03 de February del 2022 a las 16:11 -
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La energía: Prometeo es el culpable
Alguien puede pensar que el aumento previsible del precio de los combustibles fósiles va a conducir inexorablemente a la disminución de su consumo. Mi percepción es que los problemas ambientales y energéticos difícilmente puedan ser resueltos por el mercado en el tiempo en que necesitaríamos hacerlo.

(escribe  Ing. Agr.  Ariel Asuaga) Estoy obsesionado con el futuro que no voy a ver. Soy pesimista y sin embargo actúo como si no lo fuera. ¿Soy irracional al intentar acciones imposibles o hay elementos racionales en mi esperanza?
Una u otra alternativa depende del estado de ánimo por el que atraviese y de la información que reciba. La que recibí ayer no fue de las buenas. Leí un artículo de un escritor especializado en energía y ambiente llamado Kurt Cobb acerca de la transición energética. Me lo envió el Ing. Agr. Lavalleja Castro, quien a sus más de 90 años, es quien me provee de este tipo de información. Supongo que él también se aferra a los retazos de racionalidad que su inteligencia privilegiada busca y a veces encuentra.

Para quienes no lo conozcan, Lavalleja Castro es un eminente agrónomo, conocido sobre todo por haber iniciado el ensayo de rotaciones agrícolas más prolongado de América del Sur, el cual se continúa luego de más de 50 años en La Estanzuela. Este ensayo ha suministrado información relevante para el diseño de rotaciones sostenibles bajo sistemas agrícola-ganaderos y en el presente ha renovado su importancia debido a la necesidad de secuestrar carbono en los suelos.

Kurt Cobb señala que estamos llegando tarde a la transición hacia fuentes de energía renovable. Para producirlas se necesita energía y ésta en gran medida proviene de los combustibles fósiles, cuya producción probablemente ya haya llegado al pico. Además deberíamos reducir su consumo para evitar mayor calentamiento global. Como si este problema no fuera suficiente, también aparece la paradoja de que no sustituimos energía fósil por renovable, sino que aumentamos el consumo de energía total. El caso reciente de Uruguay es paradigmático: tenemos una matriz energética mayormente renovable, pero decidimos quemar gasoil para venderle electricidad a Brasil y con ese ingreso mantener el precio de los combustibles. Los números, financiados por el petróleo siguen siendo rentables.

Salvo algunos fanáticos o algunos inmorales que privilegian sus intereses, no hay mucha gente que niegue el cambio climático. Tampoco conozco mucha gente que actúe de forma eficaz para prevenirlo. De continuar así, las consecuencias serán catastróficas e irreversibles. Basta imaginar que los ríos que dependen de los glaciares dejen de correr o que el nivel del mar inunde ciudades costeras o que la mayor frecuencia de fenómenos extremos jaquee a nuestro sistema alimentario. Sin embargo actuamos como en la película Don´t look up, en la cual la gente y el sistema político niegan el problema, mientras los empresarios quieren sacar ventaja y todos ignoran a los científicos. Yo veo dos problemas: 1. es sumamente difícil hacer los cambios necesarios a tiempo y 2. cada uno de nosotros actúa pensando que su acción individual es irrelevante, es decir que yo no soy el problema.

La historia muestra que cuando Europa estaba al borde de la crisis energética debida a la deforestación, apareció el carbón. Luego aparecieron el petróleo y el gas natural. Nuestra historia como especie es, como diría Galeano, la historia del fuego. No estaban errados los dioses al castigar a Prometeo por haber dado el fuego a los hombres. Generalmente nos enredamos en discusiones ideológicas creyendo que la ideología tiene que ver con ideas abstractas producidas a puro pensamiento. La ideología es determinada por las condiciones materiales en las que vivimos y pensamos. La maravilla energética de los combustibles fósiles es la clave del capitalismo y su descomunal desarrollo tecnológico. Hoy no parece probable que logremos una transición energética como la de la leña al carbón. La esperanza es tecnológica, pero me aferro a ella de manera poco racional, algo así como que mi esperanza se basa casi en la desesperación.

Alguien puede pensar que el aumento previsible del precio de los combustibles fósiles va a conducir inexorablemente a la disminución de su consumo. Mi percepción es que los problemas ambientales y energéticos difícilmente puedan ser resueltos por el mercado en el tiempo en que necesitaríamos hacerlo. Tampoco imagino que la maraña de intereses y opiniones un día se desenrede y dé lugar a un manejo sensato, necesariamente racional y global, por parte de las personas, los gobiernos, la academia, los empresarios.

La democracia es el mejor sistema político que hayamos conocido nunca. Sin embargo, cuando tenemos que lidiar con la física, carece de sentido decidir por mayoría que el cambio climático no es prioritario. Las leyes naturales son autoritarias y no podemos mandar al parlamento un proyecto de ley que baje las emisiones sin bajar las emisiones en la práctica. Las soluciones han de ser necesariamente globales y probablemente no ocurran antes de que el capitalismo complete su propia globalización. Temo que sea tarde.

En síntesis tenemos que modificar muchas cosas: la producción y consumo de energía, la forma de producir alimentos, los patrones de consumo para que sean compatibles con la conservación del planeta, nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza, nuestra forma de vivir en ciudades enormes alejadas de los lugares donde se produce lo que comemos, reducir los niveles de contaminación, sacar carbono de la atmósfera, crear una gobernanza global eficaz. Seguramente la lista sea mucho mayor.

Jared Diamond en su libro Colapso describe varias civilizaciones que colapsaron. Hay dos ejemplos paradigmáticos: la civilización europea en Groenlandia y la de la isla de Pasqua. Deberíamos ver estos casos como dos ensayos terribles de lo que puede suceder a escala planetaria si no reaccionamos. No tenemos a donde ir.

Conozco gente que se califica a sí misma de optimista que piensa que tarde o temprano (digamos que tarde) las cosas se terminan acomodando, como los zapallos en un carro y que necesariamente es a costa de daño colateral e inequidad. Prefiero mi pesimismo que imagina que es posible juntar los cerebros a pensar y que antes de aceptar daños o inequidades es necesario hacer todo lo posible por evitarlos.
 

 

 

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