(Escribe Pablo Romero) Intentaré responder a esta pregunta a lo largo de un par de artículos, comenzando por señalar que una cuestión sobre la cual podemos acordar sin mayores problemas es que las propuestas educativas deben proyectarse a largo tiempo y que el sistema político debe garantizar su continuidad una vez que se logren los debidos consensos. O sea, si nos ponemos de acuerdo en relación a determinados puntos necesarios de avance en el sistema educativo, todos los partidos políticos deberían cerrar filas para garantizar la concreción del proyecto elaborado (y más allá de quién sea, o podría ser, el siguiente ganador de las elecciones gubernamentales).
Por supuesto, lo difícil de esta cuestión radica en alcanzar los debidos consensos, pero ya avanzamos si coincidimos en cuál es el camino a recorrer una vez arribados a ese punto de acuerdo. Otro modo de avanzar en lo inmediato es colocando bajo un mismo paraguas a los principales actores involucrados. Convocar, por ejemplo, a poner en práctica a corto plazo un Plan Nacional de Educación, haciendo coincidir en la tarea al MEC y al Codicen como líderes ejecutores, resulta otro elemento crucial. Si algo debemos evitar es volver a caer en la lógica de disputa de poder entre los ámbitos fundamentales de toma de decisiones en relación al campo educativo. No podemos darnos el lujo de volver a perder otro quinquenio en tales pulseadas.
Si coincidimos, entonces, en estas primeras cuestiones (algo que entiendo es razonable y no amerita una mayor discordancia), lo siguiente pasaría a ser considerar posibles temas de acuerdo y actores a involucrar como parte de la primera línea de construcción y ejecución del Plan.
En tal sentido, quisiera referirme en este primer artículo a la importancia de complementar el accionar de los dos principales actores del proceso: el de aquellos que tienen en sus manos la toma final de las decisiones, que ocupan cargos ejecutivos y técnicos, que llevan adelante un rol de gobierno en relación a la educación, con el de aquellos que efectivamente concretan en las instituciones, en las aulas, que evalúan en el campo mismo de la acción desde su formación pedagógica, los lineamientos de cualquier plan o reforma educativa que se proponga, o sea, los docentes y el personal directivo a cargo de las instituciones educativas.
Para ser bien claros, las autoridades del MEC y del Codicen deben conjugar su accionar con el de los docentes y equipos directivos de las diversas instituciones educativas. Ningún otro camino lleva a buen puerto el asunto (y alcanza con analizar cómo procedieron efectivamente, más allá del discurso “participativo”, las recientes administraciones educativas para comprobar la pertinencia de esta afirmación).
Al respecto, coordinar equipos de trabajo entre autoridades del gobierno, equipos de directores y docentes de aula no puede ser un hecho aislado sino una política permanente y de primera línea para el MEC y el Codicen. Llevar estas prácticas a todo el territorio nacional, recogiendo en primera instancia perspectivas, generando insumos y luego informando, discutiendo avances y corrigiendo si fuese pertinente, es parte fundamental de un Plan que logre consensos iniciales y adhesiones a posterior de su puesta en marcha, priorizando la marcada participación de actores claves del proceso.
Y no se trata, por supuesto, de impulsar simulacros de participación (reuniones aisladas que luego no son consideradas en absoluto y que terminan resultando justificativas de discursos políticamente correctos y moralmente reprochables), ni de promover las eternas etapas de evaluación en las que se suele caer por estos lados del mundo, sino de ser efectivos en los tiempos a la par que se procesa el debido involucramiento de autoridades y docentes. Se pueden complementar ambos objetivos si se piensa en modo ordenado, cumpliendo metas y tiempos pactados.
No es un camino sencillo pero es el único posible para alcanzar los consensos que se deben buscar, porque esa es la tarea y no otra. La receta del éxito se cocina allí. Utilizaré una imagen futbolera (que todo uruguayo sabrá comprender claramente) al respecto: un DT sin jugadores que lleven adelante sus ideas, no gana ningún campeonato, por más lúcidos que fuesen sus planteos. Los goles en la cancha finalmente los convierten los jugadores. Y jugadores sin una buena estrategia, sin una conducción clara que los motive y los involucre tampoco logran metas importantes. Y en la educación hace rato que estamos en la zona de descenso, por lo cual es tiempo de pensar como equipo para salir del fondo de la tabla, articulando el trabajo entre estrategas y jugadores. Aislarse, creer que uno puede sin el otro, es continuar en el proceso de suicidio educativo y cultural que venimos transitando desde hace más de una década.
Algunos docentes ya hemos iniciado un proceso muy rico en relación a estas instancias aquí planteadas de posible coordinación y elaboración en conjunto con las autoridades, formando equipos de trabajo que desde la apertura al diálogo estamos discutiendo los principales planteos elaborados por las autoridades educativas. Y venimos produciendo textos, invitando a la reflexión, promoviendo el debate, realizando una tarea que entendemos es propedéutica.
Nos corresponde a los docentes un rol de co-liderazgo del proceso iniciado, desde una mirada constructiva y dialogante. Prepararnos intelectualmente, demostrar nuestra capacidad profesional, es parte del desafío que tenemos en lo inmediato. El reconocernos como interlocutores válidos, el integrarnos como co-partícipes necesarios de estos tiempos de cambios, es una cuestión que corresponde a la buena voluntad política (y sobre todo a la inteligencia) del gobierno en curso.
Confiamos en que se nos tenga en cuenta, que el tiempo de los discursos para la tribuna respecto del involucramiento de los docentes sea parte de una etapa finalmente superada. Ni corporativismos docentes ni demagogia inclusiva de las autoridades, sino trabajo profesional de alto nivel entre autoridades y docentes preparados para la tarea de concertación es lo que el país requiere en un plazo inmediato.
El poner en marcha un Plan Nacional de Educación fundado en consensos es tan posible como necesario. La mesa está servida y la invitación está hecha. Comencemos a construir una mejor sociedad. El campo de la educación y de la cultura es el camino y nos corresponde estar a la altura de los hechos.
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Comparto nuevamente el contenido del planteo del prof. Romero. Es clarísimo lo que dice. La capacidad de articular entre el Codicen y el MEC va a ser decisiva, igual que el colocar docentes del área pública con liderazgo pedagógico, gente pensante, en el equipo de conducción. Confío en Robert Silva en ese sentido. El MEC parece sucursal de universidades privadas.
Sugiero a las autoridades de la educación dentro de la construcción de políticas educativas y la interacción con el alumnado Llevar los Escritores y Escritoras a las Aulas como tarea curricular,intercambiando Valores generando un libro desde los potenciales ,emergentes escritores y Escritoras en las aulas donde A.N.E.P. se haga cargo de los costos por impresión y derechos de autor .