadana, que vota por un candidato que es “apabullado” por otro amparado en una ley idiota que roba a la democracia. Con razón la diputada  María José Hoffmann, UDI,  partido político de la llamada centro derecha, declaró: “Me carga meterle la mano a la urna. Me carga la paridad. Es lo peor para las mujeres. Las mujeres no necesitamos ningún tipo de bastón más que la voluntad política de ser incorporadas”.

Los votos nulos y blancos, sobre todo los primeros, representaron también una tremenda fuerza política. De los 12.415.729 electores, de un padrón electoral de 15. 150.572 votantes, los votos nulos sumaron 2.108.028 (16,98%) y los blancos, 565.497 (4,55%). “Nada de mal”, considerando que quedaron a muy poca distancia de los votos alcanzados por el oficialismo: 2.782.956. ¿Qué significa todo este fracaso electoral? ¿Este desapego del chileno por estas elecciones?

Primero, desprecio profundo por un proceso constituyente espurio y antidemocrático, cocinado entre cuatro paredes. Segundo, desprecio transversal a la clase política. Tercero, cansancio de elector muy comprensible: elecciones el año pasado, este y el próximo año. Cuarto, desinterés total por este proceso electoral, como lo dijeron todas las encuestas. Quinto, escasa información por parte del Gobierno que, a diferencia de las elecciones del año pasado donde gastó cerca de mil millones de pesos en publicidad, este año invirtió la ridícula suma de cuatro millones en publicidad. Sexto, la llamada de personeros afines al oficialismo a votar nulo, lo que muchos replicaron en las redes sociales. Séptimo, absoluto desconocimiento de los candidatos. Octavo, desconocimiento de cómo debía votarse.

No hubo plebiscito de entrada, como manda el espíritu democrático, pero sí habrá plebiscito de salida, lo que significa que toda esta parafernalia montada para esta ocasión podrá ser rechazada, nuevamente por el pueblo, si la Constitución que redacten estos Consejeros, Expertos y no sé quién más, no es del agrado del respetable.

Sí, la paridad electoral y los votos nulos y blancos, son un aviso potente de que algo no anda bien con la democracia chilena y su sistema electoral.

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