(Escribe Ing. Agr. Ariel Asuaga) Carlos Bautes fue un gran amigo que murió muy joven. Es de las personas que extraño a diario. Lo extraño por su don de gentes, su generosidad, su inteligencia, su honestidad y su conocimiento. Fue un hombre íntegro, como ojalá fuéramos todos y si lo fuéramos el mundo sería mucho mejor. Carlos era Técnico Agropecuario de la Facultad de Agronomía, fue investigador en La Estanzuela, asesor CREA, apicultor y finalmente asesor privado especializado en agricultura y gestión.
Vivía de asesorar agricultores y lo hacía muy bien, pero siempre basado en su honestidad moral e intelectual incorruptibles. Yo lo conocí a fondo cuando se inició el auge agrícola reciente. Su principal preocupación era la erosión y para atacarla, no se limitó a ella, sino que propuso un sistema agrícola-ganadero nuevo. Se basaba en los principios del viejo sistema de rotación de cultivos y pasturas que había funcionado hasta aproximadamente el año 2000. Hasta esa fecha teníamos una agricultura predominante de invierno con una alta proporción de cultivos asociados a leguminosas forrajeras, que luego eran utilizados por la ganadería. Este sistema empezó a funcionar a fines de la década del 70 como solución a una agricultura continua con laboreo altamente erosiva y de bajo rendimiento que se había tornado insostenible. Se impuso rápidamente, con lo que se logró producir más grano total en la mitad de área, mejorar la fertilidad de los suelos, reducir la erosión e incorporar el producto ganadero a la economía deteriorada de los predios. En ese tiempo Bautes acuñó su frase, “tan agrícola como sea posible y tan ganadero como sea necesario”. El sistema virtuoso además era simple: dos años de trigo y dos años de Lotus. En el 2000 alrededor del 25% de la superficie de cultivos de invierno se sembraba asociada a una leguminosa forrajera.
Cuando llegó la siembra directa era necesario evitar la compactación del suelo y esto generó una dificultad para la integración del ganado que provocaba pisoteo. El primer año agrícola luego de la etapa pastoril sufría sus consecuencias, por lo que los rendimientos eran menores. A su vez se fue desarrollando la tecnología de alto rendimiento de los cultivos de trigo, lo cual hacía imposible la siembra consociada de una leguminosa poco competitiva como Lotus debajo de un cultivo muy competitivo.
No hubo tiempo de resolver estas dificultades técnicas porque antes de hacerlo llegó la invasión de la soja. Actualmente la agricultura de verano es más del doble que la de invierno y el área consociada con leguminosas es de apenas el 5%. El sistema agrícola-ganadero caducó por razones tecnológicas y económicas.
Con respecto a las tecnológicas Bautes pensó que los principios de integración agrícola-ganadera debían permanecer y que era necesario pensar en sistemas alternativos adecuados a los tiempos actuales, que lograran la misma asociación virtuosa entre el ganado y la chacra. Lo primero que consideró fue que los predios se ubican en cuencas donde corre agua. El agua es el factor erosivo principal y por lo tanto el sistema debía contar con mecanismos que frenaran el agua. En las chacras de Soriano los mejores suelos se ubican en las partes altas, donde se ubican los suelos profundos, fértiles y de menor pendiente, aptos para una agricultura intensa. De la ladera media hacia abajo, donde empiezan los problemas graves de erosión, el suelo cambia. Son suelos más livianos y de menor fertilidad desarrollados sobre areniscas cretácicas. Los rendimientos agrícolas en estos suelos suelen ser menores que en las cotas superiores. Carlos proponía “forrar” de pasto perenne las partes de las chacras que convenía retirar de la agricultura, ya que eran más aptos para la ganadería. Hablaba se subir la cota agrícola y usar los mapas de rendimiento para seleccionar los sitios que no convenía cultivar. Estas pasturas, no solamente hacían un mejor uso del suelo, sino que constituían la primera parte del mecanismo de freno del agua. La segunda parte del sistema de freno la constituían los bajos de campo natural que había que preservar. Éstos son máquinas silenciosas de producción de forraje barato. Los conceptos no eran nuevos; básicamente consistían en usar el suelo de acuerdo a su aptitud: agricultura intensa en los suelos más aptos y pasturas donde la agricultura no era conveniente ni rentable. A su vez las pasturas frenan y filtran el agua. Por un lado se controla la erosión y por otro se reduce la contaminación de los cursos de agua.
Bautes, crítico de sí mismo, cambió su frase por, “si queremos ser más agrícolas, tenemos que ser más ganaderos”.
Ahora estamos prisioneros de una agricultura dominada por un solo cultivo. Se rompió la integración agrícola-ganadera. Sin embargo, en Uruguay es imprescindible reconstituirla. Para lograrlo hacen falta otro tipo de integraciones entre la investigación, las asociaciones de productores y las políticas públicas, que lleven a la práctica nuevos sistemas agrícola-ganaderos capaces de producir más en menos área, conservar el suelo, reducir la contaminación y conjugar rubros necesariamente complementarios. Los dueños de la tierra también tienen una enorme responsabilidad.
Cuando el suelo se degrada, el nuevo punto de partida siempre será más pobre. El desafío es conjugar el interés individual con el colectivo en un marco de libertad que estimule la iniciativa, pero que sea responsable y cuidadoso de recursos que deben ser legados.