Los hombres somos creados para pensar y hacer. Las mujeres para sentir y hablar.
Por eso es tan difícil el diálogo entre estos dos géneros, imagínese entonces con personas LGBT. Lo difícil que puede llegar a ser. Ya que la cultura patriarcal ha creado esa forma de comportamiento los que piensan y las que sienten, encima de esto se construyen los roles de género y a través de nuestro accionar en el cotidiano, en lo micro de todos los días, en los pequeños detalles y también en los comentarios machistas y sexistas; es donde se define que es ser hombre y que es ser mujer. A los hombres se nos prohíbe hablar de nuestros sentimientos y emociones; porque eso es cosa de mujeres, macho que es macho aguanta y soporta todo el dolor y lo que sea sin manifestar nada. Más de un amigo me ha dicho que está angustiado y que no puede llorar, le recomiendo darse una ducha para que durante el baño pueda llorar, el elemento agua llama al agua interna. Porque tenemos que dejar que nuestras emociones se expresen, solo así lograremos tener una madurez emocional.
Estamos anestesiados, somos incapaces de distinguir un afecto de otro (alexitimia) que genera un estado de confusión que induce a ‘la acción por la acción’ o a comportamientos adictivos, como el alcoholismo u otras drogas
Los hombres patriarcales tienen una pobreza afectiva, están tan disociados que le cuesta entenderse, cuando algo emocional les pasa en su vida. Se ahogan y se desesperan porque no saben lo que está pasando dentro de si. No saben si están tristes, deprimidos, angustiados o si les duele alguna parte de su cuerpo. No tienen ninguna auto percepción de su propio cuerpo. Por eso es que algunas veces al preguntarles qué te pasa reaccionan con agresividad y violencia: es más, la base de la violencia familiar es la definición rígida de los roles de lo que es ser hombre y lo que es ser mujer, dentro de lo que es la cultura patriarcal.
Los hombres tenemos que desarrollar más nuestra capacidad de sentir, de aprender habitarnos dentro de nuestro cuerpo, conocerlo más, saber reconocer ciertas reacciones fisiológicas. Observar como sentir lo que siento, reconocerlo, comprenderlo y aceptar lo que estoy sintiendo y si en contacto con lo que siento decidir si deseo manifestarlo, comunicar haciéndome responsable de mi propio sentir teniendo en cuenta la forma: el cuidar al otro, desde el respeto y el amor hacia mí mismo y hacia el otro/a o las/os otros/as,
Hablar desde el sentir, estar conectado/a “sentir lo que estoy sintiendo” y vivenciar a través de la observación atenta: el gesto, la palabra y el tono percibiendo si hay sinergia coordinada (coordis: corazón) ”o no.”
Poder ser sinceros y honestos con nosotros mismos sobre lo que sentimos, porque solo hablando sobre nuestras emociones y sentimientos podemos fortalecernos sanamente, podemos madurar, podemos ser verdaderamente libres de los mandatos sociales que nos dan un lugar ya determinado.
Aprender a sentir es, ¿Qué palabras utilizas en tu día a día? ¿Desde qué emoción te hablas? ¿Desde qué emoción te relacionas con los demás? ¿Qué palabras utilizas para hablar de tus sentimientos? ¿Eres consciente de las emociones que están detrás de ellas? ¿Cómo las distingues? ¿Qué expresas al hablar? ¿Qué quieres conseguir con tus palabras?
"En la cultura humana el dominio de la palabra y del pensamiento se ha convertido en una especie de monarquía absoluta que tiene casi completamente inhibido nuestra capacidad de ser en el presente emocional, sensible y emocional de la vida. Es en esta desequilibrada evolución del potencial humano que deben ser investigadas las causas del gran malestar existencial que está en el origen de las enfermedades: nosotros seamos orgánicamente vulnerables cuando debilitamos el primordial vínculo con la profundidad de nuestro ser, allí donde la vida sucede con instinto, Empatía e intuición revelándonos con alta precisión nuestras necesidades primarios y nuestras prioridades existenciales" (Rolando Toro).
Cuanto menos conexión con nosotros mismos menos reconocemos como propios los sentimientos que nos despiertan situaciones cotidianas a distintos niveles: pareja, familiar, subgrupal, grupal, etc.
Tener en cuenta lo que siento y tener en cuenta como se sienten los otros, depura nuestros vínculos, los vuelve más amorosos, menos condicionados, menos dependientes y también menos tóxicos.
Al hacerme responsable de lo que siento, puedo descubrir como estoy, que necesitaría decir o hacer (o no hacer) para sentirme bien.
Al responsabilizarme de mis “decires” y “haceres”, me vuelvo a apropiar de mi poder personal para realizar mis propios proyectos.
Gastón Andino