Cuando somos padre, se nos abre una serie de hechos importantes en nuestra vida, es en este momento que se presenta la posibilidad que se dé un movimiento interno dentro de nosotros hacia la reparación, que se curen las heridas de nuestra infancia y comencemos el camino de la reconciliación con nuestro padre, porque salimos del lugar de hijos y entramos en el lugar de padre; esto nos puede llevar a pasar por algunas experiencias similares a la que pasó nuestro padre cuando nacimos nosotros. Salimos del lugar del reclamo para el lugar de la comprensión. Así aquellas heridas generadas por la relación no saludable con él pueden llegar a curarse, porque hemos pasado por la experiencia quebrando ciertas idealizaciones en la relación a nuestro padre – lo humanizamos, aceptando su presencia en nuestra vida con errores y aciertos. Algunas veces hacemos un “recorte” de una parte de la relación con él y nos quedamos con lo negativo de esta relación, con lo traumático de esta, lo que nos lleva a ocupar el lugar de víctima de esta relación, cuando me victimizo pierdo mi fuerza para transformar mi relación con el mundo en algo más saludable para mí y casi seguro que esta situación personal de ser víctima la lleve a otros ámbitos de mi vida; “consiguiendo” tener un jefe autoritario que me maltrate, o uno que no me valorice.
El nacimiento de una hija mujer nos moviliza más en nosotros los hombres todo lo que tiene que ver con nuestra relación con el femenino, con la concepción que yo tengo sobre las mujeres y también podemos trabajarnos sobre una serie de preconceptos machistas que tenemos, porque un padre que ame a su hija, no va a querer verla maltratada, menospreciada y no valorizada; por otros hombres o sus parejas. Internamente me puedo llegar a decir: yo no traje al mundo una criatura maravillosa, para que este hombre (pareja) o quien está en lugares importantes de poder, léase jefe, marido o compañero la maltrate o la haga sufrir, no se combata este tipo de pensamiento, ese tipo de conducta. Otro aspecto el cual nos aporta el nacimiento de una hija mujer, es todo lo que tiene que ver con la sensibilidad, la delicadeza y el amor.
Ahora cuando nace un hijo varón es una bella oportunidad que la vida nos da, para trabajar nuestra relación con nuestro padre, su presencia y sobre sus ausencias. Debemos tener cuidado para no quedar en la herida, en los conflictos que tuve con él y lo proyecte en la relación con mi hijo, y así no poder ver las necesidades que nuestro hijo tiene; debemos tratar de no verlo como una proyección de nosotros, sino como un ser único y particular que tiene sus propias necesidades. Muchas veces nos quedamos con lo traumático de la relación que tuve con él, quedándome solo con este aspecto llega a ser pesado para cargarlo toda mi vida, no es porque no pueda con el peso emocional de esto, sino que me limito mucho en la vida, no pudiendo contemplar otros aspectos, otras cosas que han sido buena en nuestra relación.
Gastón Andino