(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Están en todas partes. Son una plaga social. Se conversan entre ellos, se escriben entre ellos, se leen entre ellos, pero joden a todo el mundo a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Suben sus fotos, sus escritos estrafalarios, sus memes y sus proclamas. Todo, evidentemente, material odioso y pernicioso para la paz social. Insisten de día y de noche con sus estereotipos emponzoñados, buscando adeptos ingenuos y trasnochados. Su molino no puede dejar de girar, porque necesitan que sus aguas truculentas aumenten su caudal y contaminen el país con sus frases mesiánicas y condenatorias. Son los apóstoles de la modernidad líquida y de la posverdad.
Son los sembradores de odio de una sociedad abandonada a su arbitrio de patriarcas renovados. Ocupan un lado u otro del espectro social. Los extremos donde el pensamiento y la cordura se diluyen. Los traficantes panfletarios de consignas opresoras de la libertad, pero amantes de la tortura y de la muerte. Son los vándalos de la civilización. Son los sembradores de odio de nuestro ajado continente latinoamericano. Representantes del oscurantismo de los siglos XX y XXI que se quieren imponer de todas maneras, para sentirse dueños de una verdad que les es esquiva. Y les será.
Porque así lo registra la Historia. Sus triunfos no son eternos, pero son letales. Castro, Maduro, Ortega-Murillo, Pinochet, Somoza, Stroessner, Videla y tantos otros de una lista interminable, qué son: manchas negras de la Humanidad que huelen a sangre y miseria humanas. Son los sembradores de odio que usan la libertad de pensamiento para un día coartar la libertad de pensamiento. Irrigadores de la mentira y cosechadores de la muerte. Huelen a cancerberos del Infierno aquí en la Tierra. Son los evangelistas de la destrucción física y moral. Instigadores de un mundo dantesco donde solo cabe la angustia, la desesperación y el miedo.
Son los heraldos negros que nos manda la muerte, como en el verso de Vallejo, que prenden velitas a Nicolás Maduro y a la fallida Revolución Cubana. Aduladores del régimen Ortega-Murillo y de la sonrisa nazi de cualquier militar decadente. Idolatran sus imágenes y se hacen “pipí” con un calendario-santito de ellos en sus bolsillos. Pobre sociedad nuestra entregada a la nada. Son los sembradores de odio de derecha y de izquierda. Decadentes. Viven fuera del tiempo, añorando viejos falsificadores de la libertad y del progreso social.
Apologistas de ideologías portadoras de los golpes de la vida, en palabras de César Vallejo. Aquellos golpes violentos e inconcebibles como el odio de Dios, dice el poeta. Sí, son los sembradores de odio que hicieron de la propagación del odio su manera de vivir. Que esparraman sus prédicas ideológicas, necias y malévolas, con orgullo de yihadista del marxismo exacerbado o de la derecha exacerbada, nazi. Los encontramos en un Parlamento espurio, decadente y permisivo.
Los encontramos en una televisión enferma de estupidez humana, y en los escenarios callejeros, donde el ser humano se metamorfosea en animal, destruyendo todo, golpeando todo, saqueando todo. Los encontramos en la prensa de todo tipo, con sus líderes disfrazados de demócratas. Y, ciertamente, en las redes sociales, la panacea de la líquida modernidad y la conveniente posverdad.
Pero usted, lector latinoamericano, no se deje engañar por estas sirenas de turbias aguas. Hágalo como Ulises y no escuche su canto de cándido dulzor. Usted, lector, ama su libertad. Por eso, recuerde que cualquiera de estas sirenas ambiciosas y falsamente melifluas, delirantes como Maduro y sus diálogos con el pajarito de Chávez, lo único que quiere es robársela.
Usted conoce muchos ejemplos, comenzando por el que tiene en casa o tuvo en casa o puede tener en casa.