(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) Anteayer fue la conmemoración de un día negro para Venezuela. Un viernes 8 de marzo de 2013, el hijo putativo de Hugo Chávez (que gobernó desde 1999 hasta 2013), Nicolás Maduro, su heredero político, llegaría al Palacio de Miraflores, sede del gobierno venezolano. O sea, el chavismo ya tiene 24 años en el poder. Tiempo más que suficiente para consolidar una dictadura que vive su pleno apogeo, aunque fiel a la consigna de los dictadores, compartió con los venezolanos un video de su juramento como Presidente el 8 de marzo de 2013, y en el que recuerda la promesa hecha a Chávez de construir una “patria libre”, “soberana” y “socialista”. Conceptos que la realidad política del país se encarga de desmentir.
“Diez años de aquel juramento y, 10 años después, aquí estamos enteros, de pie, victoriosos y avanzando hacia la Venezuela de la prosperidad, de la felicidad, del crecimiento, hacia la Venezuela plena del socialismo bolivariano”, dijo el dictador. Nuevamente las palabras nada tienen que ver con la realidad que vive el pueblo venezolano, en cuanto ellos, la cúpula del poder y sus aliados militares, están muy enteros y de pie, y pasan por la vida cargados de prosperidad. Crecen económicamente y son felices, mientras la gente huye de esa “felicidad y prosperidad”. Hambreados y miserables invaden ilegalmente los países del continente, provocando serios trastornos adonde llegan.
Diez años después Venezuela exporta miseria. Más de un cuarto de la población, sobre siete millones de venezolanos, han arrancado del país de las maravillas que Maduro presenta al mundo con la desfachatez propia de los tiranos. Y ya que a Maduro le gustan tanto las palabras y frases hechas, podemos evaluar lo que ha sido su permanencia en el poder con estos conceptos que ilustran, a mi modo ver, la fuga histórica del pueblo venezolano víctima del hambre y de los permanentes atropellos a los legítimos derechos humanos: persecución, corrupción, degradación del ser humano, populismo desvergonzado, mentiras, fin de la libertad de expresión, fin de la prensa libre, inflación exacerbada, hambre, éxodo, cárcel, dictadura, muerte.
Pero estos diez años han sido también de circo. Al dictador le encantan las payasadas. El año 2013, de acuerdo con su chiflada versión, se le apareció Hugo Chávez en forma de “pajarito chiquitico” y lo bendijo para que tuviera éxito en su campaña presidencial. Al año siguiente el pajarito se le volvió a aparecer: “Les voy a confesar que por ahí se me acercó un pajarito, otra vez se me acercó y me dijo que el comandante Chávez estaba feliz y lleno de amor de la lealtad de su pueblo. Debe de estar orgulloso”. Al parecer al dictador le fascina cualquier bicho que vuele porque, como ustedes saben, ahora usa capa: es el “Súper Bigote”, programa caricaturesco de la televisión con que hincha la paciencia de los venezolanos. Se hace acompañar de su mujer Cilita: la “Súper Cilita”.
Los súper héroes creados por la ideología chavista que ofende la dignidad de los venezolanos y destroza el sentido común. Pues bien, en esto consiste la Revolución Bolivariana que algunos necios pretenden implantar en otros lugares de nuestro continente latinoamericano, absurdo y demencial en manos de estos verdaderos esperpentos de la política.
Venezuela: diez años de terror y de circo.