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04 de February del 2023 a las 09:20 -
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El duelo entre el Intendente Raúl Viera y el Interventor Eduardo Carrére
“Si mis hijos preguntan por mí, deciles que fui un hombre honrado”.

(escribe Lic. Prof. Tiana Leivas Viera)  En 1934, a un año de iniciada la dictadura aquel 31 de marzo, Uruguay se preparaba para las elecciones que ratificarían el golpe de Estado de Gabriel Terra y la nueva Constitución de la República, aún con la abstención de Batllistas netos y Nacionalistas independientes.

Raúl Viera se había alejado de la Intendencia poco antes, ya que deseaba realizar campaña electoral con la transparencia que ameritaba el caso, hasta que se obtuvieran los nuevos resultados.   

Las intervenciones de los organismos del Estado continuaban siendo frecuentes, sobre todo, militares de altos rangos desfilaban en los mandos de las instituciones.

El 19 de abril, la fómula herrerista Haedo- Viera con su Lista N°1 vuelve a salir electa, pero para cuando Viera quiere retomar su función, se encuentra con que el Interventor, que designara por decreto el Poder Ejecutivo, Inspector de Hacienda Eduardo Carrére, ha pedido su suspensión y la del contador Luis Alzáibar. Sorprendido, y sin obtener motivo expreso, viaja por tren a Montevideo. Según la versión circulante en la prensa Carrére habría hecho “observaciones de carácter grave a la gestión intendentil” sin embargo, no le fue expresado esto a Viera en su entrevista.

El meollo del asunto estaba puesto en supuestas irregularidades de contabilidad de la Intendencia y de los gastos que correspondían al cargo que ocupaba. Incluso, el Secretario Interino Luis Chelle deja constancia en actas de su respuesta a la “pregunta verbal” que hiciera el Interventor acerca de los “Gastos de Representación” de Viera en 1933.

No hay detalles de los pormenores de su viaje, pero unas semanas después, por decreto, Terra repone en su cargo a Raúl Viera, declarando que la causa que motivó su suspensión no afectan el buen nombre ni la reconocida honorabilidad. Que las investigaciones practicadas tampoco alcanzan a comprometer personalmente su responsabilidad y las deficiencias de contabilidad comprobadas por pequeñas cantidades, constituyen defectos de técnica contable, que deben ser corregidos por los funcionarios encargados de la misma, conforme a las normas que dicte oportunamente el Tribunal de Cuentas de la nueva Constitución. Además, se agrega que las partidas para gastos de representación sacadas dos veces en el año 1933 por el Sr. Viera y autorizadas por el Sr. Alzáibar, se hallan autorizadas por los decretos de los gobiernos departamentales, correspondiendo por tanto la reposición del Sr. Viera y el cese de la Intervención.

 

¿Y el duelo?

La versión que recuerdan sus hijos, que eran muy pequeños en ese momento, es que frente a la acusación de robo, Raúl decide batirse a duelo con Carrére, sin embargo, el escenario fue otro. Claro está que la situación desencadenó el enojo de Viera que, al ir a retomar el mando, se cruzó en la Intendencia con Carrére y lo llamó “perfecto bellaco”[1] en reiteradas ocasiones y frente a otros presentes. Con el honor mancillado, Carrére le envía a sus padrinos, Mayor Marcelo Cardozo y José Morena, la siguiente carta:

               Estimados amigos: Ayer, al entregar la intendencia al Sr. Raúl Viera, en mi carácter de interventor, el referido señor me ha calificado de “bellaco” por dos veces. El empleo de esas palabras injuriosas hace que solicite de Uds. se apersonen a dicho señor, requiriéndole una retractación de sus dichos o, de lo contrario, una reparación por las armas.

Cumplido el apersonamiento, Raúl Viera se dirige al Dr. Alfonso Ferrería y Rafael de León, contando la situación caballeresca planteada:

               Habiéndome planteado (…) una cuestión caballeresca por estimar el tal Carrére haberlo ofendido al calificarlo de “perfecto bellaco”, por varias y repetidas veces delante de un numeroso grupo de empleados del Municipio y aunque estimo que el terreno del honor es solo accesible a los hombres de bien, no trepido en hacerle gracia y aceptar el lance a que provoca. (…) Faculto a Uds. ampliamente para el trámite de este asunto, expresando que me ratifico en absoluto en todos y en cada uno de los calificativos que apliqué de viva voz a Eduardo Carrére por su canallesca actuación en el asunto de referencia.

El 24 de mayo los padrinos se reúnen y exponiendo las voluntades de sus representados se pasa a designar el Tribunal de Honor: Julio Alberto Lista por Carrére, Héctor Scavino por Viera y, de común acuerdo, estos integran al Dr. Caledonio Grané como miembro neutral.

El 25, reunido el Tribunal de Honor, habiendo escuchado a los padrinos de ambas partes y revisado los antecedentes, resuelven por unanimidad que:

Viera calificó en términos denigrantes la conducta del señor Carrére. Que los calificativos proferidos en esa oportunidad, fueron reiterados posteriormente, en forma documentada, con mayor crudeza aún (…) conceptos profundamente lesivos para la dignidad de hombre y de funcionario (…) lo que constituye ofensa grave.

Resultando de todo ello, que existe ofensa, que el ofendido es el Sr. Eduardo Carrére y, por lo tanto, hay lugar a duelo.

En la casa, Raúl cantaba ópera y tomaba mate, cuenta su hija Sara, que entonces era muy pequeña pero guarda algunos recuerdos de esos días. “No le dijo a mamá [su esposa, Amelia] que se iba a batir a duelo, pero se corrió la voz” y es que toda la prensa publicaba el incidente.

Los padrinos de Carrére piden que el duelo se realice a pistola, el día 26 a las 7.30 bajo la dirección del Teniente don Juvenal Abreu. Además asistirían los Médicos Raúl Bogliaccini y Ricardo Braceras. Pero, ante la imposibilidad de conseguir pistolas de duelo, se resuelve utilizar revólveres y aumentar la cantidad de pasos que los duelistas darían: de 25 a 30, por la precisión de las armas en cuestión.

Ese día “la casa se llenó de gente para acompañar a mamá que estaba desesperada. Todos sus hijos eramos muy chicos, él le dijo «Si mis hijos preguntan por mí, deciles que fui un hombre honrado»” Incluso, muchos años después, Amelia, ya viuda, recordaría el hecho al contárselo a una de sus nietas “mi abuela me dijo que una vez alguien «le tiró el guante» [a Raúl], se le caían las lágrimas cuando me lo contaba, sé que al final no pasó nada, no sé si tiraron a errar o solo erraron. Me acuerdo porque me impresionó esa expresión, no sabía lo que quería decir”.

De la historia oral surge la historia más humanizante, relatos por lo menos pintorescos, como la ida de Raúl Viera a la barraca amiga para pedir “¿No me prestás un revólver que tengo un duelo?” y a un muchacho que pasaba, su camisa blanca.

El valor de la historia oral, radica en que los testimonios que surgen, no se encuentran, por lo general, en la documentación escrita y, aunque estas fuentes deben contrastarse con otras, a veces, justamente su cuantía está en lo único de estos relatos, no pueden conseguirse en otro lado . No obstante, tengamos en cuenta que éstos están llenos de emociones y que su autenticidad no puede ser sopesada (Mariezkurrena, 2008; Thompson, 1988; Sabino, 1992).

El 26 de mayo a las 7 y 30 de la mañana, se hacen presentes en el local de la Asociación Rural, Raúl Viera y Eduardo Carrére con sus respectivos padrinos, el Tribunal de Honor, el director del lance y los médicos, como se había estipulado.

Se sortean las armas, cada uno toma la suya y, de espaldas, caminan en dirección opuesta hasta alcanzar los 30 pasos de distancia. Comienzan a sonar las palmas y al sonar de la tercera, los duelistas se dan el frente intercambiando un tiro de revólver cada uno. Ambos combatientes salen ilesos. Como de costumbre, los padrinos invitan a los duelistas a la reconciliación, pero no fue posible.
Se labran las actas y se deja constancia de “la corrección intachable demostrada por ambos duelistas”.

 

Referencias

El Día. (mayo de 1934).

El Día. (26 de mayo de 1934). Personal.

La Época. (abril; mayo de 1934).

La voz de Soriano. (mayo de 1934).

Mariezkurrena, D. (2008). La historia oral como método de investigación histórica. Gerónimo de Uztariz(23/24), 227-233. Obtenido de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3264024.pdf

Sabino, C. (1992). El proceso de investigación. Caracas.

Thompson, P. (1988). La voz del pasado. La historia oral. (J. Domingo, Trad.) Valencia: IVEI. Pl. Alfons el Magnánim.

 

 

 

 

[1] Bellaco: [persona o comportamiento] que es malo moralmente y ruin; en especial, que comete delitos. Según Oxford languages.

 

(*) artículo originalmente  publicado en el Boletín Nº 92 del Centro Histórico y Geográfico de Soriano (febrero 2023)

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