(escribe prof. Alejandro Carreño T.) La violencia practicada por algunas personas sobre otras personas debe siempre ser repudiada, porque ello implica el uso del poder y la fuerza sobre el ser humano que no tiene ni poder ni fuerza. Cualquier tipo de violencia; cualquier tipo de poder y fuerza, independiente de quién sea la víctima. La Historia nos ha enseñado con su objetiva frialdad que la caracteriza, la violencia política, la violencia religiosa, la violencia racial, la violencia de género. Pero también la Literatura ha escrito grandes obras, verdaderas pesadillas que resultan incomprensibles para el entendimiento humano. Como el asesinato de 22.000 polacos presos en el bosque de Katyn, por orden de Josef Stalin, el dictador soviético, en 1940. O el genocidio nazi. O los millones y millones de víctimas de las dictaduras raciales, políticas y religiosas que han conmocionado a la Humanidad y siguen conmocionándola en los cinco continentes.
La mujer ha sido víctima unánime en el devenir de la Historia y en el quehacer literario, en todos los tiempos y en todas las culturas. Ha sido maltratada, usada y abusada. Denostada y privada de su dignidad. Sometida a la prostitución y lacerado su cuerpo. Hasta en el refranero popular desde que ellos existen hace siglos, la mujer ha sido objeto de burlas, sarcasmos y humillaciones. Y numerosos intelectuales se han solazado con ella. Hoy, cuando la Humanidad vive su tercera década del siglo XXI, la violencia que el poder muchas veces soterrado, ejerce sobre la mujer, es el pan nuestro de cada día de los medios de comunicación, que suelen convertir el ultraje y la vergüenza en lucrativo morbo.
La reivindicación de la mujer debe comprenderse desde su condición de ser humano y no por el solo hecho de ser mujer. Un ser humano que, como todo ser humano, debe ser respetado en su condición de tal, sin distinción de raza, ideología política o religión, y disfrutar de todos los derechos civiles, sociales y culturales como cualquier ser humano. El “feminismo callejero” debe estar orientado, a mi juicio, en esta condición de ser humano, y no apenas en lo concerniente al maltrato físico y psicológico o al abuso sexual, que los medios de comunicación suelen convertir, como dije, en espectáculo morbo y patético. Los legítimos derechos de la mujer como ser humano, trascienden su propia condición de mujer. Primero se es un ser humano; luego un hombre, una mujer o lo que se quiera ser.
Con todo, no se piense que el feminismo es un movimiento que llegó junto con las grandes ciudades de la modernidad. Muchos creen que se trata de una revolución cultural que surge del maltrato físico y psicológico y del acoso sexual que a diario sufre la mujer en el propio hogar y en el trabajo. Acoso sexual que suele convertirse en abuso sexual. El feminismo es, en realidad, un movimiento político, filosófico y cultural que postula, dicho de modo simple, que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre. Por lo mismo, su mirada crítica se centra en el análisis androcéntrico de la sociedad que contempla el mundo y las relaciones sociales desde la perspectiva del hombre.
Los orígenes del feminismo se encuentran bien lejos de los movimientos callejeros de las grandes ciudades de la vida moderna, pues se remontan al siglo XVIII, con la publicación de Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft en 1792. Desde entonces, el feminismo ha sido tema constante de discusiones teóricas, políticas y filosóficas que han llevado a los modernos estados a replantearse el concepto de sociedad, y establecer principios éticos y jurídicos que protejan a la mujer en su condición de ser humano, otorgándole los mismos derechos que como tal, le pertenecen.
Ultrajar estos derechos de la mujer en su condición de ser humano, es convertirla en víctima de una violencia que la Humanidad debe perseguir y condenar transversalmente, sin tapujos ni consideraciones. El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999 como un día de sensibilización y denuncia sobre la violencia contra las mujeres en el mundo, así como el día de hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, de nada servirán si las sociedades que pueblan los distintos continentes, no asumen su condición de adalides de la defensa del ser humano mujer y de su valor y trascendencia para el desarrollo de la propia Humanidad.
De lo contrario, continuaremos celebrando simbólicamente estos días.