(Escribe Emilio Hourcade) Conocidos son los hermosos paisajes y vistas que el Río Negro ofrece frente a la ciudad de Mercedes, que conjuntamente con obras realizadas por el hombre tales como la rambla y el puerto, brindan sitios a los cuales concurren mercedarios y visitantes que los saben apreciar.
Pues bien, hasta el primer tercio del siglo XX, la relación de la población de Mercedes con el Río Negro era mucho más estrecha que en la actualidad, fundamentada en que se hacía uso del mismo para el tránsito de pasajeros y mercadería, por lo que no resultaba extraño ver como se organizaban excursiones para hacer paseos familiares y sociales, o corsos fluviales en carnaval, llegando incluso a organizarse una función del Cuerpo de Baile del SODRE sobre sus aguas, tema que trataremos en este artículo.
Promediaba el verano de 1945 y la prensa lo anunciaba de la siguiente manera:
«En sesión de anoche la Comisión Municipal de Turismo y Fiesta resolvió en definitiva sobre la próxima actuación del Cuerpo de Baile del Sodre en nuestra ciudad, acordándose que este espectáculo, sin duda excepcional en el ambiente, tenga carácter popular, cumpliendo en tal forma los fines de difusión de la cultura artística en que se halla empeñada esa laboriosa corporación.
El ballet se presentará en el corriente mes (febrero de 1945) en un magnífico escenario al aire libre y sobre el río, que será construido sobre el dique flotante y emplazado próximo a la Isla del Puerto, con el soberbio fondo natural que brinda la frondosa arboleda de nuestro balneario.
Iluminación extraordinaria y adecuada, comodidad para el público con asientos y palcos a módicos precios, etc., etc., todo ha sido dispuesto convenientemente para que podamos disfrutar un espectáculo sensacional y nunca visto entre nosotros».
En relación al mencionado dique flotante, el mismo es básicamente una estructura capaz de sumergirse inundando algunos o todos sus tanques, introducir una nave y subir la estructura junto a la nave varada, achicando el agua de los tanques inundados. Justamente en esos días la Dirección de Hidrografía lo había estado utilizando para efectuarle reparaciones a la embarcación de dicha repartición «HD 25».
Pasan los días y llega a Mercedes el Jefe técnico y escenográfico del SODRE junto a su personal con el fin de construir el escenario flotante que sobre el dique e iluminado por 22 potentes reflectores se emplazaría entre la Isla y el Puerto.
La delegación del SODRE la integraban 50 personas que llegarían en dos ómnibus que gentilmente había cedido la Empresa ONDA, agregándose que lo hacía «a pesar de las dificultades porque atraviesa en estos momentos por la carencia de neumáticos». En aquellos años y como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se registraba una importante escasez de neumáticos, lo que provocó que en nuestro país se estudiara la calidad de los fabricados por FUNSA en relación a los extranjeros y en Argentina, algunos ómnibus circulaban con ruedas metálicas por las vías del tranvía.
Por otro lado, se daba la noticia de que: «en el perímetro comprendido entre la Rambla, pasarela y costa de la Isla se colocarán más de mil sillas y palcos para admirar este grandioso espectáculo que no ha sido presentado en ningún otro lugar del país y que solo Mercedes puede brindarlo por su privilegiada riqueza natural».
La expectativa era mayúscula, máxime cuando se tenía el antecedente de haber estado el Cuerpo de Baile del Sodre el año anterior en el Teatro Glücksmann (hoy “28 de Febrero”), en función apreciada por poca gente y que en esta oportunidad sería popular y masivo. Esta compañía había sido fundada el 27 de agosto de 1935, y estaba bajo la dirección del maestro Alberto Pouyanne6, quien fue su primer director.
Con el fin de amortizar los gastos que semejante espectáculo demandaría, se vendieron entradas con los siguientes precios: Palcos con 4 entradas por función $ 6,00; Abono a palco por las 2 funciones $ 10,00; Silla de plantea $ 0,50; Asiento en bancos, entrada general $ 0,50.
Por otro lado, y para quienes no podían abonar la entrada, se informaba que «la pasarela, la Isla en parte y la Rambla en los lugares donde no hay localidades, está destinado a estacionamiento del público que podrá ver sin ninguna molestia».
especto al escenario que se había construido, tenía una amplitud de 20 x 17 metros, con sus camarotes y vestuarios instalados en el plano inferior, y una instalación eléctrica adecuada a la jerarquía del acto. Las entradas para la función se vendían en una boletería ubicada en la rambla y también en la Intendencia, cortándose el tránsito de vehículos en toda la zona costera entre 25 de Mayo (hoy Eduardo V. Haedo) y 19 de abril.
Llegada la noche del 27 de febrero, en un marco espléndido que tenía como fondo la frondosa arboleda de la isla, se desarrolló un espectáculo magnífico al decir de la prensa, estimándose que lo habían presenciado unas 5.000 personas.
Toda la expectativa sería colmada plenamente, generando que «la iniciación del espectáculo arrancara al enorme público aglomerado en la Rambla una espontánea y prolongada exclamación frente a la impresión fantástica que se ofrecía a la vista»; destacándose la «descollante actuación de nuestro coterráneo Ruben Muela, cuya aparición en escena fue saludada cálidamente por el público».
De acuerdo a la programación, Ruben Muela tendría participación en «Rapsodia Negra» de Francis Poulenc, obra que merecería el siguiente comentario: «Este magnífico ballet es de aquellos “capo lavoro” que sientan una revolución en el arte de Terpsícore. La música es de sabor primitiva, agreste, brutal y consigue un maravilloso efecto orquestal; con la tenida en una nota larga, quejosa, de los instrumentos de cobre graves a los clarinete y flauta, consiguiendo por medio del último instrumento un maravilloso efecto de la “quena”.
Lo salvaje y primitivo del tema musical atonal, es una genialidad y acierto único; el ritmo dislocado y exasperante, quinta esencia del espíritu que traduce el alma tropical, da escalofríos.
Magnífico estuvo el conjunto en cada parte; ritmo, ajuste, armonía y plástica, de esta obra contemporánea maestra.
En este ballet sobresale Iris Sagrera, ya gran artista y los bailarines Andrés Sulevich y Rubén Muela».
Cumplidas las funciones los días 27 y 28 de febrero de 1945, la prensa no escatima conceptos para describir lo magnífico de aquellas veladas, siendo testimonio de ello lo siguiente:
«Hemos vivido dos días de verdadero arte con la presencia de este conjunto en el escenario levantado sobre las aguas de nuestro río, el que perdurará por mucho tiempo en nuestras retinas. Cábenos presentar con toda sinceridad, nuestros plácemes a la Comisión de Fiesta y Turismo y al señor Intendente Municipal Dr. Rogelio C. Sosa por la oportunidad que le dio al pueblo de acrecentar su acervo cultural».
Como hemos dicho al comienzo, eran otras épocas, otros impulsos y una relación con el Río Negro que a todo nivel era mucho más estrecha y que con el paso del tiempo se fue diluyendo, pero sin dudas la imaginación y originalidad de quienes idearon aquel espectáculo merece el reconocimiento, aprovechando en forma muy inteligente, un hermoso paisaje natural que, al ser tan cercano, capaz no lo logramos percibir en su real dimensión.
Seguidamente se puede apreciar una foto actual del lugar en donde se desarrolló el espectáculo, debiendo mencionar que el Intendente Dr. Rogelio C. Sosa, ocupó dicho cargo entre 1943 y 1947, habiendo efectuado muchas obras en la zona costera, y fundamentalmente en la Isla del Puerto, tales como el parador y el «Belvedere», tema que hemos desarrollado en la revista «Soriano Fluvial» N° 15, dedicada en exclusiva a la historia de esa isla.
En definitiva, un diario mercedario tituló «Una noche de arte en el Río Negro» siendo claro resumen de lo que se experimentó en aquellas cálidas veladas nocturnas de febrero de 1945.
(*) Este artículo está incluido en la última edición de la revista Soriano Fluvial, correspondiente al mes de junio (ver la edición completa AQUÍ)
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