A un año de instalada la pandemia en nuestro país el impacto ha repercutido fuertemente en la sociedad, y especialmente en las mujeres. El Instituto Cuesta Duarte del PIT CNT analiza esta situación en un documento en base a algunos datos del mercado de trabajo.
Desde que se detectaron los primeros casos de coronavirus en nuestro país, hace casi un año, Uruguay ingresó en una profunda crisis económica y social. Las medidas de distanciamiento y restricciones adoptadas ante la emergencia sanitaria provocaron una fuerte caída de la actividad económica el año pasado y esto impactó rápidamente en el mercado de trabajo: se perdieron unos 60.000 puestos de trabajo en 2020 y se registró una importante caída en los ingresos de los hogares.
En dicho documento que transcribimos a continuación puntualiza que “en lo que atañe a la demanda de trabajo estos dos sectores (altamente feminizados en materia de empleo), prácticamente no se vieron afectados por la pandemia o lo hicieron en menor medida que el resto, las condiciones de trabajo en los mismos se vieron fuertemente afectadas y los ocupados (mayormente mujeres) tuvieron que enfrentar una mayor carga y un volumen de trabajo mucho mayor”.
A UN AÑO DE LA PANDEMIA – EL IMPACTO EN LAS MUJERES
Análisis de algunos datos del mercado de trabajo
Introducción.-
Desde que se detectaron los primeros casos de coronavirus en nuestro país, hace casi un año, Uruguay ingresó en una profunda crisis económica y social. Las medidas de distanciamiento y restricciones adoptadas ante la emergencia sanitaria provocaron una fuerte caída de la actividad económica el año pasado y esto impactó rápidamente en el mercado de trabajo: se perdieron unos 60.000 puestos de trabajo en 2020 y se registró una importante caída en los ingresos de los hogares.
En las crisis además, suelen acentuarse las desigualdades persistentes en la sociedad, en la medida en que no todos tenemos “el mismo paraguas para aguantar el temporal”, y esto sucede en particular cuando las respuestas por parte del Estado son escasas e insuficientes, como ha sucedido en nuestro país.
Cuando contemos con más datos e información más desagregada de lo sucedido en 2020, vamos a tener más herramientas para cuantificar las consecuencias de la crisis sanitaria, económica y social que está atravesando nuestro país; y en particular su impacto sobre la desigualdad. Y una de las desigualdades estructurales de nuestra sociedad es la que existe entre varones y mujeres, y que se manifiesta en distintos planos. Una de las dimensiones relevantes que hacen a la desigualdad entre varones y mujeres es la referida al mercado de trabajo y que se expresa en diversos aspectos, que van desde las posibilidades de acceso al empleo hasta los ingresos que perciben por su trabajo.
Entonces, aunque todavía no contamos con indicadores y datos desagregados sobre el comportamiento del mercado de trabajo en 2020 (y los datos de cierre del año con los que contamos, además de ser parciales, tienen algunas particularidades, problemas de comparación y son más acotados que los usuales, ya que las restricciones a la movilidad durante el año pasado hicieron que también el relevamiento de estadísticas se viera afectado); en los próximos párrafos se presentan algunos indicadores laborales –provenientes de fuentes oficiales- que nos dan indicios del impacto que ha tenido el empeoramiento en el mercado de trabajo registrado en 2020 sobre las mujeres, no solamente en términos absolutos sino también respecto a la situación de los varones.
Principales indicadores de empleo.-
A grandes rasgos, podemos cuantificar la desigualdad entre varones y mujeres en el mercado de trabajo a partir de las brechas que hay en los principales indicadores laborales, de calidad del empleo y de ingresos por el trabajo, entre otros.
Así, los principales indicadores laborales en nuestro país muestran las mayores dificultades que enfrentan las mujeres para acceder al mercado de trabajo remunerado, las que se reflejan en menores tasas de actividad y de empleo, y un mayor desempleo. En Uruguay, al cierre de 2019 –antes de la pandemia- la tasa de actividad país era unos 15 puntos superior entre los varones que entre las mujeres. La menor oferta de trabajo femenina refleja principalmente, que son las mujeres quienes se encargan de la mayor parte del trabajo no remunerado en los hogares (tareas domésticas y de cuidados fundamentalmente), lo que les impide dedicarse al trabajo remunerado, o hacerlo en la misma medida que los varones. Algo similar ocurre con la tasa de empleo, la que da cuenta de la demanda de trabajo, y al cierre de 2019 era unos 16 puntos porcentuales más alta entre los varones que entre las mujeres, reflejando la menor demanda de fuerza de trabajo femenina existente. Sin embargo, más allá de las diferencias persistentes, cabe destacar que en los últimos 15 años estas distancias habían disminuido de manera constante y tuvieron una caída importante, partiendo de diferencias en las tasas de actividad y empleo entre varones y mujeres del orden de los 21 y 22 puntos en el año 2006.
En el año 2020, la oferta y la demanda de trabajo empeoraron significativamente en nuestro país, tanto para los varones como para las mujeres, reflejando el impacto de la crisis económica en el mercado laboral. Así, ambas tasas disminuyeron. Sin embargo, el mayor empeoramiento de las tasas de actividad y de empleo entre los varones que entre las mujeres, hizo que el año pasado la distancia entre ambos volviera a disminuir tanto en el caso de la oferta como de la demanda de trabajo (alrededor de 1 punto porcentual en cada caso).
Esto posiblemente se explica por el hecho de que las mujeres se encuentran sobre- representadas en algunos sectores de actividad que se vieron poco afectados en materia de empleo durante la pandemia o que tuvieron una afectación mucho menor a la del resto. Este es el caso de la Enseñanza y los Servicios sociales y relacionados con la salud humana. Tanto en el sector de la salud como en el de la enseñanza, aproximadamente el 75% de la fuerza de trabajo es femenina, y ambos sectores en conjunto representan más o menos el 25% del empleo entre las mujeres (1 de cada 4 trabajadoras se encuentra ocupada en alguno de estos sectores).
Cabe señalar que, aunque en lo que atañe a la demanda de trabajo estos dos sectores (altamente feminizados en materia de empleo), prácticamente no se vieron afectados por la pandemia o lo hicieron en menor medida que el resto, las condiciones de trabajo en los mismos se vieron fuertemente afectadas y los ocupados (mayormente mujeres) tuvieron que enfrentar una mayor carga y un volumen de trabajo mucho mayor. En el caso de la Enseñanza, tuvieron que enfrentarse a un trabajo a distancia para el que no necesariamente estaban preparadas en contextos que no siempre fueron los más apropiados; y en la salud, el ser la primera línea de atención de la emergencia sanitaria, sumado al cumplimiento de estrictos protocolos y el estrés por evitar contagios laborales y familiares, generó una importante recarga en términos de trabajo y empeoró las condiciones en que se desarrollaban las tareas.
Adicionalmente, en Uruguay las mujeres también se encuentran sobre- representadas en dos de los sectores que por distintas razones, más se vieron golpeados por la crisis. Uno de ellos es el sector de Alojamiento y Servicios de Comidas, una de las actividades económicas más afectadas por las medidas de distanciamiento y las restricciones al turismo interno y externo. Aunque se trata de un sector de relativamente bajo peso en el empleo total (abarca algo menos del 4% del total de ocupados), la participación de las mujeres es mayor a la media. En este caso, los registros del BPS nos muestran que fue el sector más afectado en términos relativos en lo que hace a la ocupación, tanto por la caída de cotizantes como por el aumento que se registró en el uso del seguro de desempleo. A fines de 2020, el sector tenía casi un 24% de cotizantes menos que a fines de 2019 y además se verificó un incremento del 18% de trabajadores en seguro de desempleo. Cabe destacar que al considerar los datos de fines de 2020, no se toma en cuenta el momento de mayor incremento de trabajadores en seguro de desempleo, el que se dio entre marzo y abril de 2020.
El otro sector de actividad donde las mujeres también se encuentran altamente sobre-representadas y que se vio duramente afectado por la pandemia, es el Servicio doméstico. Se trata de un sector además, que a pesar de los importantes avances que se dieron en los últimos años –fundamentalmente en el plano de la regulación-, todavía persisten importantes problemas de empleo, que con la pandemia se han visto exacerbados.
Casi el 90% de los ocupados en el sector son mujeres y a su vez, este sector da cuenta del 13,3% del empleo entre las mujeres (más de 1 de cada 10 ocupadas, se desempeña en el servicio doméstico, en su mayoría en calidad de trabajadoras dependientes). Aunque la caída en el número de cotizantes en este sector está en línea con la media de actividades (alrededor del 3%), este no parece ser un buen indicador para dar cuenta del efecto de la pandemia sobre el sector y particularmente sobre las condiciones de trabajo de las ocupadas. En primer lugar, porque se trata de un sector con una altísima tasa de informalidad: el 40% de las trabajadoras no están registradas a la seguridad social y por lo tanto no están cubiertas por el seguro de desempleo. Además, dado el multiempleo, con trabajadoras que laboran para varios empleadores distintos o en varios hogares, existen problemas de acceso al cobro del subsidio incluso en el caso de las trabajadoras registradas. Aunque esto último se trató de atender a partir de modificaciones en la fórmula de pago del seguro, se hizo tardíamente, y en los meses de mayor impacto de la pandemia, muchas de las trabajadoras domésticas registradas no fueron amparadas por el cobro del subsidio. De esta manera, en los meses de mayores restricciones a la movilidad, muchas de las trabajadoras no fueron convocadas a trabajador por parte de sus empleadores, sin que se les abonaran sus haberes, por lo que quedaron totalmente desprotegidas en materia de ingresos, tanto en el caso de que fueran informales como las que estaban registradas y tampoco podían acceder al cobro del seguro de desempleo.
Si a esto se le agrega que es uno de los sectores con mayor peso de los salarios sumergidos, la pérdida total o parcial de ingresos golpea con mayor intensidad a estas trabajadoras; que en general pertenecen a los primeros quintiles de ingresos. A su vez, el cierre de las escuelas, las mayores demandas de cuidados y los protocolos de higiene hicieron que las trabajadoras que siguieron trabajando o que retomaron sus trabajos una vez que se flexibilizaron las restricciones a la movilidad, también se vieran afectadas negativamente en lo que hace a su carga laboral cotidiana.
Ingresos laborales.-
En cuanto a los ingresos por el trabajo, en 2020 cayeron los ingresos salariales y el resto de ingresos por el trabajo, lo que llevó a la disminución de los ingresos de los hogares. En el caso de los ingresos, todavía no se cuenta con información como para cuantificar el impacto diferenciado que puede haberse dado en el caso de los varones y de las mujeres, las que perciben en promedio ingresos menores que sus pares ocupados varones.
En el primer semestre de 2020, se publicó un estudio que daba cuenta de la brecha de ingresos laborales entre varones y mujeres para nuestro país, utilizando diferentes metodologías (considerando el ingreso de distintas maneras y teniendo en cuenta diferentes colectivos de trabajadores). Dicho estudio arrojó que en todas las estimaciones y para todos los grupos de trabajadores (trabajadores totales, asalariados totales, asalariados públicos y asalariados privados), se verificó una disminución relevante de la brecha de ingresos en los últimos 30 años.
Trabajo no remunerado - cuidados
Además de al trabajo remunerado, la pandemia afectó de manera importante al trabajo no remunerado y especialmente a las tareas de cuidados, una necesidad humana fundamental, de la que históricamente se han encargado las mujeres, y que se vio incrementada y se hizo mucho visible con la pandemia y el encierro.
Históricamente en nuestro país y en el mundo en general, las mujeres se han encargado del trabajo no remunerado en la sociedad, lo que condiciona sus posibilidades de insertarse en el mercado laboral y la forma en que acceden al mismo, afectando por tanto sus oportunidades de acceso a un trabajo remunerado y de calidad, que les permita alcanzar la autonomía económica. Las encuestas de uso del tiempo realizadas en nuestro país señalan que mientras que las mujeres dedican dos terceras partes de sus horas de trabajo total al trabajo no remunerado, los varones destinan solamente un tercio y como contracara, destinan la mayor parte de su tiempo al trabajo remunerado.
El encierro, el cierre de las escuelas, los mayores protocolos de higiene en los hogares y el teletrabajo, entre otros, incrementaron de manera importante las tareas de cuidado en los hogares, aumentando así el volumen de trabajo no remunerado al que cotidianamente se enfrentan las mujeres. De esta manera, la crisis dio visibilidad a un trabajo relativamente invisible, al que la sociedad asigna escaso valor, y del que generalmente se ocupan las mujeres, de manera no remunerada y puertas adentro de sus hogares.
La crisis dejó en evidencia cómo nuestra sociedad aborda el tema de los cuidados pero también debería ser una oportunidad para que estos aspectos se tengan en cuenta al momento de pensar en las salidas de la crisis. Hoy por hoy la generación de empleo es uno de los principales dilemas de la política pública en el corto y mediano plazo. La inversión pública –como venimos planteando desde la central de trabajadores- es una herramienta fundamental en la reactivación de la economía y del empleo: no solo es altamente generadora de empleo si se la direcciona correctamente, sino que la inversión pública estratégica genera importantes incentivos para la inversión privada. Pero cuando pensamos en inversión pública normalmente se nos viene a la cabeza la infraestructura y la obra pública más tradicional, y no la inversión pública social, y menos aún los cuidados.
El sector de Servicios sociales y relacionados a la salud humana no solamente fue uno de los rubros que menos se vio impacto en términos de empleo durante la pandemia, sino que en el quinquenio anterior, en el marco del deterioro que ya venía mostrando el mercado de trabajo, fue uno de los pocos sectores que venía aumentando la demanda de empleo y fue de hecho el que mayor crecimiento del empleo mostró. Se trata de un sector con una elevada demanda potencial, que abarca los cuidados desde la primera infancia hasta la vejez, y la apuesta a un sistema de cuidados no es solamente potenciador de desarrollo en el mediano plazo, sino que se trata de un sector altamente generador de empleo en el corto plazo.
La creación de un sistema nacional de cuidados no solamente tiene un impacto importante en la población más vulnerable que es quien hace uso mayormente de los cuidados públicos, sino que implica que el Estado cumpla un rol fundamental como proveedor para muchos sectores pero también como regulador y certificador de la capacitación, lo que además dignifica un trabajo necesario para la vida humana pero que en general se realiza en condiciones de precariedad, sin los saberes necesarios y de manera totalmente desregulada. Lamentablemente, en el presupuesto nacional éste ha sido uno de los sectores más afectados negativamente por los recortes pero es importante que de cara a este duro contexto que estamos viviendo en materia de empleo sea considerado como una apuesta a una salida de la crisis que potencie nuestras posibilidades de desarrollo de mediano plazo y que apunte también a seguir disminuyendo las desigualdades persistentes.