Voy a hacer referencia nuevamente al tema que abordara en las mociones previas de la sesión del pasado lunes. Cuando resolvimos encararlo, sabíamos que se trataba de un tema muy sensible y que podría provocar reacciones, como realmente ocurrió. Sin embargo, lo hicimos igual, porque recogíamos el sentimiento y la postura de mucha gente que sí está estigmatizada, por este puñado de individuos, que casi siempre son los mismos, infractores de la ley y de las mínimas normas de convivencia pública y pacífica. Seguramente que dije cosas que muchos piensan y no se animan a decir, pero no fue con un afán puramente crítico, sino con la sana intención de realizar un aporte, que puede estar equivocado, porque no soy ni me siento dueño de la verdad. Quizá sea un gaucho rural, pero me gusta llamar las cosas por su nombre y por eso no me di cuenta que llamar delincuente a quien de cualquier manera infringe la ley y las normas de convivencia, es estigmatizarlo, por lo que si así fue, le pido disculpa a ese ciudadano infractor. Sin embargo, desde mi banca y con todos mis defectos, quiero seguir defendiendo a ultranza a los ciudadanos honestos. Chapado o no a la antigua, desde mi casa, pasando por los centros educativos, siempre al que cometía una falta se lo castigaba, para que no volviera a repetir su mala acción. Hoy los tiempos han cambiado, y nos ocupamos más de no lesionar, de no estigmatizar al infractor y los resultados de recuperación están a la vista y hablan por sí solos. La disciplina, que también incluye el castigo de la falta, no es un método de regímenes totalitarios, sino que existió siempre y sirvió y mucho, para corregir errores y enderezar caminos. Por otro lado quiero decir también que hoy quienes son consuetudinarios de la crítica, se asombran de los demás. Pueden seguir intentando desvirtuar mis dichos con alegóricos descalificativos, pero no van a lograr estigmatizarme y mucho menos callarme. Desde aquí, donde me puso la gente, seguiré expresando mi pensamiento y recogiendo, más que nada el sentir de mi pueblo. Respeto las opiniones ajenas, aunque no las comparta, pero no tolero a quienes se creen dueños de la verdad absoluta y buscan siempre con sus comentarios descalificar y hasta ridiculizar a los demás