En una sentencia reciente, la Suprema Corte de Justicia reivindicó el valor del testimonio de los niños que hayan sufrido casos de abuso sexual infantil.
En efecto, en una sentencia fechada el 4 de mayo y redactada por el ministro Tabaré Sosa, la corporación rechazó un recurso de casación presentado por la defensa del educador de una organización dedicada a la atención de la infancia, que había sido condenado en primera y segunda instancia.
Intervino en el asunto la Fiscalía Penal de Montevideo de Delitos Sexuales, Violencia Doméstica y Violencia basada en Género de 5º turno, ocupada en ese entonces por la fiscal Sabrina Flores.
El fallo de la Corte que lleva el número 83/2021 y que fue firmado por el resto de los ministros de la corporación, estampa una serie de reflexiones sobre el testimonio de los niños en este tipo de casos, que recogen los estudios más modernos en la materia.
Según el máximo órgano judicial, anteriormente primaba “aquella consideración inveterada de la imagen de un niño como testigo o víctima poco creíble debido a su tendencia a la fantasía, a su vulnerabilidad a la sugestión, a su dificultad para distinguir entre lo real y lo ficticio y, por tanto, con tendencia intencionada o ingenua a la falsedad en su declaración, porque su inteligencia o memoria se encuentran en proceso de maduración”. Sin embargo, para la Corte “no se dispone de datos científicos que indiquen que los niños difieren de los adultos en su capacidad para distinguir entre sucesos reales y sucesos imaginados y ha quedado demostrado por la psicología experimental que los niños no son más sugestionables que los adultos”.
“Pero además, lo que no hay que perder de vista es que más allá de las razones por las que pueda mentir un niño, es excepcional que sus mentiras incluyan referencias sexuales, o que aporten detalles concretos que remitan a la sexualidad adulta”, agrega la sentencia.
“Con respecto a las fantasías, si bien es cierto que los niños las tienen, hay que tener en cuenta, que difícilmente un niño brinde detalles de percepciones sensoriales que no se correspondan con episodios verdaderamente vividos”, prosigue.
Según la Corte, en este caso “no se advierten motivos racionales que permitan presumir que los niños han mentido o que sus relatos han sido implantados en sus mentes como verdades por personas adultas”.
Para respaldar su argumentación, el máximo órgano judicial cita un reciente estudio efectuado por el psicólogo y profesor adscripto de Derecho Penal doctor Rivera, para quien hasta las últimas décadas del siglo XX primó la posición sustentada por Freud y el psicoanálisis “que consideraba que la mayoría de las veces tales relatos eran fantasiosos y tenían su fuente en el desarrollo sexual infantil”.
No obstante, “la alta frecuencia de tales relatos condujo a que se considerase que no podía ser cierto que tantas personas pudieran haber sido abusadas durante su infancia”. Así, si bien la teoría original “no puede considerarse sustancialmente falsa” ha “perdido aceptación en el concierto académico contemporáneo, merced a una amplia experiencia de trabajo directo con niños abusados, reveladora de que existen patrones de conducta que permiten diagnosticar el abuso sexual infantil de manera confiable”. De ese modo lo “relevante” es “evaluar la confiabilidad del relato del niño, lo que dependerá en gran medida de su espontaneidad y de la no contaminación”.
A esto debe agregarse un estudio de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica de la Universidad de la República realizado por las doctoras Viola, Di Lorenzo y Maggi que señalan que “cuando un niño denuncia libre y espontáneamente un ASI, éste realmente aconteció en un porcentaje que oscila entre el 92 y el 98% de los casos de acuerdo a diferentes estudios”.