
(Escribe prof. Alejandro Carreño T.) Es cierto que las encuestas no son más que la radiografía de un momento. Pero cuando los momentos construyen una historia, la radiografía deja de ser un simple cuadro. La historia del Presidente Boric a casi un año en La Moneda no ha sido más que la suma depredadora de una imagen que se hizo del poder sin pensarlo, aunque queriéndolo, debido a la efervescencia irracional que desató el llamado “octubrismo” y que él mismo ayudó a construir, primero desde la calle y luego como diputado, junto con muchos de quienes ahora habitan en Palacio. Hoy, el apoyo ciudadano es menor que el que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales: 25% contra el 25,8%. Ese es el último cuadro de esta película borrosa que se vive en La Moneda.
Los datos entregados por la última encuesta Plaza Pública Cadem, del domingo recién pasado, así lo confirman: 25% aprueba la gestión del Presidente, en cuanto que 70% la rechaza, lo que determina que la diferencia entre aprobadores y desaprobadores es de -45%, el más bajo de su mandato. Ese 25% es el voto duro de frenteamplistas y comunistas, base de su coalición de gobierno. ¿Y dónde está toda esa gente que votó por él en la segunda vuelta?, se preguntará el lector. Después de todo el 55,87 del electorado lo prefirió. Simple. Como muchos columnistas dijimos, las personas optaron por el aparentemente menos malo de los candidatos. Fue un voto de rechazo al derechista José Antoni Kast.
Pero pasada la fiebre callejera y enfrentados esos chilenos a la realidad cotidiana de las promesas incumplidas para mejorar la educación pública, la salud, la economía, la cesantía y sobre todo, la seguridad pública (en estos momentos, cuando escribo esta columna, lunes 16 de enero de 2023, me informo que la encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Santiago, CCS, señala que el 70% de los chilenos percibe a Chile como un país inseguro y siente temor caminar por las calles o movilizarse en automóvil). Y los homicidios aumentaron 43%, de acuerdo con informe entregado por Carabineros de Chile, el año 2022 respecto de 2021: 842 homicidios. Datos duros que revelan la inoperancia de un gobierno que se derrumba día tras día.
Como si esto no bastase, los indultos otorgados por Gabriel Boric el 30 de diciembre pasado a delincuentes jóvenes con extensos prontuarios delictivos, en los momentos en que existía una “mesa de diálogo” entre oficialismo y oposición para analizar el tema seguridad ciudadana, terminó por desmoronar a La Moneda con la salida de la ministra de Justicia y del principal asesor y amigo del Presidente, como si ellos fuesen los culpables. Por otro lado, la ministra Vallejo, quien también deberá caer muy pronto por sus constantes errores comunicacionales, admitiendo que otra cosa hubiera sido el Presidente hubiese tenido “todos los antecedentes de los indultados a la vista”. ¡Patéico!
¿Error de todos los involucrados? No. El Presidente lo hizo por convicción. Lo admitió su vocera Vallejo. Fue una promesa de campaña, pues los indultados, delincuentes comunes, ayudaron con sus saqueos, vandalismo y destrucción, a llevar a Palacio a quienes hoy gobiernan. “No son jóvenes delincuentes”, dijo el Presidente, como una forma de justifica su indulto-burla para los chilenos. Una promesa hecha al Frente Amplio y al Partido Comunista. Esta promesa es la única cumplida por el Presidente en un año de mandato. Pero también indultó a un terrorista aduciendo que tenía la convicción de que era “inocente” y culpando a la justicia de “irregularidades en su proceso”.
O sea, la debacle total. La intromisión más demoledora de un Jefe de Estado a la democracia que se sustenta, precisamente, en la independencia de sus tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Sí, el Presidente Gabriel Boric es el símbolo del derrumbe de un encumbrado por la violencia callejera.