El edil suplente Luis Rico reflexiona sobre la figura y trayectoria del caudillo blanco Luis Alberto de Herrera y Quevedo (1873 - 1959): “Un ocho de abril de 1959 murió Herrera, hace ya 62 años (protagonista a fines del siglo XVIIII y vencedor de las elecciones en 1958, en la segunda mitad del siglo XX) como explicar el significado de la vida de Herrera, uno de los 22 de Lamas allá en la gesta heroica de 1898, por tanto actuante, gravitante a fines del siglo XVIIII. Acompañó a Aparicio Saravia en la revolución de 1904. Y después de Masoller reorganiza el partido junto a Roxlo. Les hace dejar a los blancos la lanza por el voto y enfrenta a Battle en la cúspide de la fama, del poder omnívoro y lo derrota en lo que fue en una de las más hermosas jornadas cívicas del pueblo uruguayo, la constituyente de 1916. Luego anda de amores y desencuentros con la victoria durante una década en la que regía aquella extraña constitución que establecía un Consejo Nacional de Administración que Herrera integró de la mano del pueblo. Luego cogobernó con Terra después de 1933 en lo que fue talvez su único gran error político, luego enfrentó a Valdomir y Amézaga, se quedó sólo, él y la bandera, alrededor todos los demás.
Desde los comunistas hasta los más conspicuos empresarios lanzaron las más despiadas de las críticas Herrera nazi, Herrera a la cárcel, pero el viejo, porque ya era viejo congregó a los fieles, bebió en las raíces del nacionalismo y libró la más hermosa de las batallas, salió del combate debilitado, era un país cebado en la holgura, satisfecho, contento consigo mismo. Éramos los campeones del mundo en todo hasta en el fútbol, el país se entregó a la siesta y prefirió a los primos del diario El Día y a los primos del diario Acción que con mano prodiga repartían prevendas. Pero el viejo que con los años se había vuelto más viejo y más zorro pactó con Luis Batlle y se metió adentro del gallinero para comerse las gallinas de a una. Aquello fue un festín, para 1958 había estallado la crisis, duro despertar como de pesadilla terminó con aquella siesta. El pueblo perdido, confundido, volvió a poner su mirada en el viejo, que durante todos estos años había permanecido sin contaminarse. En medio del apogeo de los colachatas, Herrera iba de la Quinta Larrañaga a la casa de gobierno en un desvencijado automóvil que es más de una oportunidad lo dejara a medio camino. El pueblo al percibir que no tenía rumbo confió en el baqueano de tantas jornadas, en el que por años había enriquecido la conciencia nacional y forjado el destino de la patria. En la mediocridad circundante Herrera paseaba su señorío. Recibió la victoria con la sencillez con que había vivido siempre.
No había resultado electo a cargo alguno como si el destino le hubiese reservado ese alago final, no había cargos para Herrera porque aquel gigante ya no cabía en ninguno. El pueblo le disernió otros, Señor, jefe civil, fiscal de la nación, conciencia moral. Definimos el significado de esta vida en tres cimientos fundamentales: nacionalidad, independencia y americanismo.
Terminamos recordando algunas frases que tuvo para cada momento que atravesó:
Que lindo es ser blanco.
Ni me callo ni me voy.
La quilla de nuestro barco hiende mejor las aguas embravecidas.
En nuestra tierra libre no queremos capataces que piensen y hagan por nosotros.
Las nubes pasan, el azul queda.
Luis Rico
Edil suplente, Partido Nacional, lista 903”.