(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Después de tres periodos consecutivos de la derecha en el poder, la izquierda representada por Iris Xiomara Castro de Zelaya, volvió a la Casa Presidencial de Honduras, conocida como Palacio José Cecilio del Valle, luego de vencer en las elecciones generales de noviembre del año pasado. Palacio que ya conocía pues había sido Primera Dama durante el gobierno de su marido José Manuel Zelaya Rosales, desde de enero de 2006 hasta el 28 de junio de 2009, año en que Zelaya es derrocado mediante un Golpe de Estado. Su asunción se realizó el 27 de enero pasado.
La llegada de Iris Xiomara a la Casa Presidencial de Honduras es un hecho histórico, porque es la primera mujer en la más alta magistratura del país en sus exactos doscientos años de vida independiente (15 de septiembre de 1821). Al igual que a otros presidentes de izquierda de la región, a Iris Xiomara le espera una dura “batalla política” con el Congreso, donde no tiene la minoría simple para gobernar sin depender de los acuerdos políticos (lo mismo que Gabriel Boric en Chile, que asumirá el 11 de marzo próximo). Y ya sabemos que “la política de los acuerdos” no siempre conduce a acuerdos.
A la Presidenta le aguardan duras jornadas. Honduras, con nueve y medio millones de habitantes, es un país dominado desde los años noventa del siglo pasado por las tristemente célebres pandillas criminales o maras, siendo la más conocida la Mara Salvatrucha, organización criminal internacional que asuela el país y otras regiones de América Central y del mundo, contrabandeando armas, extorsionando y traficando drogas. La pobreza hondureña (la segunda en América Latina), es caldo de cultivo para el florecimiento de estas pandillas. Miseria y delincuencia suelen andar de la mano, y es uno de los principales problemas que deberá enfrentar la actual Mandataria.
La corrupción, que suele acompañarse de la miseria y las organizaciones criminales que se incrustan en los poderes del Estado como lapa perniciosa, es otro de los flagelos que deberá enfrentar el gobierno de Iris Xiomara. De acuerdo con el “Índice de Percepción de la Corrupción 2021” de Transparencia Internacional (https://asjhonduras.com/webhn/resultados-ipc/), que mide los niveles percibidos de corrupción en el sector público en 180 países y territorios de todo el mundo, Honduras ocupa el lugar número 24, después de Venezuela (14), Haití y Nicaragua (20).
Los puntos anteriores son el marco adecuado para cuestionar la democracia como régimen de gobierno capaz de solucionar los problemas endémicos del país. Es lo que piensan los hondureños según el artículo publicado por Expediente Público (https://www.expedientepublico.org/honduras-el-pais-centroamericano-mas-insatisfecho-con-la-democracia/), “Honduras: el país centroamericano más insatisfecho con la democracia”, publicado el 20 de octubre del año pasado, que cita a Latinobarómetro, estudio de opinión pública que aplica anualmente alrededor de 20.000 entrevistas en dieciocho países latinoamericanos. A partir del Golpe de Estado de 2009, “la satisfacción de los hondureños con la democracia ha oscilado entre el 35% el 2010 hasta su punto más bajo en una década: 15% en 2020”.
A todo este oscuro panorama que representa la realidad de Honduras, con una democracia resquebrajada que obliga a la Presidenta a reconciliar el sistema político con el pueblo que no cree en las instituciones del Estado, dominado en su miseria social por pandillas inmisericordes asentadas en incontables barrios del país, la Presidenta deberá enfrentar las propias divisiones internas de sus aliados (lo mismo que está viviendo Gabriel Boric en Chile), y su frase “hasta la victoria siempre”, símbolo de la Revolución Cubana, pronunciada muchísimas veces durante la campaña y luego de que las urnas dieran su veredicto, se ha convertido en su Talón de Aquiles, puesto que la sociedad más conservadora hondureña la acusa de querer convertir el país en otra Venezuela.
Los regímenes izquierdistas de América Latina viven momentos muy complejos. El Presidente Castillo en Perú ya va en su cuarto ministerio en seis meses de gobierno; Arce en Bolivia carga sobre sus hombros el estigma Evo, que le resta liderazgo y autonomía, al mismo tiempo que debe enfrentar una férrea oposición; el gobierno de Fernández en Argentina (¿qué Fernández gobierna allí?), navega cada día por aguas tormentosas y no se ve que arribe a buen puerto. Venezuela es un caos dictatorial. Nicaragua una dictadura. En fin. Por lo mismo, la Presidenta Castro deberá demostrar a los suyos que su gobierno izquierdista será diferente, que buscará los acuerdos políticos y respetará la constitución y las leyes, reducirá la pobreza, mejorará los índices económicos y enfrentará con firmeza las pandillas que destrozan la estructura y convivencia social. Que gobernará para recuperar la confianza en la democracia.
Gobernar en Honduras es meterse en honduras políticas cuyas aguas turbias y turbulentas suelen hundir cualquier navío. La Presidenta Iris Xiomara lo sabe.
(*) foto extraída de redhonduras.com/