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24 de June del 2020 a las 10:13 -
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El bombero que se transformó en un referente de la plástica nacional
Gustavo Alamón, un “trabajador del arte”, como le gustaba definirse, falleció a los 85 años. Recordamos la conferencia que dictó en Mercedes, en el año 2012.

(por Aldo Roque Difilippo) A los 85 años falleció Gustavo Alamón. Artista plástico de dilatada trayectoria y uno de los referentes de la plástica nacional. Nació el 13 de enero de 1935 en Tacuarembó. Comenzó su formación con Anhelo Hernández y luego ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes donde obtuvo conocimientos con Edgardo Ribeiro y Miguel Ángel Pareja. Vivió unos años en Fray Bentos donde creó sus talleres de Artes Plásticas El Sótano y ejerció como docente en el liceo departamental para luego volver a su ciudad natal donde dictó clases de dibujo en los liceos departamentales. Fue destituido por la Dictadura cívico-militar.
Una faceta poco conocida de su trayectoria es que en su juventud fue Bombero, perteneciendo a la primera promoción de Oficiales. Como Bombero fue destinado al destacamento de Fray Bentos donde vivió varios años. Profesión que abandonó para dedicarse de lleno a las artes plásticas.
A Fray Bentos regresó, años después, ya convertido en un reconocido artista plástico al ser designado Director de Cultura de la Intendencia de Río Negro (1995-1998).
Un año después, en 1999 es designado Director del Departamento de Artes Plásticas del Ministerio de Educación y Cultura . Ente el año 2000 al 2004 dirigió el Taller Nacional de Formación Docentes de Artes Plásticas en el Ministerio de Educación y Cultura. Entre múltiples actividades, exposiciones individuales y colectivas que le merecieron una serie de distinciones.

En 2012 estuvo por última vez en Mercedes. Fue en oportunidad de una muestra en conjunto con el recordado artista plástico Fernando Cabezudo, con el cual los unía una larga amistad. En esa oportunidad brindó una charla donde se definió como “un trabajador del arte”. Refiriéndose a los dilemas del artista frente a la obra. Charla que transcribimos en su parte medular:

 

“Un diálogo de sordos”

“Cuando planteé el problema del diálogo de sordos estaba planteando un problema artístico que tiene mucha vigencia. Porque el artista plástico trabaja en soledad, la calma del taller” para “hacer funcionar el lado derecho del cerebro que es el de la creación”.
(…) “La obra de arte es el producto de angustias existenciales, de cosas que nosotros tenemos en nuestro interior y no sabemos de qué forma expresar. Cosas que son auténticamente angustiantes, que además, como el arte es un lenguaje de trasmitir, capaz que lo que justamente lo que nos falta es la palabra para poder contundentes”.
(…) “Cuando pinto estas cosas no es para gustar, ni para agradar. Todo el mundo me podría decir eso yo no lo pondría en mi casa, porque eso ya me lo han dicho varios; y para mí eso es uno de los más grandes alicientes para seguir trabajando.
A esos personajes los pongo como un mensaje, un sentimiento de rechazo, porque es el hombre mediocre, el hombre cifra, el súper numerario de la vida, que vive indiferente del mundo. Es decir el hombre que está totalmente deshumanizado, que muchas veces lo han deshumanizado. Vemos, en la historia del Siglo XX tropeles de gente que cometieron atroces crímenes de lesa humanidad y que fueron trasformados en robots para poder ejecutar todo ese tipo de cosas”.

 

Un trabajador del arte

“En ese diálogo de sordos es donde cada uno utiliza su cabeza y su corazón para poder decir esas cosas que nos angustian. Un compromiso hermoso que asumimos cuando dedicamos nuestra vida al arte. Porque el arte como decía Malraux (André), implica un gran coraje. ¡Porque hay que hacer obras de arte!, no hacer pintura. Intentar hacer obras de artes.
Somos concientes que la obra de arte se concreta cuando el autor ha muerto, y cuando pasó una perspectiva bastante grande. Por eso a veces me da vergüenza cuando me dicen que soy artista. Yo soy un trabajador del arte, pero artista lo va a dictaminar el tiempo. No hay nadie que pueda decir que en este momento seamos eso.
Nosotros sabemos que el arte no trasforma la sociedad, no cambia las situaciones políticas ni humanas de la gente. Si el arte tiene una virtud es que es algo hecho con el corazón y la mente, y al hacerse de esa forma estamos trasmitiendo cosas que sentimos muy profundamente. Al sentirlas, así, conmovemos.
Lo que podemos ayudar es a pensar. El acto de pensar genera además la necesidad de pensar en el resto, porque las obras, no son otra cosa que un gran interrogante. Cada cuadro es un pregunta que yo hago, una pregunta dolorosa. Pregunta que sale de lo más profundo de nuestro ser. Pregunto y pido al espectador que me responda. No a mí, que se responda a sí mismo. Este hombre deshumanizado, un ser que anda en la calle prácticamente como inocuo, sin ninguna intención de producir nada, que no es más que una cifra en los cálculos de la población, que no tiene absolutamente nada en su vida interior, que ha perdido todas esas cosas y al no poseer todas esas cosas que nos diferencian del animal; eso es en definitiva una cosa aterradora. Lo vemos en la historia reciente, y en la historia desde que nací hasta este momento”.

 

Encontrar una esquina

(...) “Los que fuimos docentes y ejercimos con vocación y ganas de servicios, aplicamos un concepto que es muy viejo. Me remoto a 4 siglos antes de Cristo cuando un pensador chino, Confucio, decía en una de sus sentencias: yo a mis discípulos les enseño cómo encontrar una esquina para que ellos después busquen las otras tres. Es darle el conocimiento de investigación, de análisis, de entrar en profundidad en lo que quieren conocer para luego que cada uno pueda encontrarlo usando la cabeza. Ir encontrando las respuestas a las interrogantes que se le pueden plantear. Ese, en gran medida, es el mecanismo que el arte propone. El arte no es capaz de cambiar nada, pero sí es capaz de hacer pensar. Ese el propósito que lleva cada uno a plantear en nuestras obras ese gran interrogante que cada uno se pregunte a si mismo todo lo que ese interrogante sugiere.
Por eso para hablar de arte no se puede dejar de hablar de todo, porque el arte sin lugar a dudas es la vida misma. Uno está trasformando en una tela todas nuestras experiencias dolorosas, pero también las buenas que conforman nuestra existencia, y también nuestra sabiduría.
Al menos eso intento trasmitirles a mis alumnos”.

 

Tratar de entender

(…) “El gran problema es tratar de entender lo que es el arte. La mayoría de la gente cree que es pintar un paisaje, un bodegón, un retrato excelentemente pintado. Eso es una artesanía. Yo puedo hacer todo ese tipo de cosas en un grado de excelencia y me transformo en un gran artesano”.
(…) “Como creo que el arte lo que procura es transformar las cosas de la naturaleza. Las cosas que le ocurren a los seres humanos en grandes símbolos que pueden decir con claridad, o al menos obligar a investigar en la mente de cada uno lo que representa ese símbolo.
Es complejo, porque cuando vemos los dibujos de los caballos de Cabezudo, o las viejas lindas y horribles que pinta, porque hasta con perversidad lo manifiesta, él está marcando símbolos.
(…) “La enseñanza de la pintura exige un esfuerzo de tratar de aprender copiando, pero eso crea un problema muy serio que mutila la imaginación. Y la imaginación se frustra. Después volver a reflotarla es muy difícil. Cuesta mucho trabajo. Y este procedimiento abre el marote de tal forma que uno empieza a concebir el hecho plástico como un hecho grandioso, hasta mágico, lleno de misterio; y el misterio es algo que tiene que estar en la obra porque trae el espíritu de investigación, de conocer las cosas. Es ahí donde uno puede lanzar los mensajes que entiende que tiene que decir”.

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