Tema aparte, es el papel de las cuidadoras y cuidadores que se convierten en un apoyo fundamental dentro del proceso que dure la enfermedad, no solo por el apoyo técnico que algunas veces nos dan, sino también el apoyo psicológico y emocional, que dan a quien está siendo cuidado; fuerza y determinación para continuar recuperándose. Ellxs son un faro en medio de la tempestad, causada por los vaivenes emocionales en el proceso de cura, de sanación, que algunas veces impacientan al “paciente” comidos por la ansiedad y la angustia, que se manifiestan, pudiéndose convertir en obstáculo para el tratamiento.
Lxs cuidadorxs son el sostén emocional junto con la familia de quien padece el malestar. Ell@s son el regazo tierno donde el paciente algunas veces encuentra apoyo emocional, afectivo para su dolor y sufrimiento; como también para celebrar mejoras en el tratamiento. Algunas veces l@ acompañan la vida y otras veces acompañan hasta el fin de la vida de él.
Por eso creo que ellxs deben tener un temple de acero, una fuerza interior que les permite seguir haciendo esta tarea a pesar del sufrimiento que algún momento atraviesan, son eximios nadadores en estas aguas turbias de las enfermedades y sus consecuencias; siempre con un mensaje esperanzador.
Ellxs practican el Amor incondicional, una cualidad, un don importante dentro de este rol, que lo convierte en un aspecto fundamental de ser un/una cuidador/a de personas.
También representan la imagen arquetípica del Ángel de la guarda, que cuidan y protegen a las personas. El arquetipo es una imagen interior cargada de emoción, estas habitan en todos los seres humanos, al hacerse presentes en nuestra vida cotidiana nos hace vivir situaciones con una gran intensidad, que no conocíamos hasta ese momento, revelando un aspecto nuevo de nosotros mismo.
Ellxs con mucha ternura contienen, ayudando a transitar este camino que mi maestro Rolando Toro le llama del sufrimiento a la plenitud, que significa tomar lo que la vida nos trae, pasar por la experiencia de alguna manera asimilarla y poder utilizar esta situación vivida para rehacer con fuerza nuevamente nuestra vida; renacer puros e iluminados, al decir de él.
Gastón Andino