28 de June del 2013 a las 11:37 -
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Estaban lavando el helicóptero que tenía sangre
El Tape Chaná cuenta su niñez y las acciones de los militares que presenció

Su nombre es Wilker Hugo Izaguirre Sandoval, nació el 28 de diciembre de 1959, hoy tengo 53 años, mi papá es Aldevar Wilker “Mingo” Izaguirre, vive gracias a Dios, hoy tiene 89 años, mi mamá hace 23 años que no la tenemos, se llamaba Elías Margarita Sandoval de Izaguirre, tengo nueve hermanos, tres varones somos y seis mujeres, de las cuales dos han fallecido, una con 33 y la otra con 35 años, han quedado cuatro mujeres y los tres varones, sobrinos en cantidad. Estoy casado con Mónica Paredes entrerriana, la cual me dio dos hijos, uno es Pitingo Izaguirre y el otros es Nicomedes Nahuel Izaguirre, de 31 y 24 años respectivamente, tengo una nieta hija de Pitingo, Damaris Luana Izaguirre Píccoli.

“Nací en Mercedes, mi infancia la pasé en la casa de mis padres en Oribe y Fregeiro, a una cuadra del estadio, en esa esquina estuve hasta los 12 años, fui a la Escuela 7 “Gervasia Galarza de Irastorza”, primero donde está ahora el club Asencio y después en el edificio actual haciendo cruz en plaza Artigas.

En esa esquina de Oribe y Fregeiro quedaron todos mis sueños, en los cordones de las veredas han quedado las peladuras de niño, los chiveos, los gritos, tantos recuerdos, tantos sueños, algunos cumplidos y otros por cumplirse aun.

De aquella gente que se crió conmigo tengo muchísimos amigos, Jorge Pereira que hoy es docente y rematador, los Graña, el joyero de enfrente Sosa, los Schettini, Pepe, el Rubén, Adriana, Hernán Collado (en la foto con El Tape), una cantidad de amigos”.

“Infancia pobre pero alegre”

Mi infancia en Uruguay transcurrió como todo niño pobre, me crié en una familia humilde, mi papá muy trabajador, mi mamá criando los nueve hijos y mucha gente que venía a mi casa o pasaba por ahí, era el refugio ese rancho que estaba en Oribe y Fregeiro, vendedor que andaba por ahí, que andaba cansado, tenía allí un lugar de esparcimiento, algunos se quedaron para siempre y después se casaron ahí y se fueron a vivir a otra parte como el caso de un señor que se llamaba Juan Monroy, un hombre muy bueno, llegó un día vendiendo ropa y se quedó por muchísimos años, de él aprendí a tocar la guitarra, se hizo amigo de mi familia, de mis padres, el Canario Pérez, el famoso Alfredo “Canario” Pérez, que era un hombre que en la actualidad no debe haber ni ha habido y no creo que haya un animador de jineteadas como el Canario Pérez, de él aprendí muchísimas cosas. 

Mi infancia fue alegre, dentro de toda la pobreza que teníamos, vivíamos rodeados de gente buena, que nos cobijaba, los vecinos cuando a veces no había… en casa nunca faltó un plato de guiso para nadie, y menos para nosotros… Esas cosas que tiene la infancia, de gurí bandido, de jugar a la pelota con pelota de trapo, de jugar a los matreros, de ir al estadio los días de fútbol, que se yo, de robarle los nísperos al vecino amigo, don Marzán, si lo habremos hecho rezongar, esperábamos que se escondiera en un baño que tenía un triángulo de ventana y ahí nos espiaba y nosotros sabíamos que estaba ahí porque le brillaban los lentes y no íbamos a robarle los nísperos y naranjas, el único lugar que había frutas y como todo gurí bandido saltábamos y los robábamos las naranjas como un juego”.

“Allanaban nuestra casa, llevaban preso a mi padre, mamá lloraba, no nos decían nada, papá era un trabajador de PAMER, defensor de obreros”

El Tape recuerda, “mi papá era un hombre que trabajaba en la PAMER y gremialista, siempre estaba a favor de los obreros, cuando se solían hacer reuniones espontáneas en mi casa, una vez llegó muy lastimado, le habían pegado por haberse prestado o llamado a una huelga, te estoy hablando de los años ‘65 a ’70, me fui para Argentina en el ’73. De ahí para atrás que recuerde, mi papá era militante del Frente Amplio, teníamos un paredón grande, que siempre estaba pintado de blanco pero con la efe y la a del Frente Amplio y todo lo que tenía que ver con el Partido Comunista, me acuerdo que había una familia que también nos cobijaba cuando éramos gurises, nos alcanzaba alimentos, hacíamos mandados y recibíamos de premio un pedazo de pastel, una cosa así, esta familia, tenía mucho que ver el papá en el Ejército, me acuerdo que casi siempre venía la Policía a revolver mi casa y no sabía por qué, venían a allanar, buscando cosas raras, armas, en mi casa nunca hubo un arma, mi padre era un hombre trabajador, lo único que era un luchador por el obrero, lo llevaban preso y nosotros no sabíamos por qué, y mi mamá lloraba, mis hermanas grandes también y a nosotros no nos contaban nada lo que pasaba.

A los allanamientos en casa iba gente común, algunos iban con ropa de policía y otros de civil, revolvían todo, teníamos muy pocas cosas, el trato con papá y mamá era así nomás los aparataban y revolvían todos. Unos roperos antiguos, que duraron mucho tiempo porque venían de familia, sacaban toda la ropa y la tiraban, lloraba mi mamá, mi padre nunca lloró, a pesar de su cuerpo pequeño era un tipo que se mantenía firme siempre, fueron dos o tres veces a allanar, después buscaban carne, que carneábamos clandestino, ¿mi viejo carneaba clandestino? ¡mi viejo trabajaba en la PAMER ni idea lo que eran las carneadas!”

“Los helicópteros en el estadio y el celo de los demás gurises del barrio”

Contó la historia de los helicópteros en el estadio, “me acuerdo de aquellos tiempos, cuando venían las Fuerzas Armadas al estadio, que sería de pista de aterrizaje para los helicópteros, unos grandes, verdes, todos los gurises del barrio íbamos a espiar a ver que hacían los helicópteros, porque bajaban y hacía semejante ruido. Ibamos al estadio y vaya a saber por qué, un día entro al estadio y había unos soldados, me preguntaron quien era, les contesté y dije que vivía a la cuadra del estadio, me mandaron a comprar cigarrillos y todavía ese tipo que estaba ahí uniformado, me dijo no te vayas a quedar con la plata y fui, cumplí con el deber, le llevé los cigarrillos. Ahí me dijo vos podés quedarte aquí, cuando quieras venir a mirar los helicópteros vení que no hay problemas y los otros gurises del barrio, amigos, malísimos porque me dejaban entrar a mi y a ellos no. Así fui durante mucho tiempo, entre el chiveo y esas cosas, le hacía mandados a esta gente, un día hasta una vuelta en helicóptero me dieron los soldados. Ahora me doy cuenta de las atrocidades que ocurrirían ahí, porque me acuerdo que muchas veces llegaban en helicópteros y una vez vi que el helicóptero tenía sangre y le pregunté por qué tenía sangre el helicóptero, me respondieron que habían matado un animal, no me dijeron que animal era, pasó eso, le comenté a mi papá que había dado una vuelta en helicóptero, y el viejo se enojó muchísimo conmigo y mamá también, la cuestión que no querían que fuera más al estadio y no fui más. Con el tiempo, cuando uno madura y se da cuenta de todas esas cosas, digo ¡la pucha! andá a saber qué animal traían en el helicóptero, porque en ese tiempo tendría 8, 9, 10 años capaz, después supe que andaban buscando a los tupamaros, y seguramente habrían matado alguna persona y la trajeron ahí, no la ví, lo único que vi fue la sangre cuando estaban lavando el helicóptero”.

La tierna historia del Cuartel

“Vivíamos cerca del cuartel y allí íbamos a mirar a televisión, a las siete y media de la tarde nos dejaban entrar, mirábamos Los Picapiedras, Mickey, El Gran Chaparral, Los Tres Chiflados, más o menos hasta las nueve estábamos en el cuartel, sentados en el suelo con todos los gurises del barrio, eramos doce o trece, todas las noches nos daban de comer los milicos, un plato de guiso, lo que comieran ellos nos daban y satisfechos para casa. Ocurrió mucho tiempo eso, nunca vimos nada raro, si había detenidos no nos dábamos cuenta, a nosotros nos llevaban al casino de oficiales, ahí nos sentaban en el suelo y mirábamos dibujitos animados y de ahí para afuera, nunca recorrimos otras partes. Mi viejo no sabía, no se enteraba de esas cosas y cuando no íbamos al cuartel, la única que tenía televisión en el barrio era una señora gorda de enfrente a casa, a la que también le hacíamos mandados y nos daba permiso para mirar televisión, mirábamos ahí o en el cuartel”.

“El primer sueldo en Rymalc y la llegada una semana tarde al cumpleaños donde tenía que cantar”

“Tenía 10 años y un hombre que me había visto cantar en un lugar que yo estudiaba folclore con María Luisa Acevedo que debe ser fallecida ya, tenía un grupo folclórico y ahí aprendí a bailar y tocar la guitarra, vino este hombre y me invitó a cantar en un cumpleaños en José Enrique Rodó. Resulta que llegué una semana después al cumpleaños en Rodó y le causó tanta gracia al hombre que llegara tarde una semana, lo que es un gurí bandido, sin tener noción de lo que estaba haciendo, y como era vacaciones en ese tiempo, me quedé una semana más ahí y ya le gustó porque yo andaba en el tambo con las vacas, no había visto nunca una vaca, andaba pa’ acá y pa’ allá, le ayudaba en el tambo. Hice de peón en esa temporadita. Vuelvo a la escuela y en las vacaciones otra vez para allá, tres años seguidos hice ese trabajo en las vacaciones y en la casa de este hombre empecé a jinetear, me dio oportunidad de montar terneros, una golpeadas me pega que Dios me libre, y el hombre era Campeón de El Prado, Wilfredo Birriel, hoy es un hombre que tiene 65 años, me fui con él, el papá era el que manejaba todo, murió después y la mamá, quedó a cargo del campo en Rodó, hombre que todavía me lleva para los beneficios de La Teletón en Rodó, vamos todos los años con Pitingo a participar allí, hay una amistad muy linda, mi primer patrón.

Aunque recuerdo que cuando era niño, no sé en qué época habrá sido, trabajé también en una fábrica de repuestos que había acá, una proveedora de repuestos que se llamaba Rymalc S.A. no se si existirá ahora, era mandadero, estuve un tiempo ahí estuve trabajando, ahí estuve de efectivo porque firmaba planilla, era chiquito, iba a la escuela, me acuerdo que estaba en planilla, cobraba mi sueldo y se lo llevaba a mamá, jamás nunca vi un peso. Agarraba el sobre que me daban, llevaba un papel que mamá o papá firmaba, y el dinero para mamá, el primer sueldo que cobré me acuerdo que le compré una remera para cada uno de mis hermanos, como si fuera hoy y un pantalón celeste para mí, ahí en la Rymalc. No sé cuántos años tenía, mi niñez fue lenta, nunca con sobresaltos, siempre con alegría”.

“Tito Tailada y el viaje para radicarme en Argentina a los 13 años”

Tito Tailada, un gran jinete argentino y Saúl Cuevas, jinete oriental que después se quitó la vida en Argentina, me hicieron montar un potrillo, un rosillo, en Cuchilla del Perdido, salió tan linda la jineteada que la gente vino y me dio plata, no sé quien pasó la gorra y consiguió muchísima plata, con la cual me compré ropa de gaucho y decidí despeonarme de la estancia, del tambo, y me encuentro con este hombre en otra jineteada, había ido a Cardona a montar petizos y me invitó para ir a Argentina, me vine con él a San Antonio de Areco, él tenía una tropilla de petizos pony, él los domaba y yo los galopeaba como era chiquito y medio camperón, me fui a San Antonio de Areco, mis viejos aprobaron todo lo que hice porque éramos muchos hermanos y nunca había problemas, tuvieron que dejarme ir y hoy les agradezco que me hayan dejado ir, no haber sido tan severos. Entre idas y venidas me quedé para siempre en Argentina, a los 17 años ya tenía mi casa hecha en Argentina, conocí la que es mi esposa hoy, en la casa de un tropillero, nos enamoramos ahí, muy gurisitos, yo 17 o 18 años había terminado mi casa y a los 21 me casé y desde entonces tengo la compañera de toda la vida y dos hijos, Pitingo y Nahuel (ambos en la foto con El Tape, Pitingo el de la izquierda)”.

 

 

 

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